El pregón contra el intervencionismo norteamericano con la frase “Fuera yanquis de América Latina” cobra fuerza y vigor frente al “Colorario Trump” a la Doctrina Monroe, que en 1820 le exponía a los europeos sus intereses sobre la región, considerándola su patio trasero, y ahora se manifiesta con el intervencionismo bélico explícito de la política estadounidense.

La embestida de Trump sobre América Latina toma cuerpo en su política interna racial y segregacionista, expulsando a migrantes del continente, que se profundiza con acciones bélicas que incluyen crímenes de guerra. Durante 2025, la gestión de Trump inició una cacería de indocumentados, generalmente latinos, con arrestos, que poco cuidan el respeto de los Derechos Humanos, y deportan sin piedad a millares de personas.

Y no es exagerado plantear que se cometen crímenes de guerra, atento a que las acciones bélicas que está desarrollando EE UU en el Caribe a través de ataques desmesurados sobre “narcolanchas”, objetivos indefensos ejecutados mortalmente de manera extrajudicial, incluso a sobrevivientes de los ataques, lo que implica una clara violación a la Convención de Ginebra.

Con la excusa del combate al narcotráfico, Trump legítima su movimiento de tropas en la región, amenazando con una intervención directa a Venezuela, contra la “dictadura” de Nicolás Maduro, que tiene el petróleo que Estados Unidos necesita por consecuencia de la guerra entre Rusia y Ucrania, pequeño detalle que incluso lo lleva a violar el Tratado de Tlatelolco, al desplegar armamento nuclear en la zona de América Latina.

Sin perder el eje de lucha contra el narcotráfico, Trump también amenaza con atacar a Colombia, responsabilizándola de la producción de drogas, sin reflexionar que el negocio está en el procesamiento y tráfico que se da en el mismo territorio norteamericano. Al respecto, el presidente colombiano Gustavo Petro salió al cruce, sosteniendo que un ataque a la Soberanía de su país sería una declaración de guerra.

Un contrapeso importante en la región podría ser Brasil, más allá que por el momento Lula se conforma con celebrar el repliegue norteamericano al castigo comercial que impuso Trump a las exportaciones brasileñas, presionando para la liberación del golpista ex presidente Jair Bolsonaro. Lo cierto es que no podría tolerar una intervención militar en Venezuela o Colombia.

Cabe señalar que Brasil es aliado estratégico de China y Rusia en el marco de los BRICS, por lo que las restricciones que pretende realizar Estados Unidos a América Latina, podría encontrar la articulación de un bloque que dispute la geopolítica norteamericana. De hecho, China ya manifestó su rechazo a una intervención sobre Colombia o Venezuela.

En definitiva, mientras Donald Trump quiere retrotraer al continente a las aspiraciones imperialistas del siglo XIX, América Latina tiene el desafío de rearticular las alianzas que inspiraron la patria grande de Simón Bolívar y José de San Martín, a partir de mandar al carajo al ALCA en 2005, y que se plantea como necesario reconstruir.