El Fondo Monetario volvió a dar muestras de que es, antes que nada, un instrumento político. En su habitual conferencia de prensa de cada 15 días, la directora de Comunicaciones del FMI, Julie Kozack, colmó de adjetivos positivos a la política económica del gobierno de Javier Milei e ignoró todas las advertencias que al respecto hacen economistas y analistas, tanto argentinos como del exterior.

En el único punto en el que Kozack hizo un planteo crítico fue en relación a las consecuencias políticas del brutal ajuste que lleva adelante el gobierno ultraderechista. Como ya señaló otras veces la conducción del Fondo, su preocupación es que el apriete sobre las condiciones de vida de grandes sectores de la población derive en una mayor conflictividad social, lo que podría tornar inviable el resto de las políticas que lleva adelante el gobierno.

Para Kozack, el gobierno ha realizado “avances impresionantes” en un “ambicioso plan de estabilización para restaurar la estabilidad macroeconómica”. La funcionaria destacó cuatro aspectos: el superávit fiscal de enero y febrero; el crecimiento de las reservas internacionales; la caída de la inflación “más rápidamente de lo previsto” y la caída del riesgo país.

Kozack pasó por alto las inconsistencias de aquello que elogió. Por caso, el superávit fiscal de enero y febrero se logró -entre otras decisiones- achicando en un 85% las partidas a las provincias que les corresponde por ley, reducción que provocó un duro enfrentamiento Nación-provincias y que, a su vez, derivó en derrotas políticas del gobierno, como la caída del proyecto de ley Ómnibus.

En la misma declaración de este jueves, Kozack reclama al gobierno argentino “trabajar de manera pragmática para generar apoyo social y político para ayudar a garantizar la durabilidad y eficacia de las reformas”. La inconsistencia no es patrimonio exclusivo del gobierno de Milei.

La insistencia del FMI sobre este punto también es un pedido a la oposición para que se allane a los planteos del gobierno nacional. La reunión de gobernadores del Norte Grande con el ministro Francos de la semana pasada y la de este mismo jueves de los mandatarios «aliados» con el ministro de Interior avanzan en ese sentido.

Por su lado, el crecimiento de las reservas internacionales tiene como contrapartida un incremento del mismo tamaño en la deuda comercial exterior de los importadores. Es decir, la recuperación de las reservas en el Banco Central es apenas un asiento contable. La diferencia entre este escenario y el que enfrentó Sergio Massa en el final de su mandato en el Palacio de Hacienda es que el ministro Luis Caputo consolidó la deuda de Massa con los importadores y sobre esa base arrancó una nueva. Por lo demás, es lo mismo. Pero si el FMI le reclamaba a Massa las inconsistencias del comercio exterior, en esta oportunidad destaca el “avance impresionante”.

En relación con la desaceleración de la inflación, el FMI suscribe la teoría monetaria, según la cual el movimiento general de los precios está únicamente relacionado con la cantidad de dinero en circulación. En eso, el acuerdo con Milei y Caputo no tiene fisuras. Por eso, destaca la reducción del déficit fiscal. Para el FMI, la profunda recesión y la caída vertical del consumo no tienen nada que ver. A pesar de que la periodista Patricia Valli le hizo a Kozack una pregunta específica sobre los desastrosos indicadores de actividad y consumo, la vocera del Fondo esquivó el tema.

El FMI tampoco analiza la relación entre la caída de la inflación y el semi congelamiento del valor del dólar. Quizá porque en otros momentos criticó el retraso cambiario -algo común a todos los gobiernos de los últimos 20 años-. La distorsión actual ha llevado a que la Argentina sea hoy cara en dólares: en relación con el resto del mundo, tiene precios por encima cuando hace tres meses estaban muy por debajo.

Y respecto de la caída del riesgo país, el FMI sabe que ese descenso está vinculado a un fenómeno puramente financiero, y es que los inversores y especuladores compran más papeles de deuda argentina que lo que venden. ¿Por qué hay más interés en la deuda nacional? Una respuesta muy posible tiene que ver con el valor planchado del dólar. Según esa versión, estaríamos en presencia de una nueva bicicleta financiera por la cual los especuladores ingresan dólares al país para cambiarlos a pesos y, aprovechando la promesa oficial de una devaluación del 2% mensual de la moneda nacional, invertirlos en cualquiera de las tasas existentes (CER, Badlar, plazo fijo) superiores a ese dos por ciento.

Este ingreso de dólares también influye en el incremento de las reservas y en el sostenimiento del congelamiento del billete verde -y su menor impacto inflacionario-, con lo que la bicicleta financiera vendría a ser un eje sustancial de la política económica. Es algo muy parecido a la arquitectura económica de Mauricio Macri durante el gobierno de Cambiemos y que estalló por los aires en abril de 2018, cuando quedó claro que las inconsistencias de la política económica llevaban a una devaluación del peso.

Si, como dice Kozack, el programa económico dio pasos “impresionantes”, ¿por qué el FMI no colabora con el gobierno para que acelere en esa dirección? Milei y Caputo han dicho que con U$S 15.000 millones en mano liberan el cepo al dólar y normalizan la economía. Pero el Fondo no suelta prenda al respecto: “Sería prematuro discutir las modalidades de un posible programa futuro”, señaló Kozack este jueves.

El dilema del FMI es cómo cobrar el enorme préstamo que le dio a Macri seis años atrás para salvarlo de la corrida contra el peso y que Caputo usó para facilitar la fuga de los bicicleteros de entonces. Los personajes se repiten, al igual que el peligro de volver a quemarse.

Caputo viaja a Washington en dos semanas para participar de la asamblea anual conjunta del FMI y el Banco Mundial. Como financista que es sabe que las palmadas en la espalda y las voces de aliento no llenan las billeteras.