La Bombonera vacía como millones de corazones. Sólo Dalma Maradona en el palco de Diego, allí donde se amontonaron los recuerdos que la hicieron quebrarse en llanto varias veces en un atardecer de mil colores que se dibujó en La Boca.

Los jugadores locales y todo el cuerpo técnico comandado por Miguel Ángel Russo, compañero de Diego en la Selección, salieron a la cancha con la camiseta con el apellido Maradona estampado en la espalda. El minuto eterno de silencio. Las banderas descansando en las tribunas con frases agradecidas. Una enorme lona con su imagen cubriendo el círculo central. La canción de Rodrigo con el “¡Te quiero, Diego!” del final que retumbó como tantos goles, como tantos domingos, como tantos triunfos.

El homenaje de Boca a Maradona siguió en el entretiempo, con las luces apagadas. Solo iluminado el palco como una estrella y el cartel electrónico desde donde Diego vuelve a sonreír.

Hubo también un partido. Ganó Boca con dos goles de Cardona, el más talentoso entre los que jugadores. El primero, de tiro libre exquisito; el segundo, a puro amague y con caño al arquero. Y con los goles otra vez la ofrenda a Dalma, cara a cara, con aplausos alrededor del número 10.

El final, ya de noche, la hora de una última despedida. Nunca Dalma se vio tan parecida a su papá. La emoción de su cara, los ojos en brillo, el puño en el pecho y el gracias que bajó hasta posarse como una caricia tierna sobre la pelota.