Juan José Becerra, prolífico autor de novelas y ensayos, esta vez  sale al ruedo con dos novelas cortas o nouvelles, Un hombre  y Dos mujeres que constituyen un díptico. Sus dos partes son autónomas, pero, a su vez, están indisolublemente ligadas por el diseño y algunos otros elementos en común.

Un hombre conduce un auto del que se ve una mitad, el lugar del conductor, y dos mujeres cruzan la calle. Detrás de ellas se ve la parte trasera del auto.  Para ver la imagen completa hay que poner ambos volúmenes juntos, aunque cada uno tenga títulos separados.

No se trata de un capricho de diseño, sino que el diseño encuentra su justificación en el texto y tiene que ver con él. La tapa que comparten ambas nouvelles no es el único punto de contacto entre ellas. A pesar de su autonomía, ambos textos guardan entre sí una relación estrecha.

Con estas dos nouvelles, cuyo diseño fue pensado como parte sustancial del texto, Becerra confirma una vez más que es una de las voces más personales de la literatura argentina.

Juan José Becerra: "La literatura es el eslabón perdido entre el delirio y el realismo"

Juan José Becerra

Al leer tus dos nouvelles “enganchadas”, que no tienen una prosa delirante pero tampoco realista, tuve la sensación de que la diagramación de la tapa forma parte del texto. Es la imagen de un auto que se completa con los dos tomitos la que te indica en qué orden  leer a través de una imagen que es un auto, una máquina. En esos dos textos por lo menos, los autos, las máquinas tienen un protagonismo que no tienen  las personas, ¿no?

-Sí, exactamente.

Hay una cosa muy curiosa que es que quienes tienen nombre son, por ejemplo, el perro del ingeniero, Bronco,  y la gente que no pertenece a la clase del ingeniero.  De las dos mujeres, sólo hay una que tiene nombre. Esa mujer es alguien que abandonó la vida convencional.

-Eso de los nombres no fue algo calculado.  Vos lo decías y yo me imaginaba como si fuese el lector del libro, no la persona que lo escribió, porque la escritura es un acontecimiento de un orden tan profundo que uno no alcanza a saber en qué consiste el acto de escritura, cuáles son los motores de ese acto. Suena un poco más a  alucinación que a invención.

Entonces, cuando vos me hablás de los nombres, que yo lo veo por primera vez porque sos vos quien me lo dice,  pienso que quizá tenga que ver con el hecho de que desde mi percepción acerca de la contemplación de personas, es decir, de personas que me gustan, personas desinteresadas -vamos a decirles así-, para ponerlas en una misma familia, veo artistas en ellas.

Entonces, los que tienen nombre, que son que son la mujer que abandona todo y, en el libro del varón, los, pobres, son los que merecen, como mínimo, tener un nombre artístico. Y eso es una cosa que deduzco de lo que vos me decís y me parece que es tal cual, que, evidentemente,  debe de haber algo en mí que define las situaciones narrativas con esos moldes aún sin tener siquiera la necesidad de imaginarlos. Eso es lo que sucede en la literatura cuando uno escribe. De modo que estoy muy de acuerdo con lo que decís.

Juan José Becerra: "La literatura es el eslabón perdido entre el delirio y el realismo"

-Yo creía que lo de los nombres era algo absolutamente intencional.

-No, te juro que no. Pero, al mismo tiempo, vos lo decís y yo lo que digo es, «sí, ojalá sea como decís, porque me sentiría muy a gusto con ese reflejo, esa pulsión eléctrica que me hizo escribir las cosas de esa manera sin tener en cuenta que iba a producir ese efecto». Es decir, evidentemente yo no buscaba nada, pero vos lo decís y para mí está clarísimo cómo se distribuyen los personajes entre  los que tienen nombre y los que no tienen nombre.

Si lo tienen,  es porque son de alguna manera artistas de su vida, la vida es como la materia propia de ellos. En cambio, los que están acomodados, se pueden intercambiar con otros. Ellos no, ellos son como los Picasso de las historias.

Y lo que decís en cuanto a esa especie de distancia que hay entre una narración que no es alucinada pero tampoco del todo realista, creo que también ahí puedo simpatizar con el hecho de que para mí la literatura es el eslabón perdido entre esas dos posibilidades: la alucinación donde vos caés al abismo de la literatura fantástica y el realismo llano, en el sentido de la pobreza de la realidad que uno debería reportarse como escritor.

Mi imaginación es una imaginación delirante, pero mis delirios podrían ocurrir en la vida material. Así que tendría que hablar más seguido con vos, para ver qué mierda estoy haciendo (risas). Lo que vos decís es un descubrimiento. O sea, siento que es lo que quiero hacer, pero no sé como planificarlo. Por deducción tuya,  obviamente, comparto los términos.

-Bueno, me alegro no haber hecho una tan mala lectura.

– No, vos quedate tranquila que siempre hacés  unas lecturas que me dan un poco de miedo (risas).

Si incluimos el diseño, cuando terminás de leer los dos libros, tenés la sensación de que el libro es una maquinaria perfecta desde todo punto de vista, también desde el punto de vista de diseño, porque el diseño no es aleatorio acá. No es que es una linda o una fea tapa, sino que el diseño te marca, si sos obediente, en qué orden leer los ejemplares.

-Y creo que ahí pasa algo.  Como decía Macedonio Fernández, no se puede mirar vivir en una novela, no se puede mirar vivir a los personajes dentro del libro. Si lo pienso en términos técnicos, Me puedo plegar a esa bandera.

-¿Y si los pensás en otro términos qué pasa?

-Me parece a mí que me alejo de ese pensamiento con el que coincido y termino como desbarrancando y sintiendo, porque ya no es un pensamiento, que sí se puede ver la vida en un libro. Desde  hace bastante tiempo que trato, en la medida de mis posibilidades, de extraer de los yacimientos llamémosle vitales una cierta literatura. Y pienso mucho,  en términos muy rústicos, que la vida de una persona es un curso en el cual esa persona se cruza con otras muchas personas. Esos cruces tienen, obviamente, posibilidades de bifurcación.

A veces uno toma la bifurcación, y  otras veces  sigue la línea recta. En el  caso de estos dos libros,  lo que ocurre para mí es que los personajes,  si uno los imagina como maquetas de personas, como representación o encarnación de personas, con todo lo que pueda tener de  superficial y de artificial un personaje respecto de una persona, al cruzarse reproducen  de una manera bastante fiel, a la escala en la que la literatura podría dar fe de la vida, un hecho bastante común de la existencia, que es si sigo de largo o me detengo.

Entonces, para mí la escena común era clave no para unir los libros, sino para separar las historias,  cada cual con su libro en el sentido de cada cual con su río, en el sentido de cada cual con su tiempo, porque también lo que ocurre es que cada personaje principal está presionado por el tiempo propio que le toca. Y de hecho yo creo que el personaje varón comete un error.

-¿Cuál?

-Seguir de largo. Y luego arrepentirse. Eso me parece que son hechos tan comunes, tan ordinarios de la vida que me parecía facilísimo reproducirlo en un libro. Mejor dicho, perdón, no. Me parecía facilísimo reproducirlo en dos libros. Porque en un solo libro quizás esta representación, en el sentido de maquetas vitales, no hubiesen producido quizás el efecto de que las personas viven sus vidas como encapsuladas. Las historias estaban separadas para que en el momento de cruzarse los protagonistas pudieran reunirse, pero que cada uno siguieran de largo, entonces los libros tenían que ser dos.

Juan José Becerra: "La literatura es el eslabón perdido entre el delirio y el realismo"
Foto: Mariano Martino
Juan José Becerra: "La literatura es el eslabón perdido entre el delirio y el realismo"

Es decir que cada libro es una vida independiente. Esta separación está marcada incluso desde el punto de vista del diseño, se traduce en el formato mismo del libro.

-Sí, el libro es un objeto que amo, pero que siempre me pareció muy poca cosa respecto de las posibilidades de arborescencia que plantea el deseo de escribir. Porque el deseo de escribir lo que hace, me parece, es formular la pregunta, ¿a dónde me va a llevar ?, ¿dónde voy a llegar escribiendo? Y ese a dónde me va a llevar casi nunca encaja de una manera dócil adentro del objeto libro. Uno quisiera ir más allá del libro. Pero no se puede ir más allá de un libro, excepto que uno vaya a otro libro.

Si el varón no hubiera pasado de largo, no habría posibilidad de un segundo libro, porque el segundo libro responde a esa pregunta que uno muchas veces se hace respecto de alguien que dejó de ver o de un personaje del pasado: ¿qué habrá sido de… qué habrá pasado con … El varón cometió  un error,  pero nadie sabe cuál es el error que comete cuando en una encrucijada de esa naturaleza sigue de largo y no se detiene.

El error es masivo,  pase lo que pase  y yo quería que quedara claro. Esto lo digo ahora hablando con vos, pero  esas son cosas que no se piensan en términos dramáticos. Uno no dice ahora quiero que ocurra tal cosa. Lo que se me da por pensar es que no hay posibilidad de no cometer un error en cada paso que uno da en la vida.

La imprevisible música del azar

-Tus dos últimos libros plantean que estamos sujetos al azar de tal forma, que no hay manera de evitarlo.

-Totalmente de acuerdo con lo que decís y te agregaría la cuestión de la paradoja de que, a cada segundo, a cada paso, hay mil  posibilidades de desvío y en cada una de esas posibilidades hay otra vida. Estoy tan de acuerdo con esa frase que me parece que las biografías  de todas las personas son en el fondo un accidente. Quiero decir, no son una composición. Yo, por ejemplo, creo que frente a situaciones en las que uno tiene la posibilidad de decir sí o no, dice sí como podría decir no o al revés, dice no como podría decir sí. Y esas decisiones no se sabe muy bien quién las toma. Mientras tanto hay un curso que seguir. Es tan poco autoral la vida de las personas, tan poco autónoma, tan poco soberana, que obviamente uno tiene la ilusión de que suceda algún tipo de autoría en el curso de la vida que cada cual lleva. Pero me parece que estamos sometidos a una cantidad de accidentes invisibles que por ser invisibles nos hacen creer que no lo son.

 

Bestias de aceleración

La  inteligencia humana aplicada a la lectura de lo desconocido resuelve muchos enigmas sin la necesidad académica del conocimiento de causa. Sin otra experiencia que la de mirar, Giovanesse descubrió sin detenerse en los parajes de la duda que el auto es una reproducción más o menos fiel del organismo del hombre. Era un lugar común, ¿pero qué otra cosa es un auto desde una mirada vulgar?

En cambio, el coleccionista,  que era un estudioso de los autos los considera superhombres. Quizás superhombres con alguna tara, pero capaces de producir ahorros de tiempo. Bestias de aceleración, por decirlo así, disputándole poder al tiempo a  una escala irrisoria. Pero tanto como contar con ese atributo, bastante ordinario, de comprimir el tiempo en el interior de las distancias, también le gustaba permanecer