Un tanto destartalado, con las hojas amarillentas y con algunas hojas salidas, el mamotreto que fue de nuestra madre o nuestra abuela ocupa un lugar en la biblioteca de casi todos los hogares argentinos.

Se publicó por primera vez en 1934 y desde entonces se convirtió en el suceso editorial más grande de todas las épocas, si se tiene en cuenta que, por aquel entonces, los aparatos publicitarios no eran

Doña Petrona irrumpió en la televisión en 1951, es decir que en la Argentina su performance televisiva surgió casi con la aparición del mismo fenómeno mediático, y se mantuvo en la pantalla hasta 1983. Su dupla un tanto tiránica con la pobre Juanita fue tan célebre e indivisible como la de El Gordo y el Flaco, Petete y Trapito o Pelopincho y Cachirula.

La mujer que hoy sería el terror de los perseguidores del colesterol alto le habló desde sus recetas a una mujer, la de ese tiempo, que vivía su vida entre las cuatro paredes de su cocina, entre ollas y sartenes, obediente al rol que le imponía la sociedad  procurando la felicidad alimentaria de su esposo fiel a la vieja consigna de que a los hombres se los conquista por el estómago.

Sin embargo, ella no era una mujer sumisa sino todo lo contrario. Aprender a cocinar había sido una forma de liberación, de independencia tanto respecto de su familia de origen como de su primer esposo, cuyo apellido llevó aun cuando ya estaba casada con el segundo, por un tema de marketing: Gandulfo era más que un apellido, era una marca.

Nacida en 1898, al cumplir sus 15 años, como era común en esa época, su familia había arreglado su casamiento con un candidato aprobado por el grupo familiar, pero no por ella. Entonces, siendo todavía una niña… desobedeció el mandato y se fugó de su casa.

La adolescente Petrona Carrizo –ese era su apellido original- fue a parar a una estancia en la que, no sólo aprendió a hacerse respetar entre los hombres, sino también a utilizar las boleadoras, el lazo y las armas de caza, actividades casi privativas de los hombres.

Al cumplir los 20, viajó a Buenos Aires junto al administrador de la estancia donde fue a parar, Oscar Belisario Gandulfo, quien fue su primer marido. Eran tiempos de enormes cambios que para ella resultaron positivos. Las viejas cocinas de carbón en ese momento eran remplazadas por la de gas. Para ese entonces, inquieta y emprendedora, ella ya se había formado como «ecónoma», como se autodefinía según la terminología de la época, en las academias Le Cordon Bleu. Fue así que entró en contacto con la empresa Primitiva de Gas que enseñaba el uso de sus cocinas de última generación y que anunciaba en la revista El Hogar. Allí doña Petrona tuvo una columna semanal y comenzó a hacer demostraciones en vivo en su auditorio. A partir de ese momento, su carrera fue meteórica. Publicó sus recetas en Caras y Caretas, Mucho gusto y Para ti. Luego, como se sabe, se transformó en la primera ecónoma televisiva.

«Abanicos de Pejerrey», «Huevos fríos Bella Vista», «Gallina a la nieve», «Choclo al salmón», «Torta de cumpleaños Calesita», «Gateau Santa Rosa»… Sus platos fueron inmortalizados en láminas que parecían más dibujos que fotos pero que indefectiblemente delataban a una verdadera esteta de la cocina. Pero los riquísimos platos que para ella pertenecían a la poesía porque era un «puema», los compiladores Raul Brasca y Luis Chitarroni los consideraron dentro de la narrativa.

Es así que en la Antología del cuento breve y oculto, descubrieron un microrrelato que Doña Petrona, seguramente, escribió sin darse cuenta de que en la mezcla de ingredientes y en los procesos culinarios hay una narración implícita.  

Reina de la manteca, legión de huevos y la abundancia

El libro de Doña Petrona C. de Gandulfo admite varias lecturas. La primera es la más literal: leerla como ella quiso ser leída. “Con este libro –decía en el breve prefacio de la edición de 1950- deseo ayudar a toda señora amante de arte culinario”.
Para ayudar a esa señora de clase media, Doña Petrona le enseñó, por ejemplo, que hay alimentos que “crean belleza” como la leche, las zanahorias y mucho otros, pero también que no había “nada tan lindo como encontrarnos con una mesa puesta con simplicidad y pulcritud”. En cuanto a los platos en sí, nada mejor que la buena calidad de los ingredientes y la cantidad de los mismos. Doña Petrona no era precisamente ahorrativa ni le temía al fantasma del colesterol. Eran épocas en las que se podía comer sin culpa y la delgadez extrema no era sinónimo de belleza. El pecado de la gula era un pecado menor.

Las recetas

El fran casero de Doña Petrona
Ingredientes
* 1 litro y ½ de leche
* 150 de azúcar
* 12 yemas
* 5 claras
* 1 chaucha de vainilla
* Ingrediente para el caramelo: 250 grs de azúcar

Preparación
Poner a hervir en una cacerola el 1litro ½ leche con los 150 gramos de azúcar y la chaucha de vainilla. Una vez que la mezcla se reduzca un poco, retirar del fuego agregar las 12 yemas y las cinco claras ligeramente batidas con un tenedor. Colocar en una flanera previamente acaramelada, cocinar a Baño de María a horno muy suave hasta que la superficie esté levemente dorada. Sacar del horno y dejar entibiar. Luego llevar a la heladera hasta que esté bien frío. Por la reducción de la leche, este flan ya tendrá cierto sabor a dulce de leche. Los golosos pueden agregarle más y también crema chantilly.