El gobierno nacional pisa los salarios para que no suba la inflación. Así lo admitió el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, el miércoles pasado, un día después del paro nacional de los choferes del transporte público de pasajeros, convocado por la UTA.

Francos dijo que la administración de Javier Milei puso un techo a las paritarias porque “si uno permite que el salario se vaya más allá de lo que se ha establecido como pauta o como tope, obviamente los precios aumentan y los que reclaman hoy por aumento del salario vuelven a pedirlo más adelante porque otra vez suben los precios”.

Y en un acto de herejía ante el credo económico ortodoxo agregó: “Todo es un ancla para la inflación; establecer la relación del salario con los índices de inflación es un ancla”.

“Hoy es evidente que hay un discurso y una praxis que es muy distinta”, observa el economista Juan Manuel Telechea, que integra el Instituto de Economía y trabajo (ITE). “Es necesario marcar la clara contradicción entre la idea del gobierno de un ancla salarial, que la confirmó Guillermo Francos, con el diagnóstico de que la inflación es pura y exclusivamente un fenómeno monetario”, agrega.

La idea del jefe de Gabinete Francos, en el sentido de que “todo es un ancla para la inflación” habla de un gobierno “más pragmático”, caracteriza Telechea, para quien esa actitud también se la puede observar en el atraso de las tarifas “para acomodarlo con la inflación”.

Juan Pablo Costa, economista del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) observa que utilizar el salario como ancla inflacionaria tiene consecuencias negativas por la caída de la actividad económica y el empeoramiento de las condiciones de vida.

“Se trata de una rebaja de los salarios”, advierte. Por eso esta política tiene “límites políticos y sociales en términos de cuánto puede ser tolerado en un contexto de bajos salarios”.

Dado que en Argentina, el mercado interno explica el 70% de la actividad económica, la caída del salario genera un problema en la actividad. Otro límite, agrega Costa, está vinculado a lo político-social y más en un contexto electoral, donde los asalariados pueden entender que es momento de hacer oír sus reclamos. Así, el tiro podría salir por la culata. «