La preocupación del Fondo Monetario y de los inversores sobre la capacidad política del gobierno nacional para gestionar el ajuste también es compartida por los analistas económicos, que advierten por la existencia de serias inconsistencias técnicas.

Según un informe del broker financiero Cohen, el superávit fiscal de enero, que fue celebrado por el ministro de Economía, Luis Caputo, se logró a base de impuestazos y de «pagadióses». En la firma estimaron que los ingresos crecieron apenas un 0,8% en enero por el desempeño de dos impuestos: las retenciones, que recaudaron un 90,5% más que en enero de 2023 descontada la inflación (o sea, lo que se denomina en la jerga económica «real») y el PAIS, que castiga la compra de dólares y que el gobierno declaradamente antitributos extendió a todas las importaciones, además de subir su alícuota. En cambio, la recaudación del resto de los impuestos cayó un 12% real. Aquí se incluyen al IVA y Ganancias, dos tributos íntimamente vinculados a la actividad económica.

Del lado de los gastos, Cohen estimó que el gasto primario cayó un 39,4% respecto a enero de 2023. De los seis ítems en que divide las erogaciones, hay uno que mostró un aumento: el pago de intereses de deuda en un 26,2%, siempre real. El resto pasó por la licuadora: el gasto en jubilaciones cayó un 38,1%; el generado por los subsidios, un 64%; el vinculado a salarios públicos, un 27,1% (por eso el paro de estatales nacionales mañana, ver página 12); las transferencias a provincias, un 72%; y el gasto de capital, un 86%.

Y es aquí adonde apuntan las miradas: si el superávit se logró gracias a esos pisotones, ¿por cuánto tiempo más podrá el gobierno sostenerlos, con la resistencia social que asoma? El bono de $ 70 mil para los jubilados de la mínima es un primer indicador de que enero podría ser una golondrina que no hizo verano.  «