Es el tiempo del embajador de la luz, es el tiempo de Conan, el de un gladiador que en el Circo Romano se enfrenta a un león y quedan paralizados al mirarse. Se ponen de acuerdo para 2000 años más tarde salvar a la Argentina. Estamos en el reino del disparate. Se ha naturalizado cualquier cosa que se pueda decir desde la derecha y esa es la ventaja que tienen. El disparate, el insulto, la provocación, lo imbécil está aceptado como natural. Desde nuestra vereda, guay que pierdas los estribos y se te escape algo, que aún una tontería será puesta bajo control por el fárrago de la derecha. Pero ellos no: en una de tantas, un senador formoseño hizo un paralelo entre la victoria del presidente y la violación a millones de seres humanos en la Argentina.

Malversan los símbolos. Fueron por lo peor que tiene la sociedad y lo intentan convertir en un espejo donde mirarse. Es algo auto destructivo pero habrá que tratar de bancarlo lo mejor posible durante todos estos años. Todos los días dan una demostración de incapacidad y de malicia: llevan cuatro meses de gobierno y se están matando, son increíbles las cosas que se dicen entre sí, se destruyen, para qué lado va uno u el otro. Un gobierno de dos hermanos, en el que uno le dice a la otra El Jefe, en un mundo imposible de aprobar intelectualmente. En realidad, un cogobierno, con la complicidad de un radicalismo que genera repulsión a la vez que avergüenza su historia –justamente en estas horas en que se recuerda un nuevo aniversario de su fundación– con impresentables como De Loredo que para exhibir esa fantochada de reforma laboral dice que se reunió con empresarios y comerciantes… ¡pero no con trabajadores! A confesión de partes…

Son unos sinvergüenzas que hasta censuran sin remilgos. Ocurrió con la periodista Laura Serrra, que hablaba en Diputados TV y al recorrer un camino normal sobre la comisión de juicio político, la fantochada que ocurría en la interna oficialista con los cargos y sobre los jueces que implica. Los que tienen siempre la mejor cobertura, mediática y política, en una actividad en donde los que mandan son verdaderos delincuentes: Horacio Rosatti, Carlos Fernando Rosenkrantz, Juan Carlos Maqueda, Ricardo Lorenzetti; tipos que poniéndose un buen traje y una flor en el ojal sostienen una fotografía como caballeros pero destruyen todo y sin embargo son apalancados por el régimen. En eso, la periodista que estaba hablando, recibe por la cucaracha (que es por donde viene la orden de los dueños de la agenda): «No podés hablar de eso». Es el mismo canal que sin más ni más levantó del aire la emisión de la reunión de comisión cuando osaron ir por un camino algo diferente al que ordenaba la hermana presidencial. Es el canal que está en la órbita de Martín Menem, lo que explica todo.

En esa misma línea escuché, en una pasada de zapping por el templo mafioso, lo que estaban diciendo en el comentario de la horrorosa represión en la 9 de Julio a quienes pedían por comida: «Lo que quieren es un muerto». Ellos quieren culpar a la gente de lo que el gobierno de la mano de Bullrich va a perpetrar en un momento. Son unos miserables. No se puede decir que sea una caída al abismo lo de Clarín y La Nación: ya hace mucho rato que lo hicieron y no paran de caer. Una vergüenza incluso para la gente que ellos mantienen más envenenada, más dominada, es un ataque violento al pudor.

Son los que siempre se compusieron en cada bochornoso regreso de los regímenes neoliberales. Aunque no sea lo mismo uno y otro, desde una visión democrática. Pero los efectos económicos sí fueron similares. Vuelven: Videla, Menem, Cavallo y Marcos Peña, que nos recuerda que Toto Caputo es un jugador de la Champions League, pero no que Milei lo había calificado de inepto y el peor ladrón. O Sturzenegger, que cruza todo límite y defiende a las prepagas, de las que el presidente avaló los peores insultos. Un gran disparate, un cambalache fenomenal.

Y en ese lodo, el presidente me mencionó en una radio y me tildó de despreciable aunque dijo que relato bien y que podríamos charlar de algunos temas. Prefiero no responderle a un hombre cruel que hace daño y lo disfruta. No lo vi, es un mecanismo de defensa. Uno no está libre de angustiarse, de enojarse. Un enojo puede hacer mucho daño. Él también para mí es muy rechazante, justamente porque hace mucho daño.

Pero pensé en eso de ser desechable. O despreciable. En una discusión, la única exigencia es poder argumentar, desarrollar una idea, por lo tanto no es inconveniente ser desechable. La concepción de vida que tenemos es muy opuesta: representan los ricos, trabaja para los ricos. Aunque ni siquiera el poder que tiene sea propio sino el que le confiere trabajar para el poder real. Y eso es muy fácil en la vida. Eso no tiene ni valentía ni coraje. Por caso, con los jubilados: determinó que para darle dinero al FMI y a los ricos locales, había que quitarle a los jubilados. Es vergonzoso. Cuando sos despreciable para los jubilados a quienes les robás; cuando sos despreciable para los trabajadores y te mofás de ellos. Eso es ser desechable, pero no nos lo podemos quitar de encima. Es gravísimo, pero debemos seguir con él estos cuatro años.

Y si hay que elegir lo despreciable de la vida, para eso están ustedes.

Por caso, en los próximos días se darán unas cuantas movidas. La del 23, con los universitarios, el 1 de mayo y luego el 9. Se verá gente en las plazas, ocupando el espacio público, que no es todo lo que se puede hacer, pero no es poca cosa: la visión de un pueblo claramente disconforme. Aunque la reacción sea tardía. La salvajada está hecha. Lo que se ha perdido, está perdido para siempre. Como sucedería si dolarizan, una nueva derrota definitiva, de esas que no te recuperás más. Cuando Macri robó el veintipico por ciento a los jubilados, no pudo devolverlo Alberto Fernández; apenas sí pudo empatarlo.

Ahora se suma otro porcentaje enorme. Para jubilados y para tanta gente. Significa que en la calidad de vida, en el estado de bienestar nos han infligido una nueva derrota definitiva. Eso no es desechable.  «