Por premeditación o por accidente, Victoria Villarruel le dio un volumen inesperado a la sociedad política que tiene con Javier Milei. Entre la vicepresidenta y el presidente ya quedaron al desnudo las internas que mantienen desde que llegaron al poder, pero la titular del Senado ahora aprovechó una entrevista para acompañarlo y, a la vez, diferenciarse hasta constituir, o blanquear, una oposición dentro del mismo oficialismo. Juró lealtad a Milei, pero a su manera y con grandes discrepancias. Por ahora resultan secundarias ante la subordinación que dice prodigarle. Con sus definiciones, Villarruel podría liderar un sector crítico de Milei. Es una porción de ese electorado inestable que los acompañó y que, por ahora, no tiene una representación nítida ante el fin de Juntos por el Cambio y el acercamiento acrítico a Milei que impulsa el PRO, entre el ingreso al gobierno de Patricia Bullrich y la influencia del expresidente Mauricio Macri, al frente de un partido que podría quedar diluido dentro de La Libertad Avanza.

La vicepresidenta demostró esta semana que hace política y habla con todos, con o sin permiso del presidente. Antes de la entrevista que le concedió al canal de cable TN, del Grupo Clarín, Villarruel desayunó con Milei. Dijo que le criticó las galletitas de agua que le ofrecieron, pero no contó que estuvo reunida una hora y media, por segunda vez en siete días.

Durante la semana anterior tuvieron cruces espesos y un distanciamiento que enfrentó al presidente con una realidad que preocupa en su propia fuerza política: el riesgo de quedarse cada vez más sólo en el ejercicio del poder, con una mesa de poder tan reducida que puede contar sus comensales con los dedos de una mano. El entorno de Milei le reclamaba a Villarruel que postergara el tratamiento del DNU 70/23 en el recinto. Ella no lo hizo y la acusaron de alta traición. La tensión llegó muy lejos y Milei retrocedió por primera vez desde que asumió. La titular del Senado no forma parte del entorno que rodea a Milei pero fue su amiga y en estos días buscaron revivir el vínculo. Nada le impidió decir dos veces ante las cámaras que le gustaría ser presidenta. También que se mide de igual a igual con Karina Milei, secretaria general de la Presidencia, hermana del mandatario y la voz más importante del gobierno. 

Para este 24 de marzo no habrá un mensaje único. Milei difundirá uno grabado por el cineasta Santiago Oría dentro de la Casa Rosada. Villarruel hará lo propio desde el Senado y su contenido es mantenido en reserva. «Quiero homenajear a quienes en Argentina se les niega el derecho a la memoria cada 24 de marzo: a las víctimas del terrorismo, a cada argentino y extranjero que fue asesinado o herido por organizaciones armadas. (…) En Argentina los derechos humanos son selectivos y sólo se le reconoce el derecho a la verdad, a la justicia y a la reparación, mientras a otros se les niegan estos derechos, incluso en democracia», leyó Villarruel el 28 de marzo del año pasado, luego del 47 aniversario del último golpe cívico militar. Lo hizo en una sesión de la Cámara Baja, desde su banca de diputada nacional. A su lado Milei la escuchaba con extrema atención.

A pesar de las diferencias internas, ambos coincidirán este domingo en profundizar su negacionismo sobre los delitos de lesa humanidad cometidos por la última dictadura. Lo harán luego de una semana de rumores impulsados desde la Casa Rosada sobre un nuevo indulto para beneficiar a militares condenados por la Justicia. También ventilaron versiones de medidas ejecutivas para permitirle la prisión domiciliaria a los detenidos que tienen más de 70 años, pero es una decisión que depende de los jueces. A esas dos alternativas que no fueron confirmadas se sumó la idea de una «reparación y reconocimiento» para los familiares de las «víctimas del terrorismo». «Les reclamo a cada uno de los miembros de esta casa que dejemos de tergiversar la historia, de negarle la memoria a estos inocentes. Debemos reconocer que los Derechos Humanos son para todos, no sólo para los amigos y para los que piensan igual», fue la otra parte del discurso que lanzó la entonces diputada el año pasado.

En los cenáculos de los uniformados hay quienes miran a Villarruel con afecto y comparten su negacionismo en silencio. Recuerdan que el año pasado también hizo una defensa cerrada del general retirado Rodrigo Soloaga. En abril ofreció un discurso como presidente de la Comisión de Caballería, durante el aniversario de la creación de esa arma del Ejército. «Es para recordar a todos los camaradas de Caballería que se encuentran privados de su libertad como consecuencia de haber cumplido funciones en las filas de la fuerza durante una difícil época para nuestro país y expresarles nuestro permanente y renovado acompañamiento en estas circunstancias», lanzó el excombatiente de Malvinas el 25 de abril pasado. Sus camaradas, incluso Villarruel, lo reivindican por haber estado entre los militares que repelieron el intento de copamiento del Regimiento de La Tablada, organizado por el Movimiento Todos por la Patria en 1989. En 2003 pidió el retiro cuando Néstor Kirchner fue al Colegio Militar y ordenó bajar el cuadro de los dictadores Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone de la galería de presidentes de esa institución. El entonces ministro de Defensa, Jorge Taiana, ordenó su remoción de la comisión y le aplicó el código de disciplina militar.

Ahora, calzada en el traje de vicepresidenta, Villarruel podría lanzar una versión recargada de esas definiciones con una nueva particularidad. Desde la entrevista que concedió el jueves, también se transformó en una vocera institucional de las fuerzas armadas. No tuvo reparos en ratificar su desacuerdo con la intervención de militares en cuestiones de seguridad interior. Fue un mensaje directo para Bullrich y para el ministro de Defensa, Luis Petri, los dos protagonistas de la conferencia que convocaron para anunciar el envío al Congreso de un paquete de normas, entre las que incluyen cambios en las leyes de Seguridad Interior y Defensa Nacional. La vicepresidenta no sólo desautorizó esa movida desde la conducción del Senado. Se sumó a las señales que envían los mandos de las tres fuerzas armadas, empeñados en transmitirle al Ejecutivo que no quieren sumarse a esa aventura. Villarruel amplificó el planteo y resaltó los riesgos penales que correrán los involucrados si finalmente acompañan a las fuerzas de seguridad. «Pueden ser procesados por asesinato, no por un enfrentamiento», subrayó la vice sin titubear, en una directa desautorización a Petri.

Las quejas tienen el endoso silencioso de los mandos militares. No cayeron bien en los dos ministros destinatarios de la queja, sumergidos en la crisis de seguridad que se profundizó en Rosario luego de la ola de asesinatos cometidos por sicarios enviados por el narcotráfico. Bullrich y Petri también vieron por televisión cómo la vicepresidenta lamentó que el presidente no le permitió tener injerencia en Seguridad y Defensa. Respeta la decisión de Milei, pero dejó claro que no le agradó la decisión.

Los elogios y reivindicaciones que la vicepresidente le prodiga a la «familia militar» le hacen sombra Petri y a Bullich, empoderada como nunca y concentrada en alimentar el vínculo con todo el mundo verde olivo. Lo hizo durante la presidencia de Mauricio Macri y ahora sigue en esa línea, pero con una competidora directa que proviene directamente del mundo militar, con una agenda intergeneracional de contactos castrenses. La titular del Senado no sólo le dedica gestos a los jefes de las fuerzas de seguridad, también con los mandos militares y con Claudio Pasqualini, actual secretario de Estrategia de Asuntos Militares del Ministerio de Defensa. Fue el último jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas que tuvo Macri en su presidencia y, ahora, en situación de retiro, es funcionario de Milei y habla mucho con Villarruel. La vice reclama un presupuesto que le permita al dispositivo militar garantizar la seguridad nacional y, con más poder que los generales, exige un aumento salarial que al menos emparde los ingresos con las fuerzas de seguridad.

La guerrita de influencias sobre el aparato militar y de seguridad dejaron en segundo plano que el gobierno de Milei no logra contar con una política clara ante la crisis de seguridad en Rosario. Las sospechas de una presunta puesta en escena sobre el despliegue militar en Rosario tomaron más fuerza con la desautorización de la vicepresidenta. «Es puro humo», lanzan las fuentes calificadas que comparten las críticas de Villarruel. Este domingo los problemas reales de seguridad estarán más lejos que nunca. Tanto el presidente como su vice se empeñarán en poner en duda los 30.000 desaparecidos, alimentarán la teoría de los dos demonios y profundizarán la ultrapolarización.

«Si no se concreta un anuncio en las próximas horas, no significa que no lo hagan más adelante», susurran los voceros oficiales que vienen construyendo un clima enrarecido desde la semana pasada. Villarruel no es la única que tiene buenos vínculos con los mandos castrenses. Entre los funcionarios que reportan a Milei suma puntos tener contactos de generales, brigadieres y almirantes en funciones o en situación de retiro. En la Rosada hay varios, incluso del área de Medios y Comunicación, que gozan de estrechas relaciones, construidas durante años de negacionismo.

Por encima de ellos están las relaciones de Villarruel, que se replegó en el Senado cuando no pudo poner a sus colaboradores y exmilitares en los dos ministerios reclamados. El acuerdo existió antes de la derrota de Bullrich y Petri como candidatos a presidente y vice de JxC. Cuando quedaron afuera del balotaje, Defensa y Seguridad fueron loteados a favor de la fórmula derrotada. Fue un acuerdo difícil de construir, especialmente por la bronca de la entonces candidata a vice y por las acusaciones que Milei había lanzado contra Bullrich en la campaña y en el primer debate. «Vos también tenés un montón de gente que viene de otro lado… intentás lavar tu pasado de montonera asesina», le dijo el economista a Bullrich en el primer debate presidencial. Era lo mismo que repetía Villarruel en privado. Cuentan que fue ella quien le aconsejó a Milei utilizar esas acusaciones, empeñada por evitar un acercamiento que luego resultó imparable. Este domingo estarán juntos detrás del discurso negacionista que ejercitaron en campaña y que ahora redoblan desde el poder. Debajo están las brasas calientes de una interna que está lejos de apaciguarse. «