El ingenio rioplatense, y en especial, el de este lado del charco, es digno de admiración. Prueba de ello es haber convertido durante décadas a una emisora uruguaya con domicilio legal en Colonia del Sacramento en la difusora de los más sensibles intereses noticiosos argentinos. Esa radio se llamó – se llama aún, hoy en manos del multimedio Alpha Media- Colonia y se la sintoniza en un extremo del dial de amplitud modulada, en la frecuencia 550.
Cada vez que los medios de nuestro país se declararon flojos de papeles informativos los oyentes viajaban imaginariamente hasta la otra orilla sabiendo que allá encontrarían mucho de lo que acá se les omitía. Un hecho actual parece querer repetir la historia, que, desde Marx, siglo XIX, se manifiesta primero como tragedia y con demasiada frecuencia, en especial entre nosotros, deviene, sufridamente en farsa. Intervenidos judicialmente por la justicia los ya célebres audios de la secretaria general de la presidencia, dos medios uruguayos, modestos, pero de alcance global, una FM y una señal de streaming se propusieron seguir los pasos de la tradicional Colonia y prometieron la difusión de ese material embargado, temporalmente o para siempre, para oídos locales.
La historia le reconoce a Colonia haber sido, desde los tiempos anteriores al derrocamiento del presidente Perón hasta bastante después de la recuperación democrática tras la dictadura, el vehículo para completar temas e informaciones vedadas por prohibiciones y censuras. Desde esa vocería desfilaron distintas y recurrentes crisis, el anticipo de los golpes de estado, las renuncias de presidentes y funcionarios importantes e incluso informaciones relacionadas con la guerra de Malvinas y los desaparecidos de los años 70. Muchos se disponían para un convite providencial apenas escuchaban sonar en sus receptores los acordes de la marcha militar norteamericana Barras y Estrellas por siempre que precedían a la irrupción de un locutor prometiendo: “Hay más informaciones para este boletiiiiin”.
El pionero en instalar ese estilo tan enfático como personal fue Walter Viera, un personaje extraño que luego de maltratar a Perón, tras su caída, llamándolo “tirano prófugo” o “tirano depuesto” viajó a Cuba en donde se radicó apenas triunfó la Revolución. Ninguno expresó esa frase con tanta propiedad como lo hizo Ariel Delgado, seudónimo del correntino José Ariel Carioni. Entre centenares de intervenciones, su voz anunció la renuncia del presidente Frondizi, la llegada de Onganía al poder, el Cordobazo, numerosos casos de secuestros y desapariciones de muchas personas, como la del periodista Jacobo Timerman o la mención en 1980 de que un argentino (Adolfo Pérez Esquivel) había obtenido el premio Nobel de la paz.
La CW1 fue fundada en 1937 por los empresarios Raúl Montellano y Ricardo Bernotti, el mismo que diez años antes, en Buenos Aires, había puesto en marcha Radio del Pueblo. Inicialmente se llamó Radio Popular y tres años después se calzó el definitivo Colonia.
Pasó el tiempo y, más allá de sus innegables presiones y omisiones los medios argentinos, no pueden, por una mera cuestión de subsistencia, ya no pueden más mirar para otro lado. De esto no se salva ni el medio más comprometido con el discurso oficial. Este es el tiempo de las cámaras por todos lados y cuando las cámaras se alejan o se retiran quedan los celulares, las redes, los streaming. Todo, temprano o tarde, se sabe. Difícil establecer tan en lo inmediato si esta oportuna (oportunista, también) y astuta propuesta de los medios uruguayos fue un antes y después masivo para la audiencia argentina. El tiempo dirá si esos audios, hoy apresados bajo siete llaves, tendrán la condición de modificar nuestras vidas, como en tantas ocasiones hizo la vieja Radio Colonia abriendo la jaula a tantos gatos encerrados.