La reciente suspensión de una agente de la policía porteña por promocionar contenido en Only Fans con su uniforme puso en agenda el debate sobre las condiciones de trabajo de las fuerzas de seguridad, los sueldos bajos que perciben y un sistema de abusos cotidianos de los jefes hacia sus subordinados. La agenda gremial de la policía depende casi exclusivamente de las negociaciones entre los altos mandos y el poder político, algo que consolida aún más una dependencia vertical de los rangos más bajos.

Para analizar las formas de representación gremial por parte de las fuerzas de seguridad Tiempo conversó con el diputado por Unión por la Patria, José Glinski, quien se desempeñó como ministro de Seguridad de la provincia de Chubut en 2014 y como Jefe de la Policía de Seguridad Aeroportuaria durante la presidencia de Alberto Fernández.

–¿Es la sindicalización de la policía una solución para poner en agenda las condiciones de trabajo de las fuerzas de seguridad?

–Hay un componente de la sindicalización que es formal. Tiene que ver con el ordenamiento jurídico que lo permite o no. Para mí es una discusión un poco vieja. El formato que puede tener la estructura formalizada e institucionalizada de negociación entre las patronales y los trabajadores y las trabajadoras puede variar; lo más importante es que suceda. Puede ser un consejo, como es el caso de nuestra experiencia en Chubut. Estoy a favor de la sindicalización, pero antes que eso, estoy a favor de que haya mecanismos de representación laboral que tengan efectos sobre el bienestar del personal.

-¿Cuál es la forma en que se discute hoy en día la agenda gremial de las fuerzas si no hay sindicatos?

-Mi experiencia es que los jefes llevan las demandas al poder político. Hay presión, hay tensiones con la patronal; en algunos casos, el salario testigo suele ser el de los docentes, que suele ser la planta más grande que tiene la provincia. Siempre van a la cola de lo que negocian los sindicatos estatales, que pueden ser docentes o estatales. Depende de cada provincia, pero si no tenés un mecanismo mínimamente institucional para contener las demandas, tenés conflictos como los que se dieron en 2013 y 2021. Cuando asumí en Chubut en el año 2012, asumí con la policía acuartelada. Entonces, para mí fue una marca de origen muy fuerte: los tipos tienen una agenda concreta de mejoras de sus condiciones de trabajo. Pedían el 88% del sueldo de la Policía Federal, que es algo difícil de establecer porque la composición salarial de la Federal no es igual que la de una provincia. También decían: “queremos chalecos, queremos turnos con descanso, no queremos sobrecargas adicionales”. Sabían bien la agenda y eso orientó las negociaciones.

-¿No hay agitación de la política, centralmente de las fuerzas de derecha, sobre las protestas policiales?

-Habría que analizar cada una. Muchas veces los jefes incentivan el quilombo de los subalternos para presionar a la patronal. Yo creo que hay una lógica de maltrato muy grande del Estado hacia la policía en tanto trabajadores y trabajadoras. Es decir, hay como una especie de relato de heroísmo, de sacrificio, que después no se corresponde en términos de salarios y condiciones laborales. Hay muchos ejemplos en el mundo de mecanismos por los cuales las instituciones pudieron empezar a absorber de alguna manera y a amortiguar los conflictos con representantes. En Francia, nosotros veíamos que en la gendarmería había una subalterna que tenía una oficina al lado de la oficina del jefe y tenía diálogo directo. Era una persona que administraba las demandas y había sido elegida por sus compañeros. Para mí ahí está la clave: no importa el formato que tenga, pero si hay una legitimidad democrática en la selección de esos delegados, cualquier formato va a servir.

Hay propuestas que hablan de sindicalización sin derecho a huelga ¿Lo ve viable?

-Yo soy de los que cree que, si hay un mecanismo, tenés menos posibilidades de huelga si tenés mesas de diálogo. Bueno, en el caso que se discuta en esa instancia. Quitar el derecho a huelga me parece un argumento muy atado a una idea posdictadura de las fuerzas de seguridad como parte del terrorismo de Estado. La huelga te puede pasar igual, con o sin sindicato. Y si se te arma un quilombo por abajo sin ninguna instancia formal de negociación, es peor.

-¿Cómo fue su experiencia en Chubut? ¿Cómo fue el armado del Consejo?

-La primera experiencia funcionó muy bien. Nosotros sacamos un decreto ante una tensión por parte del personal subalterno, de suboficiales, con algunos incumplimientos. Nosotros no cedimos mucho en términos de la agenda que nos planteaban, pero sí salimos con la resolución del Consejo de Bienestar Policial, que la teníamos en carpeta y el gobernador (Martín Buzzi) no quería. Nosotros le decíamos que era la forma de bajar la tensión, institucionalizar el conflicto y empezar a negociar. Nosotros venimos de una intervención de la policía. Asumimos con un acuartelamiento policial y a los tres meses intervenimos la policía. Echamos a toda la cúpula; primero negociamos con ellos, pero nos dimos cuenta de que eran los que armaban el quilombo. Se aumentaba el sueldo de los jefes, pero no de los subalternos. Nosotros armamos un decreto, impulsamos un sistema electoral con voto obligatorio y de lista única para que no se armen espacios políticos. Era como elegir al mejor compañero. Armamos reuniones obligatorias, periódicas, trimestrales y con una agenda de sueldos, un padrón electoral y una jornada electoral. La gente lloraba, era histórico. No lo habían visto nunca. Se sentían protagonistas. Venían los retirados y hablaban con los diputados: “che, hay que cambiar esto para que nosotros tengamos representación, porque a nosotros también nos afecta”. Después ese decreto se modificó por ley como tres veces. Pero la experiencia fue muy bien recibida por el personal. Hay gente que hizo una trayectoria más política, que se consolidó como representante regional. Yo no tengo ninguna duda de que esto funcionó. «