El público se transforma gracias a lo virtual: se interna en el Antiguo Egipto desde La Rural de Buenos Aires. Sobrevuela la meseta de Guiza, asciende hasta la cima de la Gran Pirámide -con una vista panorámica en 360°-, ingresa en los aposentos de la Reina y más tarde viaja por el Río Nilo para ver el homenaje al faraón Keops. Luego se saca los lentes VR 360° y deja atrás la travesía virtual de El horizonte de Keops: es una de las exitosas experiencias inmersivas a gran escala que funcionan en Buenos Aires. ¿Cuáles son sus secretos?

El 17 de diciembre se inauguró El horizonte de Keops en el Pabellón Frers de La Rural, en Av. Santa Fe 4363, y el público explota: esta experiencia de Realidad Virtual Aumentada seguirá hasta el 1º de febrero. A su vez, desde el 15 de diciembre funciona en el Centro de Experimentación del Teatro Colón (CETC), en Viamonte 1168, la muestra Monet inmersivo, sobre el pintor impresionista Claude Monet (1840-1926). ¿Qué propone hasta el 18 de febrero? Es un viaje con proyecciones interactivas en 180° al mundo del artista francés. Así, el arte clásico convive con lo digital.

Las experiencias inmersivas son un renovado furor en Buenos Aires. El horizonte de Keops, en La Rural, y Monet inmersivo, en el Teatro Colón, expanden una tendencia que había comenzado en 2022 con las exposiciones virtuales Imagine Van Gogh, también en La Rural, y Meet Vincent Van Gogh, en el Campo Argentino de Polo. El público, en ambas, se pudo fascinar con imágenes envolventes, en movimiento, y universos en 360° sobre el genial pintor holandés. Y, con esas dos atracciones inmersivas, el concepto se asentó en Buenos Aires: la posibilidad virtual de “estar allí” es inagotable.
Luego de la propuesta inmersiva Blow Up, el 4 de septiembre de este año había llegado a La Rural, de la mano del empresario Daniel Grinbank, otra atracción de peso: Art Masters: Museo del Prado en Realidad Virtual. Seguirá hasta el 1º de febrero y permite ver, como si se estuviera delante de ellas, las obras “Las meninas”, de Diego Velázquez; “El Jardín de las delicias” de El Bosco; “El aquelarre”, de Francisco de Goya; “Venus y Adonis”, de Paolo Veronese, y “El Sentido de la vista”, de Jan Brueghel y Peter Rubens.
Art Masters reúne arte, historia y entornos 3D. Desde lo virtual, un guardia de seguridad en su último día de trabajo va revelando espacios del Museo del Prado no pensados para el público, como el taller de restauración y la sala de guardias, y la tecnología RVM (realidad virtual multiusuario, o “metaverso”) permite “entrar” al mundo griego de “Venus y Adonis”, al terror de “El aquelarre”, al universo celestial e infernal “El jardín de las delicias”, a los contrastes de “Las meninas” y a los colores plenos de “El sentido de la vista”.
Art Masters va en sintonía con muestras inmersivas que impulsaron otros grandes museos como el MoMA de Nueva York, el Guggenheim de Bilbao o el Abu Dahbi Cultural Summit: la distancia no impide ser parte de estos viajes virtuales. Pero la muestra inmersiva egipcia El horizonte de Keops, en La Rural, es un paso más allá. Antes de Buenos Aires había pasado por París, Londres, Nueva York, Sidney, Lisboa y Shanghái, y a través de los cascos de realidad virtual aumentada permite adentrarse en los conocimientos arquitectónicos, simbólicos y rituales del Antiguo Egipto.
«El horizonte de Keops» y «Monet inmersivo»
Así, de martes y jueves de 12 a 20, los viernes de 12 a 21, los sábados de 10 a 21 y los domingos de 10 a 20, El horizonte de Keops busca que el espectador literalmente ingrese a una pirámide, vea una momificación en un templo -como si estuviera allí- y se siente a caminar entre gatos negros egipcios de tamaño real: son hologramas sorprendentes. Aquí la guía es Mona, una joven exploradora, y quien da clases sobre historia faraónica mientras los presentes -gracias a los lentes VR 360°– se elevan por una plataforma externa hacia la cima de la pirámide en el inicio de los 45 minutos de experiencia.

¿El destino? La cámara funeraria de Keops. Pero una vez arriba, en el cenit de la pirámide, se podrán ver al oeste el desierto del Sáhara; al este, la ciudad de El Cairo; arriba, los pájaros y el sol. Entonces la cámara de la momia se apaga por unos segundos bajo etéreas toneladas de piedra, habrá otro guía: un gato negro de ojos verdes luminosos con brazaletes dorados: la representación de la diosa Bastet. Luego volverá Mona, al finalizar de subir por la pirámide, y proseguirá con sus comentarios sobre historia Egipcia, 4.500 años atrás.
Como dice el comunicado oficial: “La tecnología nos permite cruzar un umbral imposible en la vida real: descubrir pasadizos ocultos, asomarse a cámaras ancestrales y vivir de cerca una maravilla que cambió para siempre la forma en que entendemos el mundo”. Habrá que correr más pasillos y cámaras de la pirámide: esta es una propuesta creada con la colaboración de Peter Der Manuelian y el equipo del Giza Project de la Universidad de Harvard para aunar tecnología y rigor histórico.

¿Qué sucede luego en El horizonte de Keops? Aparece El Nilo, pleno en falucas con velas, bajo el sol abrasador. Más tarde vendrá el ritual funerario en un templo junto a la pirámide, para ver cómo los sacerdotes se ocupan del cuerpo momificado de Keops. ¿Qué sucederá cuando los espectadores acerquen sus rostros a la momia? ¿Qué descubrirán? Y otro contraste ocurrirá cuando los visitantes se saquen los lentes VR 360°: los cuerpos recobrarán su materialidad, como el resto de las cosas circundantes.
Los misterios de lo digital, la IA y la estimulación sonora también se despliegan en la exposición Monet inmersivo, en el CETC del Teatro Colón. Con proyecciones de 180° invita a estar en presencia de los cuadros más famosos del padre del impresionismo: los óleos parecen salirse de sus marcos y los lienzos se tornan corpóreos. Sus tulipanes, jacintos, pensamientos, rosas, nenúfares y begonias ganan espesor y se puede ver cada pincelada en su concepción dinámica.
Pero, ¿qué hay primero? Al trasponer la entrada de Viamonte se ve una escalera revestida en flores coloridas, en rumbo descendente a la sala principal. Luego habrá selfies en el icónico puente del jardín de Giverny, la casa de campo en la que Monet pintó sus nenúfares. Más adelante se accederá a un viaje de doce estaciones con los diversos momentos del impresionismo y sus cuadros principales -en réplicas- sobre caballetes. Una actriz vestida como Camille Monet -esposa y musa de Monet- caminará frente a los espectadores y, ya cerca del final, en la sala inmersiva con 45 proyectores irán apareciendo las obras emblemáticas de Monet en las paredes, con música a tono.

“Esta revolución digital desafía los límites de la percepción”, dice el texto oficial. Así, la inmersión en Claude Monet, en el Teatro Colón, sorprende y entretiene, pero sin buscar equipararse a la revelación de 360° que propone El horizonte de Keops en La Rural: cada instancia de realidad virtual ofrece su particularidad. Basta sumergirse en otras experiencias locales (como el Meta Park, Next to Normal Inmersive, la Travesía Intergaláctica del Planetario o las muestras del Palacio Libertad, ex CCK) para saberlo: las muestras inmersivas conviven en el metaverso digital.