Nasry Juan Asfura Zablah no sólo tiene el coloquial apodo de “Tito” sino que en su país se lo conoce como “Papi a la orden”. Se trata del nuevo presidente electo de Honduras. Un presidente a la medida de Donald Trump y de Marco Rubio.
Más allá de ser muy válida la pregunta de por qué los pueblos de la región se obstinan en pegarse tiros en los pies, uno y otro pueblo, una y otra vez, la decisión final de la Justicia electoral hondureña cerró un ciclo comicial desbordante de irregularidades. Con el tufillo de que los largos tentáculos del Imperio llegaron también al país centroamericano de poco más de 112 mil kilómetros cuadrados, de una geografía muy accidentada, con altas filas de montañas, en el que sobreviven poco más de 11 millones de habitantes, casi la mitad todavía en estado de pobreza.
Aunque ese país aún sea presidido por la progresista Xiomara Castro, quien logró llevar a esos millones de hondureños de padecer, cuando asumió en 2011, un nivel de pobreza de aproximadamente 73,6%, a, cuatro años después, un oficial de 53,7%. Ese es sólo uno de los parámetros que demuestra los cambios de un país gobernado por una mujer, por primera vez en su historia.
Esa mujer que no sólo debió lidiar contra la terrorífica situación económica y la desbordante corrupción que le dejó el gobierno de Juan Orlando Hernández, sino que enfrentó el caos migratorio y el narcotráfico. Pero Iris Xiomara Castro Sarmiento, la esposa del expresidente José Manuel Zelaya Rosales, derrocado y expulsado del país por sus propias Fuerzas Armadas en 2009, no pudo presentarse a la reelección: así lo determina la constitución de su país, otra más a la medida del poder real del monstruo que tiene en las otras costas del Caribe.
Y Rixi Ramona Moncada Godoy, maestra, abogada y política hondureña de 60 años, quien fue la elegida por el partido gobernante para suceder a Castro, sólo llegó a sumar un 19,19% de los votos. Quedó tercera.
Así, entre el liberal Salvador Nasralla y el ultraderechista Nasry Asfura llegaron a acumular más de las tres cuartas partes de los votos registrados. Estados Unidos se había metido sin el menor pudor en la campaña desde un primer momento y casi dirigió la intención de sufragio de la población. Otra pregunta para hacerse: ¿por qué, una nueva vez, ya inmersos en el siglo XXI, y con todos los atributos tecnológicos informativos al alcance de la mano (tal vez ahí esté la respuesta) los pueblos son tan volubles a esa bajada de línea del Norte?
Ganó Papi
Pues esta semana, tras casi un mes de oscuros cabildeos desde que se realizó la votación general, la Justicia electoral hondureña determinó que Tito había sumado el 40,26% y que su rival, no tan alejado ideológicamente, sólo había acumulado el 39,54%. O sea, que por 0,72% (algo así como 25 mil sufragios), Asfura podrá asumir como presidente el 27 de enero de 2026 en una ceremonia que se celebrará en el Estadio Nacional Chelato Uclés, en Tegucigalpa. A pesar de que Nasralla puso el grito en el cielo: “Hay miles de actas con esta inconsistencia que ustedes pueden verificar personalmente en su celular o en su computadora”.
Dos cosas sucedieron de inmediato al ser designado Asfura como presidente. Una fue que exclamó al país vía X: “Honduras: Estoy preparado para gobernar. No te voy a fallar”. Otra fue que tuvo una nueva y esta vez breve comunicación con el secretario de Estado de EE UU, Marco Rubio. Claro que sí: al fin y al cabo es un asumido personero de gobierno estadounidense (uno más en la región) y, desde hace tiempo, y no sólo ahora, se mueve bajo los hilos que digita la Casa Blanca.
Es lo que nos toca vivir en esta época. Nasry Asfura, o Tito o Papi a la Orden, nació hace 67 años en Tegucigalpa. Hijo de inmigrantes de ascendencia palestina. Político y empresario de la construcción, se jacta de ser una persona que prioriza el orden y la disciplina. Fue creciendo en el Partido Nacional hasta convertirse en su figura y ahondar su adscripción a las teorías liberales para acercarlas a las miradas ultras. Siempre se llevó de perlas con los sectores más retrógrados del Partido Republicano estadounidense. Inició su carrera pública en la Alcaldía del Distrito Central -formado por los antiguos municipios de Tegucigalpa y Comayagüela- en los ’90, con cargos operativos y gerenciales. Hasta llegar a ser alcalde del Distrito entre 2014 y 2022. En la campaña que lo llevó a ese cargo transformó su apodo en eslogan público, “¡Papi a la orden!”, intentando transmitir una idea de cercanía y servicio.
Ya en las elecciones de 2021 disputó la presidencia pero perdió ante Xiomara Castro. Pero en 2025, volvió a presentarse articulando una campaña en torno a un paquete de propuestas ultra liberales para “poner a andar” el país. Por caso, la enigmática “Visión 5 Estrellas”, que, según el nuevo presidente “combina metas económicas, sociales y medioambientales”, aunque el electorado muy bien no sabe de que va. A no ser que se sospecha que se trata de un remedo de la Ley Bases que Javier Milei supo imponer en la Argentina a poco de asumir en 2023.
Finalmente Tito ganó. Y muchos diarios del mundo se dieron el gusto de titular: “En Honduras triunfó el candidato de la Casa Blanca”.