Entre las tareas diarias y la crianza, las reporteras gráficas salen a capturar la memoria colectiva, lo que acontece: nuestra historia. Sin embargo, en los últimos tiempos, la prensa se ha convertido en un blanco de la represión estatal, lo que hace que su trabajo sea aún más difícil y peligroso.

A esto se le suma la precarización laboral, el costo de la vida y las multitareas que deben realizar para sostener su familia y su carrera. En este contexto: ¿Cómo es ser madre y reportera gráfica? ¿Cómo se organizan con las otras tareas cotidianas? ¿Qué sienten ante el peligro? ¿Qué cosas se sacrifican para contar lo que acontece? ¿Dónde queda el deseo en esta ecuación? 

Alejandra Morasano y Laura Melonio, ambas reporteras gráficas y madres, comparten sus experiencias y reflexionan sobre los desafíos que enfrentan.

Cuidar la libertad de expresión: el desafío de ser reportera gráfica y maternar

El cuidado como trabajo y como derecho

Las tareas de cuidado son una parte fundamental del sostenimiento de la vida y en Argentina representan un aporte del 16% al Producto Interno Bruto (PBI). Las mujeres triplican los trabajos del cuidado aportados por los hombres, es decir que dedican tres veces más tiempo al sostenimiento del cuidado de la vida. Hay un cuidado reconocido, precarizado, pero reconocido al fin y otro silenciado históricamente. Nosotras solemos hacer ambos. Como dice Eleonor Faur, las mujeres se vuelven entrenadas malabaristas para sostener empleo, cuidados y, muchas veces, trabajo comunitario. Nuestras vidas se precarizan. Es el nudo crítico de la desigualdad de género.

Las reporteras gráficas se encuentran con una desventaja frente al acceso, el reconocimiento, el tiempo y el lugar que ocupan en la esfera pública. En la actualidad, además, frente a la represión de fuerzas de seguridad del Estado.

Cuidar la libertad de expresión: el desafío de ser reportera gráfica y maternar

Es una de las profesiones más bastardeadas, masculinizadas y reprimidas a nivel mundial. 

La precarización de la vida es tal, que ni siquiera se sabe dónde queda el deseo

Por un lado, hay un cuidado relacionado a la noticia, a incidir en la esfera de la imagen diaria, a mostrar lo que acontece. Por el otro, el autocuidado, vinculado a lo emocional, a ese espacio que a veces pende de un hilo y que necesita de especialistas que atiendan eso que pasa en la mente y en el alma. El cuidado de lxs otrxs, a lxs otrxs y el cuidarnos de la violencia. Las redes de cuidados. Cuidar, en su etimología original, como pensamiento y cura.

¿Quién nos cuida cuando nadie nos cuida? 

Desde que asumió el gobierno de Javier Milei, el poder político argentino fue el principal responsable de las agresiones contra periodistas durante 2024: representó el 52,5 por ciento de los 179 ataques detectados en todo el país según el informe anual del Monitoreo de Libertad de Expresión del Foro de Periodismo Argentino.

El estudio destaca que Milei protagonizó 56 de los episodios denunciados, mayoritariamente a través de su discurso estigmatizante, agravios o insultos e incitaciones al odio en contra del trabajo de comunicar y contar lo que sucede en el país. También hubo cierre de medios, congelamiento de salarios y despidos masivos. A esto hay que sumarle el desfinanciamiento en políticas públicas de género y un ataque directo a los feminismos de los que también somos parte.

Cuidar la libertad de expresión: el desafío de ser reportera gráfica y maternar

“No odiamos suficiente a los periodistas” – Un recuerdo

Hace 40 grados a las sombra, el grueso de la represión terminó, pero queda gente todavía en las inmediaciones del Congreso. Es el 1 de Febrero de 2024 y se trata la Ley Bases. El protocolo antipiquetes no está del todo claro para quienes cubrimos las noticias hace años en las calles de Buenos Aires, nos cuidamos los unos a los otros en medio de la precariedad de la incertidumbre.

Vemos un grupo de policías de la Ciudad correr hacia la columna que se está desconcentrando, con un grito de furia unificado propio de la época de las cavernas. Detienen, en la oscuridad de las veredas que están frente al Congreso de la Nación, a dos jóvenes. Reporterxs y periodistas nos acercamos a registrar el hecho para que no quede en la clandestinidad. Un grupo de policías en moto, comienza a disparar mientras se mueven en zigzag. Nos disparan.

Recibo cuatro perdigones de goma en mi pierna izquierda, sorpresivamente, haciendo mi trabajo, sobre una vereda. Las imágenes que salen por TV llegan a mi hija. Llego a casa y está llorando. La tranquilizo. Mientras me curo las heridas, hago la cena.

Cuidar la libertad de expresión: el desafío de ser reportera gráfica y maternar

Ese día se registraron, al menos, 30 agresiones a trabajadores de prensa. Balazos, quemaduras por gas pimienta y agresiones varias.

Los días siguientes la solidaridad crece. El Sindicato de Prensa de Buenos Aires, los organismos de Derecho Humanos, aRGra, diputados, compañerxs de prensa, todxs salen a repudiar el hecho. Se hacen denuncias. Pero es solo el comienzo. Los meses siguientes lxs fotoperiodistas comenzamos a ser el blanco de gases variados, palos, hidrantes y detenciones, hostigamientos y persecuciones.

Nos volvemos expertxs en dispositivos de cuidado. Todo el equipamiento (casco, máscara antigas, antiparras) es muy costoso para quienes trabajan de manera freelance, pero se arman redes de cuidado de todo tipo. Compras comunitarias, encuentros de reflexión, articulaciones con los grupos de postas sanitarias que atraviesan la misma situación, muestras fotográficas, acciones de denuncia. Con el pasar de los meses, además de la violencia sobre los cuerpos, las distintas fuerzas de seguridad, que reprimen obedeciendo el protocolo antipiquetes de Patricia Bullrich, destrozan muchos equipos fotográficos: lentes, flashes, cámaras, micrófonos y dispositivos móviles. 

Todo lo que vive, reclama y no acata es amenazado y reprimido

Todo lo que muestra y hace visible, silenciado

No hay aprendizaje que alcance. 

¿Cómo cuidar las narrativas visuales mientras el Estado reprime?

Alejandra Morasano se escabulle con la cámara entre la gente y la policía, es de contextura pequeña, pero no duda, o no se le nota. Se formó en otra generación, una en la que había un Ministerio de la Mujer, que vio cómo se aprobaba la IVE (Interrupción Voluntaria del Embarazo) y la ESI (Educación Sexual Integral). Vive en el conurbano. Es reportera gráfica, fotógrafa y madre de una niña pequeña. A sus 35 años, documenta las actuales represiones que se dan en este contexto socio político. Una de sus fotos, donde se ve al cabo Guerrero segundos después de dispararle a Pablo Grillo, fue crucial para la reconstrucción del hecho que realizó el Mapa de la policía para su posterior denuncia.

«Cuando salió el primer informe del Mapa de la Policía, me di cuenta de que lo que había fotografiado coincidía con ese momento. Esa noche, después de dormir a mi hija, me puse a revisar una por una las fotos. Cuando vi toda la secuencia, me temblaba el cuerpo. Me dio mucho miedo. De hecho, estuve una semana sin voz».

Formó parte de una colectiva de mujeres artistas durante los últimos años del macrismo, haciendo intervenciones en el espacio público y eso la impulsó a inscribirse en aRGra (Asociación de Reporterxs Gráficxs), buscando herramientas para narrar lo que estaba pasando.

Cuidar la libertad de expresión: el desafío de ser reportera gráfica y maternar
Foto: Gentileza Susy Maresca

Junto a la reportera gráfica Rocío Bao armaron una muestra llamada “Des-control, micropolíticas de la resistencia», que estuvo expuesta en la sede de aRGra hasta hace unos días. La muestra hace un recorrido por los últimos meses en el contexto de la represión de las fuerzas de seguridad, la violencia, pero también visibiliza la resistencia, las redes y las trincheras que nos salvan. 

«A veces sentimos que nuestras fotos sólo circulan dentro del mismo nicho, en las redes sociales, que el algoritmo nos encierra en un loop de fotógrafes. Pero basta con que alguien las comparta para que lleguen a otros ojos».

Hay algo clave: el fotoperiodismo es prueba, es denuncia. Como en la reconstrucción que permitió identificar al cabo Guerrero, el gendarme que le disparó a Pablo Grillo o con el caso de la nena gaseada por Cristian Rivaldi, que se pudo identificar a partir de una imagen de Cristian Pirovano. La fotografía es memoria, para que no olvidemos quiénes ejercen la violencia.

Ante la escalada represiva, fue afinando las estrategias de cuidado: según la marcha piensa cómo viajar, qué llevar, con quién encontrarse. Si empiezan a reprimir, mantiene cierta distancia y le comparte la ubicación en tiempo real a su compañero. Siempre intenta cubrir acompañada, o al menos cerca de colegas. 

Los miércoles de lucha: un momento para estar en la calle

Laura Melonio, es reportera gráfica, tiene 46 años, es mamá de 3 hijos y trabaja para el medio cooperativo Agenda Sur. Viene desarrollando un trabajo documental profundo y sensible Juventud Acumulada-Jubilados en Lucha, sobre lxs jubiladxs con entrevistas individuales y acompañándolxs cada miércoles con su registro.

«A pesar de las dificultades que tenemos hoy al momento de realizar la cobertura en una manifestación, que tenemos que llevar casco, máscara, gafas siento que es un momento en el que hay que estar en la calle haciendo esos registros, darle voz a esos reclamos y registrar la represión tanto a los manifestantes como a la prensa para poder pedir justicia«.

Al igual que Alejandra, fue cambiando las estrategias de cómo habitar el espacio en la calle. De cómo cuidarse. Elije no ir tan cargada, llevar menos lentes, sacrificar las posibilidades que brinda llevar todo lo que necesita. El temor a que la detenga la policía y le saque los equipos, que luego no se los devuelvan, es algo que viene ocurriendo y genera recaudos y temor.

«No es que no te detienen por ser prensa, es todo lo contrario«.

Cuidar la libertad de expresión: el desafío de ser reportera gráfica y maternar

Desde hace unos meses comenzó a surgir de manera más masiva en la profesión un sentir vinculado al desgaste mental y psicológico de la tarea, a cuestionarse ciertas maneras de habitar el espacio y desplegar los cuerpos que se ven afectados por distintos componentes que desgastan, porque como cuenta Laura, la presión psicológica existe. En el fondo no se trata sólo de cuidarse una en ese contexto, sino de cuidar a lxs demás que están ahí y llegar a tu casa para seguir cuidando. 

«En este trabajo, con esta profesión, una sacrifica la tranquilidad emocional. Me pasa que a veces llego a mi casa muy cargada de todo lo ocurrido de escuchar esas historias, los problemas que tienen los manifestantes y te vas involucrando sin darte cuenta y eso afecta. La falta de sueño, porque no tenés horarios, porque por ahí son las 2 de la mañana y tenés que entregar un trabajo al otro día o estás editando una nota. No tenés esa rutina del horario fijo. Es el día a día. Hay semanas tranquilas y otras que no das más o jornadas muy largas de coberturas. En la calle nunca sabés cuando terminás y cómo».

Maternidades detrás de la cámara

Para la socióloga Eleonor Faur la economía del cuidado es fundamental para entender que lo que hacemos cotidianamente las mujeres cuando cuidamos, sea o no remunerado, genera valor para la sociedad. Sin ese trabajo invisibilizado históricamente no habría economía posible. En esa doble tarea, maternar pone sobre el escenario las dificultades que enfrentamos quienes, además, trabajamos fuera del hogar con los riesgos que hoy implica la profesión. 

Alejandra Morasano se queda embarazada en plena pandemia.

«En 2021, mientras cursaba la materia Fotoperiodismo I en Argra, transité el último trimestre del embarazo y luego los primeros meses de mi hija recién nacida. En ese contexto hubo muchas coberturas a las que no pude asistir: saliendo de una pandemia, no quise exponerme ni exponerla».

Aun así, siente que ser madre le dio más fuerza para salir a la calle. La necesidad de contar, de denunciar, se intensificó: «No quiero este país para mi hija.»

Cuidar la libertad de expresión: el desafío de ser reportera gráfica y maternar

Pese a que no materna sola, porque con su pareja, quien trabaja desde su casa, comparten las tareas de cuidado, la sobrecarga mental existe porque el rol asignado históricamente cala hondo.

Durante el cierre de campaña de las elecciones legislativas en Merlo, del Frente de Todos, no pudo quedarse hasta el final del acto. 

«Todavía amamantaba. Mi hija no comía aún y nunca se acostumbró a la mamadera. Después de tantas horas sin amamantar, yo casi lloraba del dolor. Son cosas que no se ven en la cobertura, pero están ahí, atravesando el oficio.»

«Tu nena se cayó, tenés que venir»

Por su parte, Laura Melonio confiesa que ser madre y reportera gráfica es un desafío porque su disponibilidad siempre se vio afectada por los horarios de su rol materno. La clave que encontró fue planificar su vida profesional en función de los horarios de sus hijxs. ¿Les suena?

Nunca tuvo ayuda externa remunerada, ya que con el trabajo de reportera gráfica no le alcanza como para poder solventar ese gasto, pero tuvo la suerte de conseguir escuelas públicas de doble jornada. Y digo la suerte, porque aunque sea un derecho, no está garantizado para todas.

«Siempre tuve que tener dos trabajos para poder llevar adelante mi economía. Además de ser reportera hago eventos. Siempre está la adrenalina esa de cómo voy a llegar, cómo hago mañana».

Cuidar la libertad de expresión: el desafío de ser reportera gráfica y maternar

La multitarea, la urgencia, el mango que no alcanza, los gases de la policía, las noticias de las que nos alimentamos para saber lo que acontece, el tiempo para estar con lxs hijxs, la imposibilidad de tenerlo, sumar a lo colectivo que sucede, acordarte del cumpleaños de tu madre o de tu amiga, tener pareja. ¿Ir al cine? ¿Tomar un helado? ¿Llorar? El tiempo del deseo se desdibuja. Un viaje a la deriva donde cada día es un misterio.

«En la jornada del 12 de junio en el Tratamiento de la Ley Bases, que fue una de las represiones más fuertes que hubo en los últimos tiempos, momentos antes de la represión, me llaman del colegio de mi hija y me dicen: Tu nena se cayó, se golpeó la cabeza, tenés que venir. Tuve que salir corriendo de la marcha y no tuve material de ese acontecimiento. Le tuve que pedir fotos a otros colegas porque yo no las tenía».

Mirar, fotografiar y maternar, acciones que se vuelven un acto político.  

Derecho al cuidado: avances y desafíos

Recientemente, la Corte Interamericana de Derechos Humanos reconoció el derecho al cuidado como un derecho humano fundamental. Esto implica que todas las personas tienen derecho a recibir, brindar y procurarse cuidados de manera digna y sin discriminación. El derecho al cuidado comprende tres dimensiones: ser cuidado, cuidar y el autocuidado. Tener tiempo.

La Corte destaca la importancia de la corresponsabilidad social y familiar, la solidaridad y la igualdad en la garantía de este derecho. También subraya la necesidad de revertir los estereotipos de género y garantizar el ejercicio de los derechos de las mujeres y disidencias en condiciones de igualdad y que los Estados deben adoptar medidas para garantizar este derecho y asegurar condiciones mínimas para una existencia digna.

Estamos en un contexto donde ni siquiera se respeta nuestro derecho a la libertad de expresión; tenemos que seguir nombrándolo para que exista. Tenemos derecho a ejercer nuestro oficio, como lo establece la Constitución Nacional. Es importante desmenuzar sus dimensiones, Colectivizarlas.

Hay una dimensión clara: cuando el Estado reprime como política pública, pensar qué necesitamos y qué deseamos se vuelve difícil, complejo. Esa es la estrategia. Que nos olvidemos qué necesitamos y volvamos a foja cero, como si nunca hubiéramos ganado derechos o como si no existieran. Entre comer, pagar el alquiler y tener tiempo para salir a pasear con tus hijxs no hay mucho margen.

Por un lado, recuperar las narrativas colectivas, cuidar y mostrar las estrategias que las mujeres-madres hacemos para sobrevivir en contextos represivos, precarización laboral y masculinización. Esta es una tarea necesaria, sobre todo si no se hace en soledad, si hay una comunidad que te sostiene, te banca y te abraza. Nadia no se salva sola, ni Juana, ni Melisa, ni Alejandra, ni Laura, ni vos, ni yo. Somos quienes sostenemos la vida y construimos dignidad para que todo lo demás funcione. 

Por el otro, necesitamos un Estado que nos reconozca, escuelas públicas para nuestros hijxs, atención médica y psicológica pública. gratuita y de calidad, insumos para cuidar nuestros cuerpos, salarios dignos y jubilaciones pagadas. Necesitamos que se respeten los derechos que hemos construido. 

Para todas nosotras, como reporteras gráficas, el desafío será sobrevivir a un gobierno que quiere exterminarnos, problematizar los accesos a los medios de comunicación masculinizados, donde tengamos las mismas posibilidades. Y, sobre todo, seguir apostando al compromiso de instalar una mirada con perspectiva de género, porque somos la historia, la hacemos y tenemos derecho a imaginarla de una forma diferente.

*Este texto se realizó con el apoyo del CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) a través del concurso “Contar los cuidados”