El cineasta griego Constantin Costa-Gavras, homenajeado recientemente en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, mantuvo a sus 92 años una mirada lúcida y crítica sobre el mundo contemporáneo. En una entrevista con El País Semanal, realizada por Miquel Echarri, el director repasó su carrera, sus convicciones políticas y su percepción de la actualidad, marcada por la amenaza a la democracia, la crisis climática y la banalidad del poder.
“Todas las historias acaban mal”, reconoció Costa-Gavras, “porque incluso nuestros éxitos más rotundos acabarán siendo derrotados por el tiempo, que es un enemigo formidable. El happy end del cine estadounidense, además de una convención narrativa, es una gran mentira que nos infantiliza. Pero tampoco soy nihilista: siempre intento dejar un resquicio a la esperanza. La vida es una lucha, y cada nuevo día nos ofrece la oportunidad de seguir luchando” (El País, Miquel Echarri, 30/11/2025).

Desde su asiento en la sala de los tapices del Alcázar, el director observó el mundo con una mezcla de humor y alerta: “Lo que vemos hoy no me gusta, pero sigo creyendo en la capacidad de regeneración del ser humano. Conservo la capacidad de indignarme cada mañana y sé que hay jóvenes que comparten esa indignación y buscan cambiar las cosas. Confío en ellos, espero que encuentren la manera de salvarnos del desastre”.
Repasando su filmografía, Costa-Gavras subrayó el carácter político de su obra: “La neutralidad no siempre es moralmente legítima. Yo siempre dejé claras mis simpatías, por eso se dice que mi cine es político. Pero no es un cine partisano ni dogmático. Mis películas son arte, espectáculo; tienen que responder a la lógica de la dramatización y resultar potencialmente atractivas para el público” (El País, Miquel Echarri, 30/11/2025). Desde Z hasta El último suspiro (2024), su cine abordó conflictos históricos y sociales con rigor, denunció injusticias y analizó la violencia del poder, siempre dejando espacio para la reflexión y la humanidad de los personajes.
La mirada política de Costa-Gavras
El director, sin embargo, no rehusó analizar la actualidad política: “Vivimos en un escenario preapocalíptico. Nuestra codicia está destruyendo el planeta y nuestra incapacidad para el diálogo está destruyendo la democracia. Donald Trump, siento decirlo, es la personalidad que mejor define nuestra época, porque ha demostrado que no necesita dialogar con nadie, transigir con nadie ni respetar ninguna regla para hacerse con todo el poder en una democracia de 300 millones de habitantes y hacer con él lo que le apetece, sin inhibiciones ni límites. La perfecta metáfora de esa anomalía política es ese vídeo en que se muestra a sí mismo en un avión bombardeando con excrementos a los que se manifiestan en su contra. ¿Hay algo menos democrático que un presidente que detesta a todo el que no le secunda y presume de ello?”
Y agregó sobre Trump: “Es el perfecto ejemplo de la banalidad del mal llevada al máximo. Pero resulta demasiado atroz como para dedicarle una película. Ni siquiera existe la posibilidad de parodiarlo, porque él ya se parodia a sí mismo. Charlie Chaplin ya hizo algo similar en El gran dictador, y yo no me siento capaz de igualarlo”.
A pesar de la decepción con la política contemporánea, Costa-Gavras mantuvo su optimismo cauto: “No he perdido la fe en la vida ni en la capacidad de los seres humanos de regenerarse. Confío en quienes tienen energía y futuro para indignarse y actuar, y quiero seguir aportando desde mi trinchera: el cine es mi pasión, no una profesión. Mientras tenga historias que contar, seguiré haciéndolo” (El País, Miquel Echarri, 30/11/2025).
El director también recordó su formación y sus vínculos con la izquierda europea: “Sigo un poco escorado a la izquierda, pero no lejos del centro. Me gusta escuchar a todo el mundo, sopesar las razones de unos y otros y tomar mis propias decisiones. He querido contar quién soy y cómo soy, porque dejar constancia de tu paso por el planeta es una tarea noble”.
Entre los proyectos que aún le entusiasmaban estaba la crónica de la guerra civil griega de 1944-1945, un período clave de su país natal que consideró injustamente olvidado. Aunque algunas ideas de películas sobre la Guerra Civil española o Bizancio permanecían en su mente, Costa-Gavras fue consciente del tiempo limitado que le quedaba y lo enfrentó con serenidad: “He aprendido a disfrutar del instante y de la extraordinaria aventura de estar vivo”, concluyó.