Tembló el edificio de tres pisos, ladrillo a la vista, de la Calle de Ferraz 70. La sede central del Partido Socialista Obrero Español. Tres horas estuvieron los funcionarios de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil copiando archivos de las compus y revolviendo papeles relacionados al escándalo de corrupción que bañó a tres de sus primerísimos dirigentes, muy cercanos al presidente Pedro Sánchez: Santos Cerdán, José Luis Ábalos (dos últimos secretarios de Organización del PSOE) y Koldo García (hombre de confianza de ambos) acusados de gestar una trama delictiva para enriquecerse con el amaño de obras públicas entre 2018 y 2021. Tres días antes el gobierno quebró tres semanas de un hermético mutismo, fiel reflejo de que el incendio se acrecentaba, que sacudía la estructura partidaria y ponía en vilo al gobierno socialista, siete años después de plantarse en La Moncloa.

Mientras se mantiene firme en la pulseada contra nada menos que Donald Trump y la OTAN, quienes pretenden que España aumente 5% sus gastos bélicos, el presidente fue impelido a salir a jugar de protagonista, ponerle el pecho a las balas opositoras y aplacar no sólo a seguidores propios sino a la ciudadanía en general, al punto de pedir perdón ocho veces en un solo mensaje.

Veamos el paso a paso de tres días desenfrenados que explican la actualidad española. El miércoles, el auto presidencial había partido de La Moncloa y se trasladaba por Avenida de la Memoria hacia el Palacio de las Cortes. El trayecto duró unos tensos 12’. Francina Amengol, titular de Diputados le anticipaba al presidente lo que esperaba. Su exposición fue detenida 14 veces. «Dimisión, dimisión», vociferaban desde las bancas de la derecha, aun con términos más violentos. Sánchez estuvo tenso como pocas veces. Conmocionado, hasta abatido. Pero en una de esas interrupciones dejó el discurso sobre el estrado y respondió: «Esto es lo que vemos desde hace siete años: los socios del Partido Popular, la ultraderecha que trae odio y falta de convivencia y falta de respeto a las instituciones».

De inmediato aseguró con energía lo que replicaría por las redes: «Sentimos un enorme respeto por los ciudadanos: no vamos a entregar el Gobierno a la oposición más inútil, tóxica y divisiva de nuestra historia». Calificó al PP como una «una enciclopedia de la corrupción» y lo retó a presentar una moción de censura. Dato significativo: Sánchez, llegó al poder en 2018 tras una moción de censura contra el entonces presidente del gobierno, Mariano Rajoy, por un caso de corrupción en el PP.

La frase «no vamos a entregar el gobierno» no es una mera declaración panfletaria: Sánchez insiste en que el implicado es el PSOE, no el ejecutivo. Aunque sea un cambio de foco: nada desmiente las renuncias de Santos Cerdán a su cargo partidario y a su diputación. Ábalos y Koldo García ya habían sido expulsados del partido. Ahora los tres se descargan culpas entre ellos. ¿La seguirán ante el Tribunal Supremo: Ábalos y Koldo, este lunes, y Cerdán, el 30, con el peligro real de acabar en la cárcel? ¿Ábalos reiterará que Cerdán y García traían esa «dinámica» desde su etapa dirigencia en Navarra? 

La resistencia

El presidente reconoció en una carta interna a sus partidarios: «El Partido Socialista ha asumido su responsabilidad y actuado con contundencia ante un golpe duro, doloroso en lo político, y también se lo digo, en lo personal para mí». Horas después, esos correligionarios veían cómo la sede central del partido era abordada por la Guardia civil…

Salir del lodo no le resultará sencillo a Sánchez. De hecho, en las últimas horas recibió una visita significativa, la de Salvador Illa. En La Moncloa, nada menos: tres horas fuera de agenda. Hoy preside la Generalitat y fue ministro de Salud en las horas más urgentes de pandemia. Son cercanos, hablan con frecuencia por teléfono, pero este tet a tet es significativo, liberó hipótesis y, como se esperaba, generó especies de eventuales renuncias y/o reemplazos. «Todos sus movimientos están encaminados a reordenar el PSOE y tomar medidas fuertes de regeneración democrática», enfatizan. La trastienda apunta a la delegación de conversaciones para regenerar acuerdos y apoyos de los socios del bloque de investidura, léase Junts y ERC, quienes no ahorraron advertencias por estos días.

También hay otras voces discordantes internas, mientras el objetivo central es minimizar la catástrofe y redirigir lo que la derecha denuncia como financiamiento ilegal del PSOE. Por caso, una mirada potente es la de Felipe González, abordado a la salida del Museo Thyssen-Bornemisza. Escupió sin tapujos: «No soy quien decide. Es él y debe convocarnos… Ya». Otro habitual crítico a Sánchez en el PSOE, es el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page. Dijo que su líder está en un «búnker» que es una «tumba» y del que «no hay salida digna». Agregó: «Queda mucho por saberse». De eso no hay duda.

En definitiva, las caras de una novela que, si no fuera trágica, pinta apasionante. No parece, al menos por ahora, que haga caer al gobierno, pero eso no le resta dramatismo. No sólo porque las supuestas «mordidas» implican una red delictiva (por caso, en la causa se investigan más de 400 cuentas bancarias en España y otros países) en la más alta cúpula del partido (y del gobierno, por consecuencia) sino que tiene aristas morbosas, ligadas a novias, amigas y prostitutas (¿lo es Claudia Montes, gallega pero ex Miss Asturias, que promete «nuevas revelaciones» escandalosas?), actores pornográficos españoles (Jordi el Niño Polla, es furioso trending topic por estos días), tratas diversas y oscuras relaciones. Los medios amarillentos explotan de gozo. La oposición se retuerce de regocijo y lo replica. Aunque la cuestión no sólo dañe al partido gobernante sino a toda España. «

Las guerras y los furiosos aprietes de la OTAN (y de Trump)

La OTAN y EE UU pretenden involucrar a España en las guerras. Veamos tres imágenes:
Por un lado, nuevamente la Gran Vía quedó chica, desbordada de manifestantes bajo el lema “Alto al genocidio en Palestina, ¡viva la lucha del pueblo palestino!”. No es la primera vez que los madrileños -también en muchas otras ciudades españolas- se manifiestan abiertamente contra la guerra, por la liberación del pueblo palestino, por una paz duradera, junto a un claro reclamo de boicot al gobierno israelí de Benjamín Netanyahu.
Las protestas fueron convocada en esta oportunidad por las plataformas «Fin al comercio de armas con Israel» y por la «Red solidaria contra la ocupación de Palestina en ocasión». En ambos casos se enfatizaba que se fundamentaba en los «veinte meses de genocidio que sufre la población palestina”.
Estos reclamos se produjeron caso al mismo tiempo que Donald Trump, lanzaba otra de sus bravuconadas: «La OTAN tendrá que lidiar con España. España ha hecho muy poco gasto para armarse. Siempre ha hecho muy poco. O eran buenos negociadores o no hacían lo correcto. Creo que España tiene que pagar lo mismo que todos los demás. España es conocida por pagar poco». La cuestión es que el gobierno de Pedro Sánchez se convertió en el principal escollo en la OTAN para cerrar un acuerdo sobre el nuevo compromiso de gasto del 5% del PIB de los países de la organización.
En contraposición a ello, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero se mostró en contra de ese incremento del gasto militar que reclama la OTAN. El expresidente español consideró que no se va a producir: «Esta abocado al fracaso», sostuvo en un acto organizado por la Embajada de Turquía en Madrid.
Zapatero se pronunció al día siguiente de que el presidente Pedro Sánchez trasladó a la Alianza Atlántica, justamente, la negativa del gobierno nacional a asumir ese gasto. El actual mandatario envió una carta al secretario general, Mark Rutte y, de esa manera, le adelantó que España no está dispuesta a asumir ese nuevo compromiso, que se definirá en la cumbre de La Haya de la semana próxima.