Vivimos ayer una jornada de lucha histórica. La foto contundente de la plaza rebalsada debe servir para meter en la cancha de la discusión política nuevamente al feminismo. No solo como resistencia al gobierno de Milei, sino como parte de la alternativa que necesitamos construir. Llega esta foto también cuando se había puesto de moda subirse a la ola conservadora por derecha y por izquierda y cargarle la cuenta al feminismo.

Lo cierto es que hoy no hay un movimiento político que logre este nivel de convocatoria transversal, multitudinario y alegre. Que impulse a la juventud, que movilice a las madres con sus hijas, que haga marchar a las jubiladas y a las nietas.

Fue un 8M singular por varias razones. Quiero resaltar tres. Primero, porque lo hicimos contra un gobierno de ultraderecha, que se pasa denigrando a las mujeres en general y a los feminismos en particular. Luego, porque nos organizamos en vigencia del protocolo represivo de Patricia Bullrich, desbordamos todas las calles y desconcentramos de modo totalmente coordinado. El autocuidado funcionó a la perfección entre nosotrxs y fue parte, durante todo el proceso asambleario, de la reflexión y de las tareas asumidas. Tercero, porque estamos en medio de una guerra económica contra la población, que hace que organizarse y movilizarse sea un esfuerzo descomunal. Por esto es triplemente valiosa y contundente la masividad del viernes.

El hambre y el ajuste como formas de disciplinamiento son una estrategia clara del gobierno de Milei. Esa conexión es la que desde el feminismo queremos combatir en esta etapa: el hambre es una manera de sometimiento que busca destruir vínculos sociales, desarmar la solidaridad y hacer proliferar la violencia entre quienes menos tienen. Desde los feminismos populares se hace lo contrario: se cocina, se cuida y se reparan los daños que el neoliberalismo autoritario no deja de producir. Los planes de shock neoliberales se aplican descansando en que los cuerpos feminizados asumirán más trabajo para sostener la vida cada vez en condiciones más precarias. Al modelo del empresario heroico que trata de instalar Milei, que no depende de otrxs ni del Estado, le oponemos una salida colectiva.

Por eso, uno de los aportes fundamentales del feminismo para esta etapa podría ser romper el punto en que este ajuste se anuda con el disciplinamiento en la subjetividad. Ese punto que Milei construye cuando dice “No hay plata y hay que sacrificarse en el hoy para conseguir un mañana”.

La lógica sacrificial es el reverso de la lógica meritocrática: se complementan porque el mérito se mide por los sacrificios que se está dispuesto a hacer. Al punto que quien más se sacrifica, es también quien más fervor meritocrático profesa. Eso hace que el mérito tenga un contenido concreto: el sacrificio. En esto, Milei es también la superación de Macri. Le da un contenido posible a la meritocracia.

¿Qué hacer? Se abre una etapa en la cual los feminismos populares de nuestro país están llamados a cambiar los entramados en la vida colectiva, allí donde se infiltró esa idea del sacrificio contra la fiesta, donde se culpabiliza el goce a la vez que se festeja la crueldad, donde se quiere imponer la violencia contra la solidaridad y el apoyo mutuo.

Pero también estamos frente a desafíos históricos que ya no podemos evitar: hacer crecer formas de organicidad y coordinación transversal, consolidar toda esta fuerza de movilización en un plano programático.

Tenemos con qué construirlo. Nuestro movimiento feminista está compuesto por compañeras y compañeres que hacen feminismo a diario en los barrios, los sindicatos, las escuelas, las cooperativas, los centros de jubiladxs, las universidades, las salitas de atención primaria y los hospitales, en los cordones frutihortícolas, en la cultura y en las fábricas. En Argentina tenemos un feminismo concreto, ligado a las organizaciones, y que también sabe convocar a las “sueltas”, a quienes por fuera de las organizaciones se empeñan en armarse vidas feministas. Tenemos un feminismo que le interesa la política en todos sus niveles.

Nos queda una tarea enorme, empujada por la fuerza de este 8M. Hagamos nuestro pacto feminista.