El gobierno de Javier Milei lo hizo, como era de prever. Mediante una carta dirigida a los representantes de los países fundadores, anunció que declina la invitación a formar parte del grupo BRICS ampliado, cosa que debía ocurrir este 1 de enero.

En estas páginas se dijo ya varias veces de la importancia de participar en ese equipo que integran los países llamados a liderar el siglo XXI. Y se detalló el grande error que significaría negarse a entrar en un club donde entre los temas que se plantean, aparte de dejar de lado la dictadura del dólar para potenciar las monedas locales -un punto central para las recurrentes crisis argentinas- está el debate de las necesidades de cada uno en un plano de igualdad y no de sumisión a la voluntad de Washington o Bruselas. Para repetir, además, unas “relaciones carnales” que no dejaron ningún beneficio.

La idea de los fogoneros del proyecto libertario que se encolumnan detrás de Milei, fundamentalmente su canciller, Diana Mondino, es de una elementalidad peligrosa para los intereses del país. Pero no es el único lugar en el que esa cerrazón ocurre, de modo que si hasta acá llegamos sin BRICS, bien podemos seguir así. Ya vendrán tiempos mejores.

Acostumbrados como están al maltrato y la humillación fácil, sin embargo, el gobierno envió una misiva respetuosa de los cánones diplomáticos. Es que China y Brasil habían sido los impulsores del ingreso de estas castigadas provincias del Río de la Plata. Y esos dos países son los principales socios comerciales del país. Agradezcamos al menos ese gesto de sensatez.

Pero hay una cuestión que especialmente se destaca en todo este embrollo: para militantes de la causa de la meritocracia, de eso de que “nadie me regaló nada, todo lo que tengo me lo gané”, seguramente Lula, el que más hizo por el ingreso de Argentina a los BRICS, es un personaje desagradable.

No porque sea comunista, socialista, populista o colectivista-que algo de todo eso tiene- sino porque si hay en el mundo un ser humano que debiera ser emblema de la meritocracia es Luiz Inácio Lula Da Silva.

Sí que vino de abajo Lula, sí que pasó miseria desde esa cuna en los rincones más pobres de Brasil. Desde ese origen construyó un sindicato, un partido político y un liderazgo indiscutible. Y como broche de oro, va por el tercer mandato de la principal potencia de América del Sur, que por estos días pasó a Canadá para convertirse en la novena economía del mundo. Sin haber pisado nunca una universidad y con el solo título de tornero mecánico.

La bronca que les debe de causar.