Nuevamente Brasil da un nuevo giro al Sol, esta vez bajo el influjo de una gestión petista cuyo regreso no pudo evitar ni el golpe de Estado a Dilma Rousseff; ni los 540 días de prisión de Luiz Inácio Lula da Silva, ni la intentona golpista de Jair Bolsonaro.

Hace un año, el 1° de enero de 2023, cuando asumía este nuevo mandato, a los 77 años, se sostenía que uno de los principales desafíos de Lula era “desbolsonarizar” a Brasil, o sea, sacarlo de ese crudo invierno de impronta reaccionaria, intolerante y excluyente que promovía el ultraderechista, para promover el progreso, la diversidad y la inclusión. Tras un duro invierno neoliberal y conservador, el vecino país recuperó una agenda de igualdad social, con un desarrollo orientado a la inserción multilateral en el mundo. Un giro copernicano que habiendo dado una vuelta al Sol, hoy podemos afirmar que se vive una nueva primavera petista.

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Para realizar un balance, Tiempo Argentino conversó con algunos intelectuales. Por caso, Adao Villaverde, profesor de Gestión del Conocimiento e Innovación, en la Escuela Politécnica de la PUCRS-Brasil; coincidía con la necesidad de desbolsonarizar Brasil. Así, tras un año de gobierno, destaca un cambio de eje central. El especialista sostiene que el viraje está “basado en la mejora en la economía. El país volvió a crecer y se instala nuevamente en el top ten de las economías mundiales, impulsando el fuerte crecimiento del empleo. Además se hace con un cambio en la matriz tributaria: su aprobación implica una carga más justa y beneficiosa para la redistribución de renta. Todo esto con mucha negociación en el Congreso, centrado en el diálogo y consenso parlamentario. A su vez, Lula retomó la tradición multilateral en política internacional, reingresado a los principales foros internacionales, siempre priorizando la paz, el combate a la pobreza, y la preservación del planeta”.

Por otra parte, en su momento, Alfredo Gugliano, profesor de la Universidad Federal de Rio Grande Do Sul e investigador del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico de Brasil, sostenía que Lula tenía un gran potencial de cambio. Ahora comenta que “el primer año de gobierno debe ser analizado desde un prisma muy particular, tras cuatro años de un gobierno ultra conservador que prácticamente destruyó la capacidad del Estado brasileño para formular políticas públicas. En ese sentido, que las encuestas de opinión pongan al presidente Lula en su primer año de gobierno con una aprobación del 42-36%, dependiendo de las mediciones, es bastante positivo. No obstante, en términos económicos, la aprobación de la reforma tributaria da la posibilidad de una perspectiva a diez años, porque es una política fiscal que ofrece mayor flexibilidad para las políticas de gobierno”. En tal sentido, amplía: “Fue reeditado el Programa de Aceleración de Crecimiento, que enfatiza obras de infraestructura en puertos, aeropuertos y programas sociales estratégicos, como ‘Mí casa-Mi Vida’; ‘Bolsa Familia’, ‘Agua y Luz para todos’ y otras. Además, en políticas sociales se retomaron inversiones prácticamente congeladas en los cuatro años del gobierno de Bolsonaro, donde hubo una reestructuración en educación, ciencia y tecnología. Incluso en salud se volvió al l programa ‘Más médicos’».

Otro intelectual, el sociólogo y exprofesor de la PUCSP Félix Ruiz Sánchez, consultado un año atrás sostuvo que el desafío de Lula era no sólo lograr una victoria electoral, sino también una política. Hoy nos dice que “para evaluar este primer aniversario del gobierno es importante tener en cuenta lo que representó la victoria alcanzada por Lula en una reñida disputa con Bolsonaro. La apretada diferencia entre ambos candidatos representó una contienda política de gran envergadura que reveló con intensidad el enfrentamiento de la ultraderecha y del campo democrático y popular”. Agrega en esa dirección que “la implementación de los actos de este primer año de gobierno de Lula representaron el reencuentro de la mayoritaria parcela de pobres y extremadamente pobres con el rescate de política integrales de combate al hambre y a la exclusión que afectan más del 50% de la población brasileña”. No obstante, como balance crítico, Ruiz Sánchez comenta que “este primer año de gobierno expuso también el debilitamiento de la acumulación de las tradiciones de participación popular y de protagonismo social en las poblaciones de las periferias urbanas y rurales del país. En contrapartida, el montaje de los mecanismos de ejercicio de gobierno fuertemente restringidos a la lógica parlamentarista que evidencia la gerencia muy marcada por formas de gobierno cruzadas de políticas muy tradicionales de organización de las relaciones de poder. Esa situación lleva a todos a la necesidad de rescatar la importancia del ejercicio de una visión crítica para enfrentar las posibilidades de recuperar una tradición de cuestionamiento de las formas parlamentarias del hacer político”.

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Desde otra perspectiva, el politólogo Gonzalo Rojas, profesor de la Universidad de Campina Grande, es más crítico del gobierno Lula, y centra su análisis en las continuidades: “Lo más importante es el cambio en la situación política de Brasil. Pasamos de un gobierno de extrema derecha a un gobierno de frente amplio. Que en realidad mantuvo durante este año las políticas macroeconómicas neoliberales. Acabó la ‘Ley de techo de gastos’, que había sido aprobada por el gobierno de Michel Temer luego del golpe institucional, pero en realidad la cambió por otra ley que mantiene la necesidad del superávit fiscal, lo que junto al pago de deuda interna, no permite hacer inversiones en salud, educación y demás. Yo creo eso sería un primer balance. Y un punto más crítico sería en educación, porque allí entregó el ministerio a los grandes grupos empresariales del sector y no derogó la Ley de Educación de Bolsonaro, por lo cual, junto a ese sector y el conjunto de servidores públicos federales, que en general lo apoyaron masivamente, no hubo ningún tipo de concesión, ni siquiera democrática.

Admite, no obstante, que “lógicamente es una situación política y económica diferente. No podemos comparar lo que fue el mundo durante los ‘años de gloria del lulismo’ cuando en su segundo mandato se hablaba de neodesarrollismo, a una situación económica que no da para conciliar lucros gigantescos para los sectores dominantes con políticas de concesión, a través de acciones compensatorias mínimas. En tal sentido, quizás estamos ante un lulismo senil o diferente a los ‘años de gloria del lulismo’ «.

La conservadora revista Veja también hizo un balance crítico. En un posteo de Instagram, sostuvo: “En su primer año de gobierno, Lula apeló diversas veces a la memoria de sus mandatos anteriores, como de recuperar programas como el Bolsa Familia o Mi Casa, Mi Vida; Lo que trajo de los años 2000 conceptos económicos desgastados. Luego del inicio, el presidente cuestionó la autonomía del Banco Central, un avance histórico e importante para la estabilidad de la moneda. De la cartilla petista, vinieron también pautas gastadoras y estatizantes”.

En definitiva, el gobierno de Lula logró poner en marcha su lógica desarrollista con inclusión social, que se sostiene con un Brasil que recuperó el crecimiento económico. No obstante, será un desafío a sortear en el futuro, y es necesario sostenerlo también en momentos de retracción económica, cuando generalmente los sectores de poder no quieren ceder sus privilegios.

«Año de siembra y reconstrucción»

Lula termina su primer año de gobierno con deflación de alimentos de la canasta básica: para ello apenas asumió reactivó la Compañía Nacional de Abastecimiento. Según el Índice Nacional de Precios, la caída durante 2023 fue del 0,82%, una deflación que no se registraba desde 2017. Por otra parte, el presidente anticipó un aumento en el salario mínimo de 2024 de un 6,86%, por encima de la inflación, retomando la política de valorización de los haberes que se había detenido en 2016, tras la destitución de Dilma Rousseff. Lula destacó a 2023 como un año “de siembra y reconstrucción” que sirvió para crear las condiciones para “una cosecha generosa en 2024”, ponderó “el regreso de las políticas sociales” y pidió «restaurar la paz y la unidad» en el país ante el «odio de algunos contra la democracia».