Europa, y no sólo los países del oeste, financian una guerra que los hunde aún más en el barro

Por: Andrés Gaudin

Economías en quiebra y el alza de la pobreza infantil, con Gran Bretaña a la cabeza, y Finlandia con un altísimo índice de desocupación y pese a ello financiando el “muro de drones” en la frontera con Rusia

La que hasta no hace mucho –nada en dimensiones históricas– era una región estable, en crecimiento y hasta solidaria para acoger a los perseguidos, el llamado mundo occidental y cristiano del norte geográfico, allí donde residen desde el Papa y Donald Trump hasta los padrinos y los modernos traficantes de seres humanos, ahora se cae a pedazos. Y no es una visión sesgada ni caprichosa: son los datos que se amontonan y conforman una agobiante estiba de realidades. Países que se empobrecen financiando una guerra que les es ajena, otros que condenan a la pobreza a sus crías más pequeñas y hasta los más jodidos, que tienen empleos cada vez para menos gente y que hasta creen que pronto irán a la quiebra.

En los últimos días las estadísticas del gobierno del Reino Unido revelaron que un tercio de sus niños (4,5 millones que serían 5 dentro de cinco años) viven en situación de pobreza. Y que las familias de un millón más habitan en casas precarias y no cubren las necesidades básicas de alimentación, vestimenta y salud. Allí la debacle comenzó a fines de los ’90 del siglo pasado, cuando Margaret Thatcher sembró la última semilla del suicidio libertario, y se afianzó con la continuidad de las líneas derechistas, y hasta laboristas, que la sucedieron.

Hoy todo el mundo sabe eso, y todos saben que la reducción de las prestaciones sociales es un crimen que están pagando los niños, pero de eso no se habla ni en los castillos reales ni en los pasillos del Palacio de Westminster. El dato británico no viene solo. Un informe de Cáritas denunció que en la muy culta Catalunya 1,35 millones de los asalariados catalanes son pobres y que otro tanto come gracias al seguro de paro. Y en Alemania, otro de los forzados a pagar la aventura de la guerra occidental en Ucrania, el canciller Friedrich Merz admitió que el déficit sumado de todas las ciudades germanas llegará a un impagable monto de más 34.000 millones de dólares y corren el riesgo de caer en crisis financiera. En Essen, por ejemplo, dijo, sólo 10 de las 396 urbes del estado se salvarían de la quiebra.

La realidad de una pobreza extrema golpea a los 27 países miembros de la Unión Europea, (UE) y en especial a niños y jóvenes. Uno de cada cuatro, el 25% de los comprendidos hasta los 19 años, vive en la pobreza plena o sufre exclusión social. Son unos 20 millones de personas, una legión que crece sostenidamente desde 2019, el año de la pandemia que se lleva todas las culpas de todos los males. Las tasas más altas corresponden a Bulgaria, España y Rumania y las más bajas a Eslovenia, Chipre y República Checa (Chequia). La pobreza, como una de las mayores causas, llevó a que casi 12 millones de niños y jóvenes (13% de la población infantil) padezcan algún problema de salud mental y a que el suicidio se haya convertido en la segunda causa de muerte entre los europeos de 15 a 19 años.

Más cerca de las balas

Pese a esas semejantes dosis de realidad, quizás el golpe más fuerte provenga de Finlandia, porque de ser tomado como “el país más feliz del mundo” –una broma de mal gusto que tiene al Israel del genocidio palestino como el octavo más alegre– sufre hoy altos índices de desocupación, estancamiento y fuertes ajustes fiscales. Miembro de la OTAN y de la UE, Finlandia se ha visto obligado a sumarse como financista y parte beligerante en esa guerra de Ucrania, por lo que debe asignar obligatoriamente un 5% de su PBI a gastos militares (restándole recursos a la educación y la salud) y aplicar unas sanciones a Rusia que sólo le han servido para duplicar sus costos energéticos y de otros bienes que le proporcionaba el vecino del este, con el que comparte 1340 kilómetros de frontera.

El régimen de bienestar social del que gozaba el país murió con su integración a los entes europeos. Paradójicamente, en muchos aspectos dejó de ser un país europeo. Las medidas de austeridad y los recortes del gasto para contener el déficit fiscal redujeron el crecimiento e introdujeron en su economía un fenómeno nuevo: el del despido como vía de ajuste empresario. Hoy, el país al que el estudio conjunto de la Universidad de Oxford, la ONU y Gallup sitúan otra vez como el más feliz del mundo, ostenta un índice tercermundista de desempleo del 9,9%, se hundió de lleno en el belicismo y con Estonia, Letonia, Lituania, Noruega y Polonia –los fronterizos con Rusia– erige un multimillonario “muro de drones” para defender el territorio de la OTAN de una agresión que nadie tiene en carpeta.

Del otro lado del océano las cosas no están mejor, salvo para la industria de la muerte, que sigue enviando sus “joyas” al escenario ucraniano. El desempleo continúa en niveles altos, las oficinas del seguro de paro se convirtieron en un refugio salvador para casi dos millones de norteamericanos y la inflación se instaló como uno más de la familia económica. The Wall Street Journal recordó que todos los actores pensaban que el alza de los precios se detendría pasado el coronavirus, pero el precio acumulado de bienes y servicios se mantuvo 25% por encima de los valores de 2020. El diario relató que, como en Argentina, “la clase media cerró los bolsillos y tiene más cuidado con sus gastos, busca ofertas, pide descuentos y se define por las segundas marcas”. Quizás exageradamente, el diario escribió que “la gente está harta, frustrada y exhausta”.

La semana pasada Trump anunció que EE UU, el gran inventor de la guerra contra el oso ruso en Ucrania, dejará de financiar esa aventura. Negando la torpe versión inicial que definía la situación como una guerra por los ideales de la libertad, los principios del presidente bajaron su cotización y viraron, para considerar la gesta como un simple gasto. “Hemos gastado 350 mil millones de dólares –una cifra al voleo, como todas las verdades numéricas del vocabulario libertario– y ya no vamos a gastar más. Ahora, por las armas que mandamos y las que mandaremos, nos va a pagar la OTAN. Nosotros les enviamos armas
a ellos y la OTAN nos reembolsará el costo total”. Las pagará con más endeudamiento y las transferencias seguirán camino hacia las cuentas bancarias del complejo industrial bélico. «

Caso Koldo: los socios del PSOE le sueltan la mano

Pasaron sus primeras noches entre rejas en la cárcel de Soto del Real. El exministro José Luis Ábalos y su exasesor, Koldo García, cumplen una orden de prisión preventiva. La Fiscalía Anticorrupción solicita 24 años de prisión para quien entre 2018 y 2021 fue ministro de Fomento de España (tras ser diputado por Velencia, además de exsecretario de Organización del PSOE) y 19 años para quien fuera el ejecutor del acto de corrupción, el llamado caso Koldo: coimas en la compra de barbijos y material sanitario durante los primeros tiempos de la pandemia. Los efectos del escándalo se evidencian en toda España.
Por caso, en el parlamento cuando los socios del PSOE le quitaron la mano al gobierno provocó que no pudiera avanzar con leyes importantes para la administración del presidente Pedro Sánchez: como la denominada Sumar, que prohíbe comprar viviendas a fondos buitre y empresas. La incógnita es cómo reaccionarán de ahora en más Esquerra Republicana (ERC), Bildu, Podemos, BNG y el Grupo Mixto, con Compromís a la cabeza.

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