En 2001nacía  un espacio de estudio, análisis y discusión de los espectáculos teatrales en cartel en la ciudad: la Escuela de Espectadores de Buenos Aires bajo la dirección del crítico e investigador teatral Jorge Dubatti. Veinte años después,  el exitoso modelo de esta escuela se ha replicado no solo en muchas otras ciudades de Argentina, sino también en diversos países entre los que se cuentan España, México, Costa Rica y Brasil.

Como  producto de esta experiencia nace ahora la editorial Los libros del Espectador. Su concreción obedece, según sus creadores, “a la necesidad de leer dramaturgia de calidad, aquella que muchas veces el público disfruta desde la platea del teatro.”

Este espacio editorial cuenta también con la curaduría de textos de Jorge Dubatti, director de las colecciones, y la edición de Mariana Vanesa Dubatti y Nora Lía Sormani. El grupo editorial se completa con Guillermina Marino en diseño editorial y página web y Silvia Pazos en la corrección.

La reescritura de Lisandro Fiks que constituye el texto inaugural de la editorial cuenta con el apoyo de la Real Embajada de Suecia.  Durante dos años (2018 y 2019) y con la actuación protagónica de Juan Leyrado, luego de ser presentado en el Teatro Regio, también bajo la dirección de Fiks, esta versión de Ibsen recorrió el país e hizo temporada en Mar del Plata.

Además de “Rescrituras Argentinas”, la editorial desarrolla otras dos colecciones: “Dramaturgias Argentinas” (Como si pasara un tren de Lorena Romanin) y “Traducciones Argentinas” (Pundonor de Andrea Garrote).

En la contratapa del libro Lisandro Fiks es presentado como director, actor, autor y músico.  Entre sus trabajos para teatro figuran  las obras El toque de un poeta; Mala praxis, 1982, Obertura solemne; El avaro; 25 millones de argentinos; Un enemigo del  pueblo; Extra virgen y Hombres y  ratones. Durante 12 años integró el grupo músico-teatral Los Amados. En cine actuó en las películas La noche de 12 años y The Two Popes, dirigido por Fernando Meirelles. Es docente de teatro y música en distintas instituciones del país.

-Más allá de la presentación formal, ¿cómo te definirías?

-Lo que siempre está por debajo o por encima de lo que estoy haciendo es que soy actor y músico. Todo lo otro como el hecho de que escriba, que dirija, que reescriba, que haga versiones, arreglos musicales, dirección musical, que componga música, deriva de ese hecho, de ser actor y músico, de querer estar arriba del escenario.

– ¿Un enemigo del pueblo es la primera reescritura que hacés?

-No, ya había hecho otra. Cuando entrenaba con Augusto Fernandes tomaba obras de cualquier autor y las reescribía  pensando en una actualidad. Ese ejercicio me quedó. Ningún autor escribe una obra para ser representada 100 o 200 años después, sino para su momento. Por eso, cada vez que tomo una obra de otro tiempo es como si se me prendiera un automático y pienso cómo sería si fuera representada hoy, de qué modo trasponer la actualidad del autor a la nuestra, porque es la forma de saber cómo pensaría hoy un personaje que no fue escrito para nuestra actualidad. Hay adaptaciones, como la última que hice que también dirigí y que fue Hombres y ratones tomada de Of Mice and Men de John Steinbeck, que si bien no la pensé para la actualidad, sí la pensé para una actualidad más cercana que la de la obra, para la Argentina en el 68.

-¿Y por qué decidiste colocar Un enemigo del pueblo en la actualidad?

-Porque esa obra permite el día de hoy. Tiene una gran actualidad.

– Tu reescritura me sorprendió mucho porque en las versiones que había leído aparecía el médico, personaje principal de la obra, enunciando una verdad absoluta: las aguas del balneario que es el atractivo turístico del que vive el pueblo, están contaminadas, son mortales y la única solución es cerrarlo. Ahí comienzan a manifestarse diversos intereses económicos y políticos que van contra una verdad incontrovertible. Vos no lo planteas en términos absolutos, sino con muchas gamas de grises. La verdad en términos absolutos, según decís,  es la de la versión de Arthur Miller. ¿Por qué esa versión marcó tanto que llegó, creo, a ser la más difundida?

-Supongo que tiene que ver con una cuestión de difusión y de llegada, que está relacionada con Hollywood y una cultura que tuvo la posibilidad de tener más alcance del que venía teniendo un autor noruego. En su momento se hizo la versión cinematográfica con Steve McQueen. Luego se hizo Tiburón que es evidente que está tomada de la obra de Ibsen. En el San Martín, las dos versiones que se hicieron previas a la mía, la de Renán y la de Bianco, donde trabajaba Héctor Alterio, también se basaron en la versión de Miller. Siempre se apunta a esto porque creo que hay una identificación con el doctor Stockmann que proponer Miller, que es un hombre que lucha contra la mentira, contra la corrupción, contra los intereses económicos, pero Ibsen no escribió eso.

-¿Y qué escribió?

-Ibsen escribió a un fanático, como muchos de sus personajes, que por supuesto tiene su verdad. El agua del balneario no era mortal en el original. Pero para un médico, que el agua tenga cierto grado de contaminación es  suficiente para cerrar el balneario o, en el caso de mi reescritura, para cerrar las termas. Hoy, tenemos el paralelo del virus que anda dando vueltas y por eso hay que cerrar todo. Y lo que Ibsen dice, aquello sobre lo que nos da una cátedra, es que no hay un solo factor a tener en cuenta. Nos muestra una realidad sin dar una respuesta. No dice “esto debería ser así”, sino que se toma el trabajo de mostrar dos posiciones posiblemente conciliables. Pero el médico y el intendente son hermanos y cuando los hermanos empiezan a pelear ya no pueden volver atrás porque hay una historia entre ellos. Hay cosas del pasado por las que no se van a permitir llegar a un acuerdo. Pelean cada  uno por su verdad y cada uno comete errores. Hoy la pandemia nos muestra eso. Es indudable que hay un virus y si nos quedamos todos en casa, el virus desaparece. Pero la realidad nos muestra también que hay cuestiones sociales, económicas, anímicas  que interfieren. Ibsen no nos da ninguna respuesta sobre ese difícil equilibrio, sino que más bien nos tira la pregunta a la cara. Miller, en cambio, nos da todas las respuestas. La reescribió en 1950 y en ese momento tenía su mirada sobre temas como la corrupción. Por supuesto que si mirás Un enemigo del pueblo con Steve McQueen o Tiburón de Spielberg, que indudablemente está tomada del texto de Ibsen, los villanos son los comerciantes del pueblo y el intendente a los que no les importa que una persona muera por contaminación o que la coma un tiburón, porque quieren mantener el balneario abierto. Como el coronavirus a veces es grave, a veces no, a veces es asintomático, no es que te contagiás y te morís, creo que lo que sucede es más parecido a la versión original de Ibsen.

-Bueno, muchas veces sí te contagiás y te morís.

-Si, por supuesto, por eso. Lo mismo pasa con una fábrica que contamina un lago en la Argentina o en cualquier lugar del mundo. Entonces la gente piensa a largo plazo, porque si se va la fábrica no tiene trabajo y sus hijos se van a tener que ir por esa razón. Entonces funciona la fábrica, la curtiembre, la minería o los sembradíos con glifosato.

-Vos decís “la gente decide”.  Pero no es así, las que deciden son las corporaciones.

-Por supuesto que sí. Muchas veces luego de las funciones, había gente que nos decía “esto es lo mismo que sucede en mi pueblo”. Me refiero a la lucha de gente o de un sindicato que tal vez apoya una fábrica porque necesita de ese trabajo, porque tiene que comer hoy. La idea no es mostrar una verdad absoluta, sino mostrar algo que se parece a la realidad para hacernos pensar, que creo que es lo más atractivo de la literatura o de una obra de teatro.

– Otra cosa que me llamó la atención es que vos señalás  en la entrevista final del libro que en el original de Ibsen hay todo un discurso del médico a favor del voto calificado.

-Sí, y dice cosas aún peores. Habla de exterminio, por ejemplo. Compara razas de animales con razas de hombres. Ibsen escribió esto antes de las guerras, antes del Holocausto. Yo no lo puse en la obra porque hoy pasaría de ser algo políticamente incorrecto a ser un horror. El doctor se cree  una persona pensante y cuestiona la democracia porque está convencido de su verdad y si hay algo que va en contra de esa verdad, él no lo puede concebir. Y como la democracia ampara la decisión de la mayoría, él se siente acorralado y dice lo que dice. Lo que más me atrae es que también esto es actual, porque cuando gana por mayoría quien no nos gusta, pensamos que la democracia no funciona. Y es cierto que la democracia es un sistema que, aunque deficiente, es el mejor que tenemos. Pero necesita actualizarse constantemente.

-Me pareció muy jugado que en la asamblea que hay en la obra, hicieras participar el público. Es una decisión riesgosa. Supongo que haría variar la obra mucho más de lo que varía siempre una obra a través de las funciones.

-Sí, fue un riesgo enorme que nos encantó correr tanto a los actores como a mí. La verdad es que la situación no fue muy diferente en las sucesivas funciones. De la primera a la última fue muy similar. Todos los espectadores quisieron participar y se sumaron al juego dramático de la invitación a ser el pueblo. Entonces le gritaban al doctor, le gritaban al intendente, a Velasco (el director del diario del pueblo). “Dejá hablar al doctor”, decían cosas así, no es que les hablaban a los actores por sus nombre reales, sino por la ficción. Formaban parte ese pueblo en esa asamblea. Por supuesto, eso no se podía ensayar y no sabíamos si la gente se iba a enganchar o no. Pero se enganchó desde la primera función y luego comenzó a correr el rumor de que pasaba eso y la gente venía cada vez más entusiasmada en participar. A su vez, los actores comenzaron a tener cada vez más cancha a la hora de manejar al público. El intendente comenzó a tomar su rol con todo. Por suerte eso no se descontrolaba y en el quinto acto volvía a ser una función tradicional con la luz de sala apagada.

-¿Y quién lograba más adhesiones?

-Desde ya que el doctor. Siempre va a tener más atractivo una persona que lucha contra el sistema, que tiene ideales nobles, ideales de salud, aunque diga las barbaridades que dice y sea un fanático que no quiere escuchar opciones de soluciones diferentes de las que él plantea. Su hermano, el intendente, le ofrece hacer los arreglos, pero a largo plazo y él no los acepta. Entonces ambos llegan a un punto sin salida. Ibsen fue en genio en el diseño dramático de la obra al hacer que fueran hermanos. De no haberlo sido, tal vez llegaban a un acuerdo, pero de esa discusión de dos tipos grandes con una historia en el medio no hay vuelta atrás.

-Es curioso que el texto de Ibsen se haya violentado tanto, que se haya borrado de un plumazo lo que decía.

-Sí. A mí eso me da un poco de pena porque el texto de Ibsen original me parece más rico. Por supuesto que no podemos negar el genio de Miller ni de la versión de Tiburón. En esa película de Spielberg, el intendente se da cuenta del error que está cometiendo cuando el tiburón mata a un niño. Entonces se vuelve loco y ahí la historia pega un giro cinematográfico. La situación era de patas cortas, porque cuando la gente se empieza a morir, no hay más nada que discutir. Cuando la gente se empiece a intoxicar y a morir en el balneario, tarde o temprano se va a cerrar. Es lo que pasa con el coronavirus, si hiciéramos como si no pasara nada, la gente se moriría masivamente. La cuestión es encontrar la forma de hacerlo con la mayor inteligencia posible. El texto nos invita a reflexionar acerca de que los extremos son absolutamente negativos. En eso se ve el gran genio de Ibsen que está presente en otras obras. Creo que él se observaba a sí mismo como un tipo extremo, pero podía medir las consecuencias. Bueno, no lo sé. Es que yo juego a meterme en la cabeza de él para saber por qué escribía este tipo de cosas.