«El portuario» es un libro inesperado que irrumpe con sus páginas cargadas por la memoria de un tiempo no tan lejano que el presente quiere desterrar al olvido. Pero es entonces cuando la novela de no ficción del escritor y periodista Héctor Sánchez, editada por Sudestada, quiebra el cristal del posibilismo actual y desnuda una historia orillera, donde la dignidad se conjuga con lealtad y trabajo.

Sánchez narra la vida de un obrero del puerto, y en una decena de capítulos cortos, exactos, dibuja la parábola vital de ese estibador rudo y fraterno, y en la intensidad de su escritura describe los claroscuros de la historia argentina del siglo XX.

El autor lo hace con la mirada puesta en los arrabales del movimiento obrero, que amanece y se comienza a organizar en la experiencia del cruce político de criollos e inmigrantes europeos que traían en sus alforjas lecturas anarquistas, socialistas o comunistas. En el relato, como en el país, emerge el peronismo, los días felices y luego el dolor de un pueblo, proscripción mediante de su líder, y la resistencia. Y más.

Va desandando el derrotero argentino Sánchez, mientras teje con palabras precisas el linaje de Alfredo Orellano, el «Legui», protagonista de «El portuario», que mixtura entre el relato biográfico y la crónica narrativa apegada al periodismo clásico y la poética popular que se abre en imágenes crudas y bellas, de aromas de una época en las que las emociones humanas se vivían mano a mano.

«El portuario» es un libro político y una historia de amor: la del «Legui», que ama cada acto de su vida con la bravura de un luchador. Su infancia entrerriana, el río, la búsqueda de un destino mejor que lo llevó a dejar su tierra de pibe para reinventar su historia en el sur del conurbano, en Sarandí, donde construyó una familia, una casa humilde junto a las vías del tren, su identidad y el destino de portuario en aquellas madrugadas rumbo a las jornadas en el Dock Sud y luego en La Boca cuando el sol asomaba naranja en el horizonte, y un mate cocido con alguna torta frita era todo el desayuno.

Crece el relato entre fútbol barrial, asambleas en el puerto y la traición de la burocracia sindical en los días en que las refriegas y la persecución podía concluir en la muerte, porque el «Legui», militante de izquierda, era -como describe Sánchez- de los «dispuestos a bancar con el físico lo que reclamaban a los gritos».

La vida de Orellano se entrecruza con la del autor que con más de 40 años de ejercicio del periodismo señala en la introducción del libro que gracias a «mi oficio pude acudir en ayuda de buscar las palabras que cuentan la historia de un trabajador portuario que aceptó el desafío de aprender a organizarse y a organizar a sus compañeros, y que subió la vara de la lucha sindical portuaria».

En un presente que parece hundirse en el desasosiego, la novela de Héctor «Negro» Sánchez que da testimonio de vida, pasión y lucha del estibador Orellano («Te deja -muchas veces- un sabor amargo la lucha. Y sin embargo, no podés dejar de pelear», dice el «Legui») sacude los días inciertos para poner, a su manera, ciertas cosas en el lugar en una memoria que sigue ardiendo como aquellas asambleas portuarias donde la vida se jugaba en cada intervención.

El libro será presentado el sábado 16 de diciembre a las 21 horas en La Socie, en Comodoro Rivadavia 1952, de Sarandí.

Escribe Sánchez en El Portuario: «Es el objetivo de este trabajo, con la clara intención, que los caminos no sean olvidados». Y si hay testimonio no hay olvido.