La emoción de subir a un avión por primera vez todavía la guarda en el corazón. Adriana De Caria nació en Bernal, al sur del conurbano bonaerense, pero su madre había nacido en Italia. En un pueblito de 1165 habitantes, poco conocido, llamado Petrella. Para ubicarnos en el mapa estaría a la altura de Nápoles, haciendo línea vertical, pero a unos 60 kilómetros de la costa del Mar Adriático, o sea, para el otro lado, al noreste italiano.  

Hacia allí fue en aquel primer viaje en avión, y conoció la casita donde nació y vivió parte de su familia. Toda de piedra. Tan antigua que su historia conocida llega al año 1300. Por aquí pasaron Oscos, Samnitas, Normandos, Franceses, Españoles, Eclesiásticos, Templarios y hasta los nazis.

Se dedicó a traer turistas extranjeros durante 20 años y en ese trabajo como agente de viajes receptiva le dio vuelo a la escritura con programas hechos a medida donde se explayaba con su pluma para brindarle la información a los pasajeros.

“En los últimos tiempos de trabajo escribía y mandaba programas bastante lindos a mis clientes, pero la verdad es que, bueno, nadie le daba demasiada bolilla a lo que escribía, esa es la verdad”, le cuenta a Tiempo de Viajes.

Adriana armó su blog en 2014 y no paró de escribir como “la instigadora culinaria”. Así fue que profundizó cada vez más esa faceta y trabajó en una obra especial: «Historia del tenedor».  

Por eso, cuando le llegó un email personal de Edouard Cointreau, el presidente de la Fundación Gourmand World Cook Book Awards, se sorprendió y le pareció un sueño.

El propio Cointreau, el del licor de naranjas que lleva su nombre, el de la Casa de Coñac Rémy Martin, le estaba diciendo que le había gustado mucho su libro. Que si podía viajar a la región árabe a recibir el premio. Era verdad. Era la mejor. Era mundial. 

Al final no viajó, por diversas razones, pero en el Quilmes del conurbano argentino el consulado organizó el evento de entrega de premio. Allí estuvo Tiempo de Viajes junto a Adriana De Caira para hablar de esta obra que en “Historia del Tenedor. La imposición de un tirano” se descula.

¿Por qué comemos con tenedor?

Hay interrogantes que le dan vueltas. “¿Por qué en Occidente comemos con tenedor y no con los dedos?”, se pregunta y se vuelve a preguntar Adriana De Caria. Eso mismo busca responder en una profunda investigación, tras recorrer el mundo (en especial Italia), que la cuenta desde su libro, editado por ella misma.

-¿Qué pueden encontrar en tu libro?

-En el libro “Historia del Tenedor. La Imposición de un tirano”, justamente el lector va a encontrar todo el hilo, desde los hallazgos más antiguos de tenedores que son las muestras de que el tenedor en algún momento existió, aunque no haya prueba histórica o prehistórica en documentos escritos. Mi teoría de que el tenedor fue evolucionando y cómo fue que llegó hasta la mesa, cómo se llegó hasta nuestra mesa de occidente, siendo que, en realidad no estaba, y que en muchos lugares del mundo siguen prescindiendo felizmente del tenedor y comen muy contentos con sus dedos.

-¿Hay bonus track?

-(risas) En el libro se encuentra la historia hasta el siglo XVII básicamente y en la segunda parte del libro me dediqué a investigar la cuestión de la cuchara en los espaguetis… si va o no va, si iba o no iba, por qué está la cuchara, por qué algunos sostienen que no tiene que estar. Y con ese eje hice una investigación también acerca de ese tema.

-¿Cómo te relacionaste con el mundo gastronómico y los viajes?

-Cuando era chiquita miraba a Doña Petrona C. de Gandulfo con mi mamá y con mi abuela. Mi fantasía era que cocinaba en la tv, desde siempre. Escribir no, no pensaba escribir sobre gastronomía, pero sí me gustaba la idea de preparar algo para un público, ante una cámara. El tema es que no soy muy buena cocinera así que… bueno, eso lo dejamos para otra vida. Lo de turismo no lo había imaginado entonces; pero de chica cuando viajé por primera vez a Italia que tenía ocho años me gustó el avión inmediatamente y fantaseé con hacer algo con turismo. Cuando estudié la carrera me gustaba escribir relatos de lugares, me hubiera gustado tener un blog de viajes pero en ese momento todavía no había nada, vino mucho después, cuando me agarró ya cansada.

-¿Qué comida te gusta?

-Me gusta la coreana, la comida mexicana, la china, pero bueno, las raíces me llaman y entonces la cocina italiana me apasiona y es infinita. La cantidad de cosas que hay en la gastronomía italiana son incontables. ¿Qué me gusta comer? Bueno, en italiano se llama ser un buen tenedor, una buona forchetta. Yo soy una buona forchetta porque como casi prácticamente de todo. Me gustan las cocinas étnicas, me encanta la comida japonesa, más allá del sushi. La verdadera comida japonesa. Por años estuve en contacto con los restaurantes que eran de japoneses venidos a la Argentina y ahí llevaba a mis grupos, porque después de una vuelta por Ruta 40, suponete, lo que más anhelaban era comer algo que les perteneciera. Así que cuando volvían a Buenos Aires de cabeza se iban a algún restaurante japonés como Nihonbashi o Kitayama. Había varios en ese momento.

-¿De la Argentina qué elegían tus viajeros?

-Mis turistas querían visitar principalmente Buenos Aires, Iguazú y después El Calafate, El Chaltén. Casi todos mis grupos de japoneses paraban en El Chaltén hacían trekking; en Ushuaia y un poco Península Valdés y después Ruta 40 Norte partiendo desde Mendoza y llegando hasta Jujuy cruzando hasta San Pedro de Atacama y cruzando hasta Uyuni. Otro recorrido que hacían era Valle de la Luna (San Juan) que es el Parque Provincial Ischigualasto y Talampaya en La Rioja, también quise diseñar circuitos menos tradicionales como Catamarca o Cuevas del Mar, pero fue muy difícil.

Cocina de la casa de piedra en el pueblo de la familia italiana de Adriana.

-¿Siempre viajaste a Italia?

-No sé cuántas veces estuve en Italia, pero la primera vez fui a los 8, después volví a los 10, luego pasó un tiempo largo, volví y desde los 19 o 20 años nunca más dejé de ir a Italia. Prácticamente todos los años viajo allá y hubo años en los que me iba dos veces. Claro que, en una época que estuve con un italiano, pasaba siete meses por año en el Véneto donde estaba él, pero mi trabajo seguía acá en la Argentina.

-¿Trabajaste siempre en turismo?

-Siempre, siempre, trabajé con turismo receptivo, como estuve muchos años en la empresa Ana Juan Congresos y Turismo, trabajábamos mucho en función de los congresos internacionales. Traíamos gente que venía para congresos médicos y les organizábamos todo, las actividades de pre evento, post eventos, congresos, tours. Y también todos los eventos sociales los organizábamos nosotras acá en Buenos Aires.

-¿Traías viajeros de lugares lejanos?

-Mis clientes fueron siempre europeos, muchos italianos, obviamente, pero mi mercado principal fue Japón por 20 años. Yo trabajaba con una mayorista de Tokio y ellos tenían muchos clientes, entonces me mandaban una banda de gente. Y yo solía recibir, digamos, en los mejores tiempos, 700 japoneses por año, más o menos. En pandemia dejé, porque sentí que estaba todo muy frágil a nivel de los seguros, de las condiciones de transporte, me dio temor. Tuve miedo de que hubiese algún incidente. Por suerte nunca me pasó. Nunca tuve pasajeros fallecidos, pero pensé que era el momento de cerrar un ciclo y cerrarlo bien, con alegría y con éxito.