Levantemos nuestras copas en estas celebraciones, y no son palabras, por cada persona discapacitada, abandonada a su suerte, por Valentina, Julieta, Lola, queridas actrices, por la mamá de Ian Moche y por todas las madres con hijos autistas. Pienso en su lucha mientras las imagino encapsulando la indignación para que solamente el amor y la sonrisa dominen las medianoches de Navidad y Año Nuevo.
Levantemos las copas por los universitarios que tienen un motivo hoy, gracias a que todavía quedan algunos jueces decentes, y docentes también, en lo jurídico.
Levantemos las copas por el Garrahan, por los heroicos trabajadores que caminan por los pasillos y se desviven por los que sufren y unos y los otros se intercambian imprescindibles caricias y se las dan a los que más sufren.
Levantemos las copas por los despedidos, los de las carpas del aguante, estacionados en la banquina de la vida, esperando un patrón que pague aunque sea las indemnizaciones, uno que dé la cara, uno que pueda ofrecer futuro.
Levantemos las copas y hagamos un brindis por el Conicet, por los bochos, como le decimos a los científicos, los que inventan, los que se quedan pelados y sin lentes, en el estereotipo que tenemos de los sabiondos. Los muchachos que con una beca empiezan la vida camino al orgullo que la palabra Conicet implica.
Brindemos por los que sientan lo mismo.
Por esta cofradía que integramos. Millones que resistimos, que nos enojamos pero no declinamos la sonrisa. Que nos aferramos a los valores de un mundo más justo, más vivible, menos vulnerable ante los que sólo se celebran a sí mismos.
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Entre brindis y brindis, llegamos a las últimas horas del 2025. Quiero terminar cerca de los que pelean, de los que luchan. Hacer una síntesis coral, un vuelo imaginario para recordar algunas definiciones que conmueven.
Por caso, la de Lola Berthet, a propósito de la lucha por la discapacidad: «Este gobierno instaló un odio sobre nosotros, hacia nosotros. Y es un colectivo muy vulnerable. Por eso tenemos la responsabilidad de luchar y lo siento más allá de mi hijo».
En el Conicet colocaron un árbol de Navidad donde estaban todos los reclamos de los científicos y, arriba de todo, la estrella culona, el trabajo maravilloso del fondo del mar. Los científicos dijeron: «Estamos en la puerta del Polo Científico y Tecnológico, pidiendo por una Navidad con ciencia después de una sin ciencia».
O Valeria Levi, vicedecana de Exactas, que puntualizó: «Con U$S 50 millones por año el sistema científico, no digo que crezca, pero logra mantener la estructura. Este monto para muchos puede ser enorme, pero salieron U$S 300 millones los aviones que se compraron a Dinamarca. Y se perdieron U$S 1500 millones con la entrega que se hizo a las exportadoras de cereales».
Tenemos que hacerlo posible.
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Por eso, llego a estos brindis, con mi amiga, La Duda, una compañera inseparable, inevitablemente lo es. Pero también con la convicción de ese jubilado que escuchamos estos días frente al Congreso, asistiendo a la cena del Movimiento de los Trabajadores Excluidos (MTE). Y de pronto vi, en la búsqueda inicial, el título de la mafia de sobre Vaca Muerta, anunciando la colosal ganancia del yacimiento petrolífero.
El jubilado es discapacitado y le pide piedad al gobierno. El diario anuncia que Vaca Muerta ganó como nunca este año… Y yo digo: qué distancia que hay.
Entonces, escucho a una mujer que fue con sus hijos a esa cena, porque no tiene para comer y duerme en los cajeros. De inmediato pienso en el círculo rojo que en 2015 consumó la estafa como si hubieran lanzado un misil de los que rompen la tierra. Ese círculo gangsteril celebra ahora que Vaca Muerta le da a la Argentina este año 40% más que las exportaciones del año pasado.
Entonces, vuelvo a mirar y lo veo a Leonardo Jerez, un laburante de Ingenio Ledesma, contando que acamparon todos estos días, para protestar por el fraude de la empresa contra los trabajadores. Y me asalta la melancolía que me trae el recuerdo de la inmensa lucha por hacer de YPF una empresa argentina de verdad. Y de la lucha de los medios de Magnetto y el establishment de la derecha, oponiéndose: bárbaros, ignorantes, sabios para el robo, sabios chorros.
Y finalmente me aborda el recuerdo del cura Toto de Vedia que dice que «cuando se corre el Estado entra el narcotráfico y se rompe el tejido social». Entonces vuelvo, en medio de todas esas dudas, me asalta a la cifra de Vaca Muerta: U$S 7000 millones.
«Hemos visto al otro país», canta la entrañable Teresa. Y parte el alma pensar lo que hicieron con el otro país para convertirlo en este. Aquel país dejó cero deuda y el más maravilloso logro argentino, Vaca Muerta, entre tantas otras cosas. Un país cómodo para sus habitantes. Mientras que la dictadura, Menem, Cavallo, Macri y Milei dejaron y dejan la pavorosa deuda que jamás podrá saldar la Argentina y siempre será pagada por el pueblo con ajuste y miseria.
Comiendo algunas noches frente al Congreso con los amigos pobres. Esa pobreza atroz de los que cenaban allí la noche del 24.
A CFK la tienen presa. Como la tienen presa a Milagro. Mientras ellos disfrutan de los beneficios que les dejó aquel país que se robaron acaso para siempre.
Por eso, como nunca, digamos: no hay que dejar la vida en pausa, hay que meterle para adelante. Y terminar este año con la copa bien alta, lo más alta posible. «