Desde hacer suyas las políticas belicistas de Estados Unidos, que “invitan” a los países americanos a plegarse a una guerra que ni sienten ni les pertenece (la de Ucrania), hasta someterse a los mandatos de esa diplomacia que todo lo resuelve con intromisiones y garrotazos (como en Venezuela), América Latina, Sudamérica más específicamente, ha dado en las últimas semanas las peores muestras de unos gobiernos que están dispuestos a canjear la independencia y enchastrarse en aventuras bélicas que tienen una definida marca de origen. Podría decirse que Ecuador y Uruguay –más precisamente los presidentes Daniel Noboa y Luis Lacalle Pou– encabezan la ominosa lista, en contraposición con Colombia –Gustavo Petro–, que milita opciones pacifistas y soberanas.
En la sobreactuación de un alineamiento que lo llevó a la abyección del pleno servilismo, Noboa recibió un día al subsecretario de Estado de Estados Unidos, Kevin Sullivan, y días después se supo por un comunicado de la embajada norteamericana que Ecuador (Noboa) se había comprometido a entregar al Pentágono el material militar recibido en su momento de la Unión Soviética y luego Rusia. Esa “chatarra”, como la calificaron Sullivan y Noboa, sería entregada a Ucrania para enfrentar al ejército ruso. A cambio, Estados Unidos daría a Ecuador “equipos de última generación” por 200 millones de dólares para la lucha contra los incipientes grupos de malandras asociados al narcotráfico. Por lo que se verá, Ecuador se habría visto obligado a desistir del negocio y en algún momento lo haría público.
Extraño caso de doble sumisión el de la cancillería ecuatoriana. Así como fue la embajada de Estados Unidos la que reveló la decisión de Noboa, ahora fue el embajador de Rusia, Vladímir Sprinchán, el que dijo que “en cualquier momento” la cancillería de Quito les diría a Rusia y a los ecuatorianos que el negocio no se hará. Pasado un mes y medio desde el inicio de esta patética historia, el diplomático ruso hasta les dio letra a sus pares sudamericanos para que dijeran algo que pareciera coherente. “En la mañana de hoy (16/2) Ecuador confirmó que desistía de lo previamente acordado. Considerando su status neutral, y como miembro permanente de la ONU, no puede permitirse verse arrastrado en un conflicto bélico”, dijo Sprinchán que dijo Noboa. Nunca se supo cuál sería la “chatarra” involucrada en el canje. Trascendió que serían sistemas lanzacohetes y cañones antiáereos.
Desviando la mirada del verdadero eje de la cuestión, periodistas y analistas políticos hacen hincapié en asuntos más asociadas a los tribunales que a la política, la soberanía y el plano laboral. En un país sumido en una profunda crisis, la dirigencia política también aparece ajena. Que la decisión tomada por Noboa viola la Constitución, los acuerdos bilaterales con Rusia, el Protocolo y el Tratado Internacional sobre Comercio de Armas de Fuego y la Carta Orgánica de la CELAC –que define a la región como zona de paz– ya no están en debate, lo que de alguna manera significa que el tema no pasa por lo jurídico sino por lo estratégico y político. Y básicamente por lo comercial. Rusia es el mayor consumidor mundial de flores y, sobre todo, de la banana ecuatoriana.
Por más que ahora pueda rever su decisión inicial, todo este episodio demuestra la miopía de Noboa como gobernante. Cuesta pensar que lo dicho por el diplomático ruso sobre el nunca antes exhibido supuesto status neutral de Ecuador conlleve la causa real y valedera del recule. Más bien parece que el destino de las rosas, los claveles y las bananas haya sido la verdadera causa que llevó a Noboa a entrar en razón. No son ni la dignidad ni la defensa de la soberanía, sino el seguro apretón de Sprinchán el que llevará al presidente a rectificarse, en algún día del futuro, sobre el valor de chatarra de las armas con las que pensaba involucrarse indignamente en una guerra que, además, ya tiene el final cantado.
Al fin, Noboa razonó, con los datos aportados por los productores y, seguramente, con la prepoteada del embajador. Rusia es un mercado estratégico. Ningún otro puede igualar su demanda de bananas, así como ningún otro puede producir como para satisfacer sus necesidades. Se exporta un promedio semanal de 1,4 millones de cajas, con lo que ese mercado representa el 21% de toda la exportación bananera de Ecuador. En 2022 el país había vendido a Rusia por un total de 733 millones de dólares. Para medir la dimensión de ese mercado, basta saber que en los primeros diez meses de 2023 ese monto ya había saltado a 841 millones. En claveles y otras flores la situación es similar. Según el Ministerio de Producción y Comercio Exterior, la actividad ocupa en forma directa a 200.000 personas, para llegar a 500.000 si se cuentan los negocios relacionados.
Ataquen a Venezuela
En otra muestra de la mirada cortita de ciertos gobernantes, la ecuatoriana Irene León citó a Noboa y a Lacalle como dos casos de dirigentes que “se dejan llevar por ojeras ideológicas que les impiden privilegiar los intereses de sus pueblos por sobre los suyos”. Lacalle, que en sus cuatro años de gobierno acabó con la diplomacia soberana de sus predecesores, se puso a la cabeza ahora de la campaña norteamericana contra Venezuela.
Y, más realista que el rey, congeló las relaciones con Caracas y salió en defensa de la ultraderechista Corina Machado, punta de lanza, ella, de una nueva ofensiva anti venezolana. El mismo día que la oposición decidió volver al diálogo democrático con el gobierno, y sin preguntarse por el pasado terrorista de la mujer –promotora de una invasión militar y de las “guarimbas” que impusieron el terror y dejaron decenas de muertos en 2014–, Lacalle se juega por ella.
En medio de tanta indignidad, asomó la coherencia de la diplomacia colombiana. Durante la reciente Conferencia de Seguridad de Múnich (18/2), Petro honró el lema del encuentro –“Paz a través del diálogo”–, señalando que se puede asistir a Ucrania, “pero no con armas, sino propiciando diálogos que permitan salir de la guerra”. La idea ya había sido expuesta por el presidente, cuando Estados Unidos lo presionó impúdicamente, exigiéndole en vano que entregara armas y municiones al régimen ucraniano. Petro dejó una última lección: “Necesitamos un nuevo pacto humano para salir de las guerras y transformar a la ONU en un instrumento para la paz. Es inadmisible que la inmensa mayoría de la humanidad esté contra la guerra y los cinco países dueños de las armas (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, China y Rusia) tengan el poder de veto sobre los destinos del mundo”.