El conflicto en la región etíope de Tigré, que hace un año aparecía como una simple operación policial de unas pocas semanas ordenada por el primer ministro Abiy Ahmed, no solo escaló a niveles de guerra civil sino que envolvió a la vecina Eritrea, amenaza la estabilidad del Cuerno de África y hasta complica la interna israelí.

Ahmed, premio Nobel de la Paz en 2019 por lo que el Comité se consideró su gran contribución para apaciguar la frontera con Eritrea, se convirtió en el líder de un gobierno que espera resolver militarmente las diferencias con el Frente de Liberación Popular de Tigré (TPLF, por sus siglas en inglés). Hace un año creía que sería un paseo, al punto de que luego de que las tropas federales capturaron Mekelle, la capital de Tigré, se vistió con ropa de combate y una boina roja para felicitar a los comandantes que habían participado de ña operación.

Pero el TPLF no estaba derrotado y en pocos meses está en condiciones de entrar en Addis Abeba como para establecer un gobierno provisional. En ayuda de Ahmed salió el presidente eritreo Issaias Afeworki, que envió efectivos para atacar por detrás al TPLF.

Ante esa situación explosiva, gobiernos de todo el mundo retiraron a personal de sus embajadas en la capital etíope por temor a una escalada final. Ahí es donde entra en juego la representación diplomática de Israel, que según denuncian medios de ese país, realizó una operación secreta para rescatar a unas 60 personas de manera subrepticia, con al argumento de eran judíos.

Los llamados Beta Israel -también conocidos como “falasha”- son judíos negros nativos de Etiopía. La mayoría de ellos pudieron emigrar a Medio Oriente luego de la creación del estado de Israel. Dos operaciones, entre 1984 y 1991, lograron sacar del país a miles y se calcula que actualmente hay unos 135.000 viviendo en el Israel. No fue una asimilación fácil, porque la sociedad no los consideraba judíos plenos. Se estima que hoy hay otros 10.000 que quisieran escapar de Etiopía. La polémica con esos 60 es que aparecieron acusaciones de que habían mentido sobre sus raíces judías y exagerado sobre el peligro que corrían en el país africano.

Para agregar leña el fuego, el gobierno de Joe Biden aplicó sanciones a Eritrea por su intervención en el conflicto etíope. Las sanciones están dirigidas a las Fuerzas de Defensa de Eritrea y al partido político del presidente Afewerki, el Frente Popular para la Democracia y la Justicia.

El secretario de Estado Antony Blinken reclamó nuevas conversaciones entre Addis Abeba y el TPLF antes de una gira africana esta semana. La falta de acuerdo «conduciría a la implosión de Etiopía y tendría consecuencias para otros países de la región», agregó. Mientras tanto la violencia se extiende y ya la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos advirtió sobre la comisión de crímenes de lesa humanidad. EEUU acusa de violaciones y asesinatos a mansalva de tropas eritreas en el norte de Etiopía como fundamento para las sanciones.