Fue uno de los grandes historietistas argentinos y su obra definitivamente consagratoria fue El Eternauta cuyo guión era de Héctor Oesterheld. Entre ambos le dieron vida a una historia que sigue cada día más vigente, como bien lo demuestra el éxito arrasador que tuvo la serie.
“El Eternauta –dice Gulllermo Saccomanno en el prólogo de la edición de Planeta Comic de 2022- alcanzó una popularidad que trascendía tiempo y espacio, Sus autores, Oesterheld, el guionista y Solano López, el dibujante, tienen en el momento de la publicación , treinta y ocho y veintinueve años respectivamente”.
Solano López había nacido el 26 de octubre de 1928 en la ciudad de Buenos Aires. Tenía un apellido ilustre ya que era bisnieto del primer presidente constitucional de Paraguay y nieto de Venancio López, hermano del mariscal Francisco Solano López.
Pero muy pronto su nombre comenzaría a brillar por sí mismo por fuera del ámbito político y militar como dibujante de historietas, tarea en la que comienza a trabajar en 1953.
En una de las últimas entrevistas, si no la última que le realizara a Solano López la periodista Ivana Romero para este diario, el dibujante contaba algo sustancial de su historia indisolublemente ligada a la de Oesterheld.
“Aunque ya existía la televisión –dice refiriéndose al auge de historieta-, todavía no era un producto masivo. Al principio, nos pedían que copiásemos a dibujantes de otros lugares. Yo empecé copiando a un italiano, Paul Campani, para historietas que escribía Oesterheld. Y ahí él me echó el ojo para comenzar a ilustrar El Eternauta. Las historietas estaban atravesando tan buen momento que él decidió irse de Abril y abrir su propia editorial, Frontera, en 1957, una experiencia que terminó malográndose porque Oesterheld no sabía de negocios, y un grupo de imprenteros inescrupulosos se terminó comiendo todo”.
“En fin, tuvimos una sola entrevista y nos pusimos a trabajar. Él se pasaba el día en esa casa de Béccar que aparece al comienzo de El Eternauta, una verdadera fábrica creativa. Escribía sus guiones a mano. Sus historias eran excelentes pero su caligrafía era desprolija, bastante difícil de entender”.
Trabajaron juntos entre 1957 y 1959. Más tarde hubo dos versiones más, una de 1969 y otra de 1976 con un contenido político más explícito.
Cabe aclarar que Solano López no tuvo ningún maestro de dibujo ni pasó por ninguna academia, sino que fue absolutamente autodidacta. Se recordaba dibujando desde los tres años.
Su vida no fue fácil. A los 8 años perdió a su padre y quizá por entonces el dibujo fue un espacio donde refugiarse de su ausencia. Sólo dejó de dibujar por un tiempo a los 11 años, cuando su madre tiró a la basura una serie de carpetas de su marido. Cuando Solano fue a la basura a ver qué había tirado su madre, comprobó que era la colección de sus dibujos que su padre había guardado debidamente fechados. Fue necesario que pasara un tiempo para que luego de ese impacto volviera a tomar sus lápices y sus plumas.
Francisco Solano López en el exilio
La historia de Oesterheld fue, seguramente, una de las más cruentas que dejó la última dictadura cívico -militar de la Argentina. Por su parte, Solano López debió marchar al exilio en Madrid con Grabriel, su hijo de 20 años, que fue rescatado de la cárcel.

Allí ambos realizaron juntos una Ana, una historieta oscura sobre la dictadura militar, según consta en la edición de Radar del 23 de octubre de 2005, donde también figura el prólogo que Juan Sasturain para la edición argentina que sucedió a una edición inglesa y otra francesa.
Dice Sasturain: “Ana es una historieta fantasma: algunos creen que existe pero pocos la vieron o no la vieron entera y quién sabe dónde. Se la menciona en las historias del género pero incluso en las recientes más prolijas y completas –La historieta argentina, de Gociol y Rosenberg, De la Flor, 2000– sólo aparece mencionada incidentalmente. Y es lógico, porque su camino hacia el papel impreso ha sido muy accidentado. Tanto que ésta es su primera versión completa publicada en la Argentina después del parcial intento de la efímera “Trix”, a mediados de los ochenta. Y han pasado casi treinta años del momento en que Gabriel escribió y Francisco dibujó, allá en España y con los milicos en el poder (y con plenos poderes) acá”.

Y agrega más adelante: “En 1976, durante los primeros meses de la dictadura, Francisco Solano López pudo rescatar a su hijo de las cárceles de los militares. La condición impuesta fue que Gabriel, de poco más de veinte años, se fuera del país. Solano levantó su casa y su estudio y se fue con él a Madrid”.
“Gabriel escribía ficciones y el padre se interesó en ese material. El pibe quiso. Era una manera, podemos suponer, estamos seguros de que así fue, de acercarse, amucharse en soledad, padre e hijo, tras la pesadilla.”

A través de los años, El Eternauta se ha convertido en un clásico de clásicos de la historieta que sigue vigente año tras año. En la entrevista realizada para este diario poco antes de la muerte de Solano López, éste reconoce el valor de la obra que gestó junto a Oesterhel.
“Cuando trabajábamos con Oesterheld dice-, no sabíamos lo que vendría después, ni lo bueno ni lo trágico. Sasturain dice que El Eternauta es una suerte de Martín Fierro del siglo XX, un clásico. A esta altura no desmerezco esa idea ni me da vanidad”.