La confusión que impera en la Argentina es gigante. La derecha logró reinstalar su sistema de valores a fuerza de insistir una y otra vez con las mismas ideas. Es una nueva lección para el campo nacional-popular: no importa que parezca agotador repetir los conceptos, la reiteración termina teniendo un efecto formativo. La otra lección es que se reconfirma la importancia de los medios de comunicación, algo que todavía incluso le cuesta entender a muchos referentes del campo popular, como los sindicatos.  

Esta semana circularon entrevistas a empresarios y comerciantes que están siendo pulverizados por la política económica de Javier Milei, que destroza al sector privado que son las pymes. Uno de los empresarios fabricaba bloques de hormigón. Sus principales clientes eran empresas de la construcción que hacían obra pública para los municipios. El freno a la obra pública aplicado por el fundamentalista Milei y su ministro Luis «Toto» Caputo hizo que la fábrica se paralizara. «No vendo nada», dijo el empresario en una entrevista televisiva del canal A24. Luego reconoció que había votado a Milei. «Antes trabajábamos, aunque sabíamos que era una mentira porque veíamos que el gobierno inyectaba plata». Ahí está el triunfo cultural de la derecha.

Caputo se sentó frente al periodista Jonatan Viale y le dijo: «¿Qué país serio subsidia el transporte y la energía?». La única respuesta fiel a la verdad sería: todos, Toto, todos. El periodista, sin embargo, se limitó a asentir con la cabeza. No dijo que Estados Unidos invierte el 4% del PBI en subsidios energéticos y que en ciudades como Kansas City el transporte público es totalmente gratuito desde el año 2020. Porque la verdad no importa. El aparato de propaganda del establishment logró instalar puntos claves: los subsidios están mal, que el gobierno inyecte dinero  en el bolsillo de la población está mal, y todo eso es lo que produce la inflación.

Milei ahora embistió contra la moratoria jubilatoria. Fueron políticas que extendieron el derecho jubilatorio a personas que habían trabajado en negro toda su vida y a las amas de casa que se dedicaron a la mayor de las tareas: criar hijos. Quizás el presidente piense que ese trabajo, más allá de que se haga por amor, no merece ningún reconocimiento. Las amas de casa deberían quedar libradas a su suerte en la vejez o a la posibilidad  que tengan sus hijos de sostenerlas económicamente. ¿Y si eso no es posible? Entonces, que se mueran. 

El proyecto de la derecha argentina, del que Milei es una expresión extremista, contempla una relación muy estrecha con la muerte, por falta de medicamentos, pobreza, hambre, represión. La muerte cumple un rol central en el plan político y económico del oficialismo.

La confusión difundida es tan grande que hay periodistas de los medios dominantes que sostienen –quizás lo crean– que Milei representa las ideas del capitalismo avanzado. El presidente que propone un gasto público del 25% del PBI, mientras que en Alemania es del 41%, en Francia del 45%, en Reino Unido del 44%.

Hay países que gastan un porcentaje similar al que propone Milei. Por ejemplo, con el mayor respeto, Paraguay gastó el 23,4% del PBI en 2022. Habría que preguntarse por qué entonces nuestro vecino no es el corazón del capitalismo, si supuestamente un Estado ínfimo es la clave para el aluvión de inversiones. Habría que preguntarse por qué hay más de medio millón de hermanos paraguayos viviendo en Argentina. Huyen del paraíso de un país sin Estado y con una pobreza estructural que alcanza a más del 70% de la población. El 10% de los paraguayos viven en Argentina. Eso es lo que produce un país en el que el Estado invierte sólo el 23% del PBI.

Ese es –lo ha sido siempre– el proyecto de la derecha en la Argentina. No es transformarla en Alemania, Francia, Inglaterra, sino que se parezca a los países más pobres de la región en los que la clase media prácticamente no existe, en los que no hay sindicatos –o son muy débiles– que defiendan los salarios de los trabajadores, ni derechos universales. El sueño: por fin un país sin un movimiento obrero capaz de influir en el diseño de la sociedad y las políticas económicas; por fin un ejército de esclavos como existen en los países árabes a los que tanto le gusta viajar a Mauricio Macri.

Como no es posible venderle ese horizonte a la sociedad argentina, Milei promete ser Irlanda dentro de 45 años. Si no fuera tan trágico sería para una comedia. Alemania y Japón se levantaron mucho más rápido de la destrucción en la que los dejó la Segunda Guerra Mundial que lo que propone Milei para la Argentina. Simplemente la derecha miente. Es una gran estafa.  «