“Hay que ir a todos lados”, sostiene Fabián Grillo. Es jueves. Esta misma mañana estuvo en un móvil de televisión, en entrevistas radiales, participó de la convocatoria del Sindicato de Prensa de Buenos Aires en Plaza de Mayo, conversó con referentes políticos y periodistas y luego regresó al Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca para acompañar a su hijo, Pablo Grillo.
La rutina diaria, desde que Pablo recibió el impacto de un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza el 12 de marzo, mientras registraba la represión policial con su cámara, es así. Hace sólo un par de días, su hijo fue dado de alta del Hospital Ramos Mejía, después de casi tres meses de terapia intensiva y cinco cirugías de cráneo de mayor y menor complejidad. Salió dejando atrás el peligro de muerte pero los desafíos de la rehabilitación apenas comienzan. “Lo están evaluando y a partir de ahí armar la agenda de trabajo para su recuperación con kinesiólogos, fisiólogo, foniatra, psiquiatra, psicólogos, es un equipo multidisciplinario”, cuenta a Tiempo.
La llegada de Pablo al barrio de Devoto, el martes, generó una asamblea de bienvenida de vecinos en la puerta del hospital, pegatina de carteles que dicen “Fuerza Pablo Grillo” y un protocolo estricto de seguridad y privacidad dentro del centro médico: “son momentos muy duros, estamos aquí de lunes a lunes, no hay feriado que valga. A partir de ahora nos quedamos también a dormir en el hospital, en una cama a la par de Pablo. Es cansador sí, pero por otro lado tenemos una alegría esperanzadora, expectativas”.
Cuenta que Pablo también está cansado. Que tiene que acostumbrarse al cambio de dinámica, la quietud de la terapia no se parece en nada al movimiento de la rehabilitación: “a él le pasa como a nosotros. Por momentos lo noto con bronca, a veces triste cuando empezamos a hablar de estos temas (del disparo que recibió). Pero siempre fue fuerte”.
La causa está a cargo de la jueza federal María Romilda Servini. Durante el último mes solicitó a la Gendarmería el legajo del cabo Héctor Jesús Guerrero, identificado como autor material del disparo que recibió Pablo, así como información y reglamentos acerca del uso de los lanzagases, entre otros. Según el Centro de Estudios Legales y Sociales (Cels), querellante en la causa, el material audiovisual remitido por Gendarmería, junto a otros de la Policía Federal tienen inconsistencias, vacíos temporales y fragmentación. “Guerrero tiene como defensa a abogados de Gendarmería. Esto muestra el respaldo institucional de su accionar. A pesar de las pruebas, todavía no fue llamado a declaración indagatoria”, denunciaron.

La fotografía en la vida de Pablo
La primera cámara que Pablo tuvo en sus manos la heredó de Fabián, una Zenith TTL. “Él tenía 12 o 13 años y en aquella época entraban al país estas cámaras rusas que eran baratas, con buenos lentes y a rollo”, recuerda. De alguna manera, la fotografía estuvo ligada a todas las etapas de su vida. En la militancia barrial entre Escalada y Lanús, en las diferentes actividades y eventos comunitarios en los que colaboraba, en los eventuales trabajos que conseguía: “nunca fue un militante muy orgánico, siempre fue muy crítico de todas las orgas, pero participaba, activaba, intervenía sin pertenecer a una organización específica. En eso nos parecemos”. Mientras, también hacía fotografía para bandas de música locales.
Antes de la llegada del macrismo, Pablo vivió poco más de un año en México. “Se separó y se fue con su amigo Jorgito, con el que estaba en la marcha de jubilados el 12 de marzo. Antes de que se vaya le regalé una cámara (Nikon) D90 que le compré usada, en buen estado a un amigo fotógrafo”, cuenta. Allí, Pablo comenzó a trabajar haciendo fotos a turistas, aprendió el manejo de drones y tenía su emprendimiento. Incluso se involucró en la producción y fotografía de la película estadounidense The Great Movie de Jennifer Shaw.
Cuando regresó a Argentina, encontró trabajo en el Hospital Evita, en tareas de parquizado y plantines, pero no soltó la cámara como parte de su vida. “Por su formación en diseño industrial tiene una visión tridimensional, le da importancia a los fondos. Le decía que tenía muy buen ojo, pero que le faltaba aprender la técnica y justo se enganchó con un curso de Argra (Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina)”, rememora. Pero Pablo no organizaba muestras fotográficas ni tampoco le daba preponderancia a las imágenes que lograba en las redes: “siempre fue de perfil bajo, para él es más importante documentar algo que decir ‘mirá qué linda foto saqué’”.

¿Cuál es el problema?
Mientras Fabián habla con Tiempo en el patio de ingreso del hospital y sus alrededores la gente se frena y busca abrazarlo. Recibe palmadas en los hombros, papelitos con números de teléfono de vecinos que le ofrecen su casa, le gritan desde los autos dando fuerzas y hasta un ciclista se sube a la vereda para expresarle su apoyo. “Nunca quise esto. Yo no quería salir en la prensa y de hecho, el primer día en el hospital estaban los medios y amablemente los eché. Les dije que me disculpen, que no podía hablar, no quería tampoco”, asevera.
Pero los dichos de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich lo obligaron a salir. “Cuando me enteré de las mentiras supe que tenía que salir. Faltaba que dijeran que mi hijo fue a cabecear una granada. Salí, llamé a los periodistas y le dije ‘borracha asesina’, no se qué dije. Lo que importa aclarar es el orgullo que siento de la militancia. De que mi hijo estaba ahí como fotorreportero, estaba trabajando ahí, sacando fotos. ¿Cuál es el problema de ser militante? ¿Por qué te tienen que pegar con algo en la cabeza si lo sos? Incluso si él estaba con una bandera de cualquier organización, ¿por eso te tienen que pegar?”, reflexiona.
Y recuerda que mientras Bullrich quemaba barbijos en el Obelisco durante la pandemia, Pablo militaba en las villas, asistiendo a personas con Covid-19: “todo el mundo la dejó quemar barbijos, nadie le pegó. Defiendo el derecho que tiene de hacerlo. Incluso defiendo el derecho a ser juzgado que tiene el cabo (Hernán Jesús) Guerrero, porque a mi hijo no se lo permitieron, no le dieron oportunidad de defenderse. Ellos lo juzgaron e intentaron ejecutarlo porque era militante. Lo hizo un tipo de azul, como dice Milei, que supuestamente es de los buenos”. «