Entre el 30 y el 31 de mayo de 1985 cayeron más de 300 milímetros de agua sobre el Área Metropolitana Buenos Aires (AMBA); se la llamó ‘la lluvia del siglo’. Hubo que lamentar al menos 17 personas fallecidas y decenas de miles de evacuados. Las pérdidas materiales fueron incalculables.
En ese contexto, en una esquina de Palermo, en Paraguay y la Avenida Coronel Díaz, un grupo de vecinas y vecinos empezaron a reunirse para juntar donaciones. Rápidamente, el volumen de ropa, camas y todo tipo de elementos útiles, creció tanto como el agua que había anegado las calles de otros vecindarios. Al comienzo se utilizaban camionetaso autos para llevar las cosas, pero tan rápido creció la cantidad de aportes que empezó a acopiarse todo en el garage de un edificio cercano, para luego conseguir camiones que, voluntariamente, llevaran las donaciones a donde hiciera falta.
Los municipios, iglesias u organizaciones que recibían el apoyo querían enviar notas de agradecimiento, pero no se sabía a quién dirigirlas. Así surgió la necesidad de ponerle nombre al grupo y en una noche otoñal, en plena calle, una asamblea decidió que serían los Vecinos Sensibles de Palermo.
La campaña duró varias semanas con un gran impacto, el suficiente para demostrar la capacidad de organización y el potencial de la comunidad. Acciones similares se repitieron en 1987, el ’88 y el ’89 antes acontecimientos climáticos más o menos similares.
A partir de ese otoño del ’85 comenzó un camino que recorrió una ventana temporal de diez años; a 40 años de aquel hito fundacional, como toda experiencia social, es una senda abierta hacia horizontes insospechados.
Esa década se inició en pleno despertar democrático; atravesó alguna de las crisis económicas y sociales más profundas de la historia del país (1989), y terminó en un contexto de repliegue de la participación social mientras se reacomodaban de manera sustancial valores y variables económicas y políticas del derrotero nacional.
En el tiempo que la agrupación estuvo activa, se multiplicaron una enorme cantidad de actividades: varias campañas de solidaridad con inundados, plantación de más de 300 árboles, incluyendo el rescate de dos palmeras centenarias que se relocalizaron en el barrio, construcción del banco de la Paloma en Charcas entre Guise y Bulnes (que aún perdura), arreglo de salas y realización de murales en el Hospital de Niños; actividades recreativas y culturales con niñas y niños internados, realización de corsos e innumerable cantidad de festivales populares, talleres de transformación de juguetes bélicos, apertura de múltiples espacios culturales y recreativos, compras comunitarias frente al escenario de hiperinflación, edición del periódico Palermo Sensible (de distribución gratuita, editado en forma de ‘diarito’ durante más de 5 años con tiradas mensuales de hasta 10.000 ejemplares, cuya colección completa, ya digitalizada, estará próximamente en línea, en el Archivo Histórico de Revistas Argentinas – Ahira), plan de seguridad vecinal, realización de murales en el barrio y en la estación Bulnes del subte (que no han perdurado), entre otras, con una constante interpelación a las autoridades a partir del protagonismo y la autogestión vecinal.
Quienes habitaron la Ciudad de Buenos Aires en aquellos años, mantienen un vago recuerdo (o no tan vago) de aquella experiencia de trabajo comunitario en un barrio que tiene una enorme densidad de población; no obstante, en aquellos años mucha gente se reconocía por la calle gracias a las actividades realizadas y al espíritu que se fue construyendo en el barrio. En aquel entonces, se apelaba a una simpática muletilla: barrio es la trayectoria que recorre un chisme, el que no se enteró es de otro barrio. Aún hoy, quienes aún vivimos por la zona, nos seguimos reconociendo fruto de lo vivido en aquellos años.
Durante esos diez años se demostró que se pueden construir lazos comunitarios aún en las grandes ciudades, recuperar la escala humana en urbes que están en otra dimensión. La ciudad que queríamos, participativa, democrática, solidaria, se construía desde el propio protagonismo autogestionado; la utopía permanece intacta y gracias a la digitalización de material documental, se puede vislumbrar algo del legado sensible que supimos alimentar.
A pocos días de una nueva elección de integrantes de la Legislatura, cabe recuperar el sentir de (las y) los Vecinos Sensibles de Palermo que siempre interpelaron a las autoridades de la otrora sólo ‘Capital Federal’ puntualizando su responsabilidad en la resolución de los múltiples desafíos que plantea una concentración urbana como la porteña, al tiempo que reivindicaban el derecho -y también activaban la posibilidad- de la organización comunitaria para cumplir con la parte que nos toca a las y los ciudadanos, por cierto indelegable, en la construcción de una sociedad mejor.