Todas las cosas del mundo caben en la poesía de la escritora uruguaya Circe Maia. Y toda la poesía de Circe Maia cabe en la nueva poesía reunida por primera vez bajo el sello de la editorial Caballo Negro: Un río secreto. El libro pone en circulación en nuestro país y en un sólo volumen la extensa obra poética de una autora del siglo XX muy prolífera, aunque no tan leída de este lado del charco. Incluye los libros Voces del agua, En el tiempo, Presencia diaria, El puente, Cambios permanencias, Dos voces, Destrucciones, Superficies, De lo visible, Breve sol y Dualidades.

La lluvia, los árboles, los muebles, los libros, el mar, el tiempo, la noche, el ahogo, los cuadros, los mitos, la existencia, las fotografías, las tardes, el recuerdo, el pasado, la muerte, las palabras, las pérdidas, la realidad, todo aquello que nos rodea y atraviesa —desde lo más pequeño y banal hasta lo más complejo y existencial— entra en los versos filosóficos de Circe Maia.

Allí se detiene para que el sujeto poético lo contemple, lo sienta y lo interrogue, tres actitudes muy propias de la filosofía, a la que se dedicó también la autora. La poesía es ese diálogo entre el hombre y el mundo en su intento de comprenderlo: “Quiero la llave que me abre el mundo. / Quiero el camino, quiero el secreto, / de todo esto que se deshace ”, desea la voz de “De todos lados…”, un poema de la primera sección. La idea de que hay algo escondido, no descubierto, por debajo de los elementos que hacen al mundo recorre muchos textos de Circe Maia y también da título a esta obra reunida.

La definición y la pregunta retórica son dos recursos muy presentes en Un río secreto para intentar descifrar o descubrir ese enigma. Las cosas que siempre estuvieron ahí, en la realidad, son vistas y sabidas como si fuera la primera vez que damos con ellas. Jamás las habíamos visto así: “Y no escuchar los golpes, sino estar en el golpe / de alas, en el vuelo / hacia el azul sombrío.”, dicen los versos de “Por esto”. “No te hiciste al alzarse las paredes. / Siempre, día por día / preciso es sostenerte / tarea interminable”, sentencia en “Sitio”.

El efecto de la lectura es quedarse pensando, como si se intuyera que hay algo más profundo por debajo de esas sencillas y cotidianas palabras que caracterizan el lenguaje poético transparente de Circe Maia: el encantador descubrimiento de la curiosidad.

Sin embargo, hay una problemática filosófica que preocupa al sujeto contemplativo de estos poemas: la realidad siempre se le aleja porque nuestros ojos sólo pueden acceder a pedazos de ella, condicionados por la subjetividad, el lenguaje y el pensamiento. “Es así: contemplamos / retazos, trozos, sueltos”, determina el primer poema de Presencia diaria. Se trata de un problema que enfrentaron también aquellos escritores que en el siglo XIX se dedicaron a la literatura realista. ¿Es posible que las palabras representen la realidad tal cual es? ¿Podemos acceder a esta a través del lenguaje o el arte? La conclusión es que no, sólo es posible una cercana mímesis: la imitación.

Lo efímero de la vida también lo atormenta. Las palabras son insuficientes, cualquier arte lo es, para mostrar y entender el mundo, entonces. “¿Cómo guardar el ruido-resplandor que se quede / que no se deshaga?” se pregunta el yo en el poema “Yéndose”. Todo se le escurre entre sus manos, entre sus palabras. ¿Por qué todo tiende a desaparecer? ¿Qué puede hacer la escritura frente a la imposibilidad de aprehender el mundo? El hombre fracasa en dar respuestas a estas preguntas frente al paso del tiempo y la realidad, pero aun así estos versos expresan esa perpetua búsqueda humana.

Circe Maia: “Un río secreto”, poesía para contemplar e interrogar al mundo

Circe Maia, la palabra, la poesía

“¿Para quién son entonces / tranquilas, quietas, siempre / quedándose / mientras tú y yo nos vamos?”, reclama retóricamente el yo poético. Las cosas permanecen a su alrededor pero su vida, sus anécdotas no. De pronto, todo es recuerdo. Los versos expresan esa batalla entre la fugacidad y las palabras, que buscan atrapar desesperadamente algo, que al menos algún momento, algún objeto de su alrededor no se deshaga, no se borre. “—palabra dicha, hora vivida, noche muerta— / fijos de una fijeza feroz y no se puede / ni los ángeles pueden / tocar un sólo punto del tiempo sumergido”, en un río secreto.

Quizás al terminar este libro, quien lee no esté de acuerdo con esta imposibilidad que le atribuye Circe Maia a la poesía. Porque lo que se siente al seguir estos versos es “la vida vibrando”, como observó la poeta Laura Wittner. Sus palabras subrayan la maravilla de este mundo funcionando tal como es, lo vuelven extraño y excepcional incluso para quienes formamos parte de él y no atendemos a trivialidades.

Hasta en la mínima tarea de cortar el pan, como enseña el poema “Unidad”, puede ver y sentir ahora el lector “la pequeña molécula de un proyecto cumplido”.