Cuando Hernán Cortés invadió las tierras aztecas, allá por el 1519, muchos nativos consideraban que los conquistadores eran sobrehumanos: “Se oyó la voz del monarca / De que el dios había llegado / y les abrimos la puerta / Por temor a lo ignorado” canta Amparo Ochoa en “La maldición de Malinche”. Por supuesto que frente a la violencia rapaz de los europeos no hubo duda de que eran humanos, demasiado humanos. Con este ejemplo intentamos demostrar que las categorías de análisis utilizadas para considerar la realidad pueden llevar respuestas implícitas que suelen estar erradas. Es tentador usar viejos conceptos al considerar realidades novedosas. Del mismo modo que los mexicas pudieron confundir dioses y saqueadores, nos podemos preguntar qué errores son cometidos a diario por utilizar los conceptos equivocados.

Veamos los conflictos en el mundo. Ya no existen los argumentos de la guerra fría, cuando el supuesto “mundo libre” luchaba contra el comunismo internacional, y de paso liquidaba regímenes populares desde Patrice Lumumba en el Congo hasta Salvador Allende en Chile. Pero había que salvar el modo de vida occidental y cristiano y el orden imperial, que acaso son lo mismo. Ahora la amenaza roja es reemplazada por el narcotráfico y el terrorismo como pretextos de injerencia imperialista, cuando no hablan de ayuda humanitaria o de investigaciones científicas. Todo busca el mismo objeto. Usan las categorías de la “guerra fría” frente a cualquier problema geopolítico, cuando la guerra fría terminó hace años, y son capaces de retorcer la realidad hasta que entre en los parámetros que entienden. Por más dominantes que sean, equivocar en la reflexión es errar en la acción.

En ese ejercicio de “cortar y pegar” la historia reciente, la guerra en Ucrania será presentada de manera muy distinta según consideremos que la guerra comenzó en 2014 o en 2022. Tomar un hecho social tan grave como un conflicto armado y amputarlo de los orígenes y la evolución posterior, es el paso previo necesario para imponer las categorías convenientes, no las que rindan cuenta de la realidad, sino las que legitimen la intervención occidental cualquiera sea el tiempo y el espacio. En el conflicto de medio oriente, entidades no estatales como Hamas, Hezbolá o Ansarolá (hutiés) serán consideradas como organizaciones terroristas por unos, y como movimientos de liberación nacional por otros, como le sucedió al Frente de Liberación Nacional de Argelia durante la guerra de independencia (1954-1962). Algunos sostienen que la violencia en Gaza consolida el derecho de Israel a defenderse, gran parte de la comunidad internacional ve un genocidio en marcha. Sin estudiar la zona al menos desde el 1900 será muy difícil llegar a conclusiones válidas para entender qué lugar ocupa el 7 de octubre de 2023 en la historia y qué significa, en particular para los países árabes. El resultado de utilizar tal o cual visión sobre la realidad internacional también impacta en la política de otras naciones: así, Brasil, Chile y Colombia defienden la posición palestina, mientras Argentina endosa los argumentos de Israel.

La incomprensión de realidades complejas, el uso de categorías equivocadas en las relaciones internacionales y la permanente repetición del relato occidental, provocan consecuencias que es preciso señalar. En efecto, vivimos tiempos sobresaturados de consumo de redes sociales, lo que permite la abundancia de opinadores sobre todos esos temas. Aunque sin el estudio y la especialización requerida, vemos cómo reflejan las categorías dominantes en los comentarios digitales. Así pasan a ser constitutivas de la propia subjetividad del opinador, que las propaga. Es así como vemos aparecer en los perfiles banderas ucranianas o israelíes, que definen no sólo una opinión internacional, sino una determinada posición en los asuntos internos de cada país. De este modo las categorías erradas a nivel internacional repercuten en los análisis sobre las realidades locales, con la repetición de las mismas limitaciones y los mismos prejuicios.

Como hablamos de análisis, planteamos una hipótesis para estos tiempos: en los países soberanos la política exterior será la política interior por otros medios, tal vez más que nunca a la hora de la integración del Sur Global. En cambio, en los países dependientes la política exterior será quien determine la política interior. ¿Una nueva forma de la Maldición de Malinche?  «