¿Cómo lo logró? El presidente Milei tiene un bloque propio pequeño en la Cámara de Diputados, que para colmo no está unido, y carece de fuerza política territorial. Sus condiciones de gobernabilidad lucen débiles, y sus pilares visibles son su popularidad en torno al 50% y las facultades constitucionales que le confiere el cargo, que no son pocas. Por eso mismo, que haya conseguido una amplia votación favorable en el tratamiento de la denominada Ley Bases luce sorprendente para cualquier observador «desde afuera» de la política argentina.

La sorpresa, de hecho, podría ser mayor a medida que escarbamos. Milei está logrando, sin aparente fuerza propia, que avance un proyecto de inusual magnitud y controversia. En caso de ser aprobada por el Senado, esta ley implica una reforma del Estado a gran escala, y con muchos sectores organizados que quedarán afectados y se oponen frontalmente a ella. Además, el bloque propio de La Libertad Avanza no solo es reducido, sino que ni siquiera llevó adelante la negociación, cosa que reconoció Milei al felicitar públicamente a los diputados macristas de origen peronista Cristian Ritondo y Silvia Lospennato. Por último, cabe destacar que Milei logró esa mayoría sin grandes negociaciones de por medio: un centenar de diputados «prestados» votaron positivo sin pedir nada a cambio, y con bastantes ganas de hacerlo.

Lo que surge de lo anterior, a riesgo de decir obviedades, es que Milei está más fuerte en el Congreso de lo que parece en una primera mirada. Su familia es chica pero, como Roberto Carlos, tiene un millón de amigos.

Podemos ver al gobierno en tres círculos concéntricos de potencialidad política. El primero, ultrapequeño e impenetrable, es el equipo de gestión ejecutiva: el propio presidente, Karina Milei, el asesor Santiago Caputo, el jefe de Gabinete Nicolás Posse, los ministros Luis Caputo y Guillermo Francos, y no muchos más. El segundo círculo, que rodea al primero, es la llamada «base de sustentación»: son los que acompañan a Milei a todos lados y en todas las votaciones. Allí están los legisladores alineados de La Libertad Avanza, el sector del PRO liderado por Patricia Bullrich que ya se sumó formalmente al oficialismo, y el núcleo duro de votantes que van a apoyar a Milei hasta el final. Y el tercer círculo, que se terminó de conformar en la votación de la Ley Bases en Diputados, es la «base de gobernabilidad»: no integran formalmente el gobierno ni el oficialismo, pero éste cuenta con ellos y su voto cuando lo necesita. Ahí están el resto del PRO, la mayoría de los radicales y otros ex cambiemitas, y el grueso del bloque Hacemos que coordina Miguel Pichetto, que incluye a los provinciales cooperativos, y que se extiende potencialmente a otros partidos provin cialistas con ganas de ayudar. En términos electorado, con el tercer círculo se completa el 56% de la segunda vuelta que venció a Sergio Massa.

En este tercer círculo con céntrico está la fortaleza distintiva de Milei: su gobierno se caracteriza por ser un oficialismo chico, pero con una base de gobernabilidad grande. Y disfruta de tener enfrenta a una oposición homogénea pero, ante esta realidad de tres círculos, minoritaria y sin capacidad de quebrar a la base del gobierno. Milei no está liderando una gran coalición, como la que en su momento tuvo Macri, pero lo que tiene le sirve aún más.

Este modelo de relación flexible les sirve tanto a Milei como a sus aliados. Milei no asume compromisos con su tercer círculo, y ellos tampoco lo hacen con Milei. Lo cierto es que los diputados que votaron la ley bases no van a pagar demasiados costos por su posicionamiento, y eso está demostrado en la historia reciente, donde «el archivo» de los legisladores no pesa demasiado -salvo para aquellos que están en la primera línea del fuego comunicacional. La plasticidad de los políticos argentinos contemporáneos para adaptarse, reposicionarse y reinventar se ha probado ser infinita, y si comenzamos a elaborar la lista de nombres esta modesta columna se transformaría en un suplemento especial.

Pero más allá de que “la base de gobernabilidad” pueda apoyar a un oficialismo que no integra y sin correr riesgos de pagar costos -si sabe administrarlos bien, claro-, ¿cuáles son sus motivos para estar allí, en el tercer círculo concéntrico del gobierno? Hay varias razones, y no son las mismas detrás de cada voto, pero hay una que es sencilla y se destaca sobre las demás: los legisladores que votaron a favor, en su gran mayoría, creen en la ley. Están convencidos de que hay que privatizar, reformar el Estado y las leyes laborales, y darle facultades extraordinarias al Poder Ejecutivo para que pueda llevar ese programa a cabo. Milei logró alinear una mayoría programática, que respalda su plataforma de ajuste y reformas liberales porque cree que es necesaria.

Esta es, tal vez, la diferencia más sustancial entre la base mileísta y la coalición macrista. La segunda solo estaba unida por el rechazo epidérmico a Cristina Kirchner, mientras Milei alineó y sin compromiso de compra a todos los políticos que se oponen ideológicamente a las políticas kirchneristas. Que, evidentemente, son muchos. De hecho, romper el “modelo anterior” terminó siendo una de las justificaciones más sonoras del voto de los integrantes de la base de gobernabilidad: estamos con Milei porque no queremos quedar del otro lado del mostrador. Tal ha sido la victoria cultural del mileísmo, que en las filas del tercer círculo concéntrico están convencidos de que el diputado radical Facundo Manes “pagará el costo de votar con los kirchneristas” (en particular, claro), pero que quienes votaron a favor no tendrán ningún problema con ello a futuro. Pase lo que pase en el Senado, Milei ya venció y sienta las bases de una potencial hegemonía ideológica.