El Complejo Penitenciario Federal IV de Mujeres, ubicado en el partido bonaerense de Ezeiza, aloja a 490 mujeres según datos de la Procuración Penitenciaria de la Nación. De ellas, más de 80 acceden a carreras universitarias y talleres extracurriculares que se dictan en el Centro Universitario de Ezeiza (CUE), dependiente de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Allí tienen la posibilidad de estudiar una carrera, pero también un lugar para compartir sus vidas y problemáticas, entre ellas y con quienes llegan “del exterior”.

Florencia De Piero es la presidenta del Centro de Estudiantes del CUE. Ingresó al Ciclo Básico Común de la carrera de Derecho en 2015 y cuatro años después fue elegida por sus compañeras como representante del centro que se constituyó formalmente poco después. En 2021 comenzó otra carrera, la de Sociología y hoy está a 8 materias de recibirse. La de derecho debió dejarla (aunque está todavía en sus planes) porque las materias que le quedaban se rinden en modalidad libre y no hay casi ofertas para el contexto de encierro. “Milito por la educación y por los derechos de las personas privadas de la libertad. Esa lucha le da sentido a mi vida acá adentro”, dice De Piero a Tiempo Argentino.

A fines de marzo la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, sancionó la resolución 372/25 que prohíbe el funcionamiento de los centros de estudiantes en el ámbito del Servicio Penitenciario Federal (SPF). Son espacios vitales para el sostenimiento de las trayectorias educativas de lxs estudiantes privadxs de la libertad. La medida restringe la permanencia de lxs estudiantes en los espacios de estudio, quienes solo pueden estar allí en el horario de clases y expone, una vez más, la orientación de las políticas carcelarias de la actual gestión. 

– ¿Que implica para ustedes la resolución del Ministerio de Seguridad?

-La resolución nos imposibilita el acceso a la educación. Al CUE no solo vamos a las clases, sino que para poder aprobar las clases necesitamos ir a utilizar las computadoras para buscar material, usar internet, realizar trabajos y entregarlos en tiempo y forma. Además, es donde podemos estudiar en grupo y nos encontramos a debatir ideas, corrientes, autores. También es importante tener contacto con los docentes fuera de los horarios de clases para tutorías y consultas. El hecho de que no podamos permanecer en el CUE hace que pierda vida y sentido. Sabemos que si esta medida no se revierte vamos a perder el espacio. Ya nos sacaron la fajinera, que es una persona que se encarga de la limpieza. Ella no es estudiante universitaria y solo cumplía una función laboral, pero es parte de nuestro equipo. La sacaron sin dar explicaciones: directamente no quieren q haya nadie en el centro

– ¿Cómo se resuelve el estudio y el mantenimiento del espacio en ese contexto?

– Las estudiantes debemos limpiar el espacio, pero ¿en qué momento? Si no nos dejan estar. Cuesta mucho. A veces nos tenemos que ir de las clases quince minutos antes para baldear las aulas lo más rápido que podemos y tirar la basura porque los tachos de basura están llenos de gusanos. Hasta el jardincito que con tanto amor cuidaba la fajinera está lleno de caca de rata porque no nos dejan estar ni siquiera para limpiar el lugar. Es muy macabro todo lo que hay detrás de esta resolución. 

– ¿Cómo es estudiar en contexto de encierro?

-Estudiar en la cárcel no es fácil. En los pabellones cuesta mucho, no todas estamos en la misma sintonía ni tenemos los mismos objetivos. En esta unidad es bajo el porcentaje de chicas que acceden al centro universitario. Por eso mi trabajo como presidenta junto con mis compañeras del centro es fomentar la educación. Además, trabajamos en la organización y dictado de talleres extracurriculares, que traen las facultades y donde, en algunos casos, algunas de nosotras dictamos.

– ¿Cuál es el trabajo diario que hacen desde el centro de estudiantes?

-Tratamos de estar siempre que una alumna necesita material de estudio o tiene alguna duda, proveemos información de las carreras, plan de estudio, las orientamos en las materias que pueden cursar y cuales les conviene. También ayudamos en la inscripción, y acompañamos durante toda la trayectoria académica a las estudiantes para que se desarrollen sin tanta dificultad a pesar de nuestro contexto. Lo más importante es que también coordinamos las carreras internamente y somos el canal de comunicación entre las estudiantes y los coordinadores externos.

– Y la relación con los docentes, ¿cómo es?

-Nos preocupamos mucho por los docentes, ellos vienen generalmente de lejos. Además, al ingresar acá los despojan de todas sus pertenencias personales, entonces estamos atentas a ofrecerles algo para tomar, atender también sus necesidades: si necesitan pizarrones, borradores, marcadores, materiales, acceso a las compus, a pendrive a la impresora. Es decir, gestionamos la vida cotidiana del centro universitario. Se generan lazos muy lindos con la gente de la facultad. Fueron y son de mucha contención. El hecho de poder ver casi todos los días a gente de la calle me mantiene actualizada, me hace tener otros diálogos, otras vinculaciones. No sé qué hubiese sido de mi en estos 10 años en una cárcel si no existiera ese espacio. Probablemente estaría mal, perdiendo años de mi vida.

– ¿Cuáles son los intereses o preocupaciones que surgen en el marco de las jornadas de estudio? ¿Que implica ese lugar para ustedes?

– Compartimos diversas problemáticas, como las condiciones de detención, por ejemplo, el acceso a la salud o a las visitas. Es un espacio también de lucha dónde nos juntamos y buscamos la forma de defender nuestros derechos y nos comunicamos con las organizaciones y organismos de control.

– ¿Cómo te imaginas tu futuro cuando te recibas?

-A mí la docencia me encanta. Soy tallerista de alfabetización jurídica y también doy talleres con la Agrupación Punto de Fuga sobre violencia de género y violencia institucional. Me gustaría terminar la carrera de Derecho. Siempre quise hacerla, aunque ahora también amo Sociología (rie).

Otras experiencias de la educación: “Desde que estoy en la Universidad tengo otra base moral”

Dario Capelli es sociólogo, docente y Coordinador Externo de la Carrera de Sociología en el  Programa UBA XXII, el primer caso a nivel nacional e internacional donde una universidad pública, laica y gratuita, ingresa a un centro de detención penal, con el propósito de brindar educación superior a las personas en situación de privación de su libertad ambulatoria.  Esta iniciativa se implementa desde hace 40 años en Argentina y actualmente existen Centros Universitarios en las Unidades Penitenciarias I y IV de Ezeiza y en el Complejo Penitenciario Federal de la Ciudad de Buenos Aires, conocido popularmente como ex Cárcel de Devoto.

En diálogo con Tiempo, Capelli aseguro que la Resolución 372/25 “es un virtual desmantelamiento de los Centros Universitarios porque restringe la posibilidad del estudiantado a resguardar sus intereses y necesidades colectivas. Los Centros de Estudiantes además son fundamentales para la gestión cotidiana de las cursadas”. Para él estos espacios tienen un significado inconmensurable: “una vez un alumno me dijo: yo desde que estoy en la Universidad tengo otra base moral” 

Capelli describe las condiciones en las que estudian las personas alojadas en las unidades carcelarias: para ir a las clases, son trasladadas desde los pabellones a las aulas universitarias y cuando la clase termina, a partir de la reciente resolución, deben reintegrarse al módulo de residencia. “Quienes transitamos por aulas universitarias sabemos que el conocimiento se produce tanto dentro del aula como fuera, en los grupos de estudio, en la charla de pasillo, en el intercambio y en el mate de mano a mano. También en el uso de la biblioteca o en el laboratorio de computación” A partir de  la medida comunicada a fines de marzo, “todo eso que constituye a la vida universitaria le queda vedado al estudiante en contexto de encierro al poder permanecer en el centro universitario solamente en el tiempo de cursada”

Para Capelli el Programa UBA XXII se destaca porque permite considerar que hay alumnado universitario “donde no se pensaba que había personas que pudieran serlo”. El docente remarca que muchas personas privadas de la libertad “nunca tuvieron en el radar de su vida la idea de ser estudiante universitario. Ni siquiera estaba la idea de universidad. No era para ellos la universidad”.  En ese sentido, recuerda lo dicho por un estudiante: yo si no hubiera estado en cana, jamás me hubiera ido a anotar a la facultad. “Esa persona que nunca se le hubiera pasado por la cabeza ir a anotarse a una carrera universitaria, hoy es sociólogo y está terminando otra carrera. Son extraños los modos en que termina siendo la educación superior un derecho de alcance universal. La universidad cambia vidas, pero no solo la de las personas en contexto de encierro sino la vida de toda la sociedad porque quienes pasan por los Centros Universitarios en un gran porcentaje no vuelven a delinquir” aseguró Capelli.

Punto de Fuga

Para llegar a las jóvenes de la Unidad que tienen entre 18 y 21 años, Florencia se propuso participar de los talleres extracurriculares que dicta Punto de Fuga, una agrupación estudiantil que desde hace 10 años sostiene talleres dentro de unidades penales federales en articulación con el Programa UBA XXII.

“Las jóvenes adultas son el sector más vulnerado por su edad y con los talleres que damos con las chicas de Punto de Fuga generamos charlas sobre violencias de género, por ejemplo, tratando de concientizar un poco” cuenta Florencia. Ahí también tiene la oportunidad de contarles que “existe una universidad dentro de la cárcel”.

Pamela Mariani es integrante de Punto de Fuga y cuenta en diálogo con Tiempo que “son espacios fundamentales para el encuentro, la organización es y donde se genera compañerismo”. Para ella, el trabajo en la Unidad de Mujeres es fundamental, pero sostenerlo no es fácil en un contexto que apremia económicamente a amplios sectores populares. “A través de un taller en ronda y un mate compartido hablamos de educación y feminismo y lo hacemos de igual a igual. Muchas veces nosotros vamos aprendiendo más de lo que llevamos” reflexiona. Pamela asegura, al igual que Florencia, que los talleres son una puerta de entrada a la Universidad, porque de estos espacios pueden participar incluso aquellas internas que no cursan carreras en el CUE. Ir al taller, cuenta Pamela, parece algo simple “pero les da la posibilidad de conocer otros espacios dentro de la cárcel, poder salir del pabellón, encontrarse con otras y poder hablar en un ambiente de compañerismo”

Para De Piero, “estos intercambios nos brindan herramientas para el día de mañana salir con otra perspectiva. Paradas desde otro lugar y generando otros lazos sociales”