La llegada de Alberto Fernández a la Casa Rosada plantea un desafío importante para el acomodamiento del resto de los países de la región en torno a los problemas que acechan a un subcontinente que figura como el de peor distribución de ingreso del mundo. ¿Cómo será la política exterior de Fernández, entonces?

Por lo pronto, el mandatario electo, que ya tuvo cruces fuertes con el presidente brasileño, había visitado a Lula da Silva en la prisión de Curitiba y desde el palco donde celebró su triunfo el domingo, volvió a reclamar por la libertad del líder político, detenido como consecuencia de una causa típica del lawfare que la derecha utiliza para perseguir a los líderes populares. De modo que no es de extrañar que el primer comentario que hizo Jair Bolsonaro sobre el resultado de la elección fuera que “Argentina eligió mal”. Eso, luego de confesar que había hecho lo que estuvo a su alcance para que ganara Mauricio Macri.

Fernández, como jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, articuló las relaciones con los gobiernos que construyeron la Unasur, y también el No al ALCA. Cultivó la amistad de Hugo Chávez, de Lula y cumplió un papel clave para la llegada al poder del Frente Amplio con Tabaré Vázquez en 2005, y de Evo Morales, al que Kirchner sostuvo cuando en 2009 debió enfrentar el levantamiento derechista de la Media Luna del Oriente boliviano.

Todos coinciden en que el presidente electo es hombre que hace de la moderación una virtud. Pero también tiene posición tomada sobre temas acuciantes en este momento de América Latina. De allí que durante la campaña salió a decir que es necesario reconstruir la Unasur, ante el papel lamentable que el uruguayo Luis Almagro está cumpliendo desde la OEA y la forma en que pretende incidir en los procesos políticos de Venezuela.

De hecho, el tema Venezuela sería seguramente la primera cuestión a resolver. Macri reconoce al diputado Juan Guaidó como presidente provisional y a una funcionaria de la Legislatura bonaerense vinculada a María Eugenia Vidal como embajadora venezolana, en un claro seguidismo hacia los dictados de Donald Trump desde EEUU. En el debate presidencial le dijo a Macri que esperaba que no enviara tropas a una supuesta invasión, como pretende la Casa Blanca.

Cuando le pidieron que definiera al gobierno de Nicolás Maduro, siempre buscó la forma de eludir la calificación de dictadura, aunque si señaló que tiene tintes autoritarios. Como solución a los problemas venezolanos, habló de unirse a la mesa de diálogo que proponen México y Uruguay para ayudar a una salida pacífica y democrática, y de salirse del Grupo de Lima, que hace lo posible para derrocar al líder bolivariano.

En esa clave hay que leer el intercambio de tuits que mantuvieron en las últimas horas Maduro y Fernández.

Los otros temas clave pasan por la relación con Estados Unidos y con el FMI. También en este caso la red social del nuevo presidente de los argentinos sirve para entender cuáles serían sus pasos en política exterior. Así le respondió al secretario de Estado Mike Pompeo. En la memoria institiucional de la Casa Blanca figura el portazo a George W. Bush en Mar del Plata de noviembre de 2005.

Y esto que sigue le dijo a la flamante titular del Fondo Monetario Internacional. La negociación con el organismo será fundamental para su gobierno pero cuenta a su favor con el argumento de que todos los créditos que recibió la administración Macri fueron entregados violando las directivas de la entidad. Y que el cambio de directora general no es ajeno a esta circunstancia, habida cuenta de que Cristine Lagarde se fue cuando ya era evidente que Macri no podría ganar la elección.

No se sabe quién será el canciller de Fernández, aunque el nombre que suena con insistencia es el del Felipe Solá. Para el diputado y ex gobernador bonaerense, la política exterior del país debe dar un giro rotundo sobre la actual, a la que no duda en catalogar como sumisa de Washington. También es crítico de los acuerdos anunciados entre el Mercosur y la Unión Europea. Al mismo tiempo analiza la crisis que vive el gobierno de Ecuador, cuestionando el rol del FMI y su receta de ajuste permanente.

Todavía el presidente Lenín Moreno no tuvo un cruce epistolar con Fernández. Moreno, ahora acérrimo enemigo de Rafael Correa, no solo sacó a su país de Unasur sino que hizo retirar la estatua de Néstor Kirchner que estaba en la entrada de la sede central de la institución en Quito alegando que era alguien “indigno”. No se auguran tampoco, entonces, buenas relaciones con el que fuera vicepresidente de Correa.

El que sí tuvo intercambio con Fernández fue el chileno Sebastián Piñera, que se dio tiempo de felicitar en la red del pajarito el triunfo del representante del Frente de Todos.

Agradeció Fernández, marcando también un rumbo. La crisis que enfrenta Piñera se relaciona con la desigualdad. El rumbo de Alberto será junto con Andrés Manuel López Obrador, sin dudas, y hacia tierra azteca será su primer viaje como presidente electo. Y así lo indica.

También estrechará relaciones con los gobiernos de Paraguay…

Y por supuesto, con el de Evo Morales, al que con este intercambio reconoce como ganador de su reelección, más alla de las dudas que planteó el gobierno de Macri.

Fernández ya había entrevistado a Evo en su última gira antes de iniciar la campaña electoral. Esa vez también visitó al mandatario de Perú, otro “nuevo amigo” que tiene sus propios problemas puertas adentro.

Esa vez, luego viajó a Madrid para mantener una reunión con Pedro Sánchez, que ahora está a días de una nueva elección. También el líder socialista se alegró del triunfo de FdT.