Mientras la moneda se devalúa a un ritmo galopante, el régimen de Javier Milei intenta pisar la inflación sin mayores éxitos. Tiempo dialogó con referentes y trabajadores del sector pyme que naufragan por este modelo económico que propone pocos ganadores, la baja del consumo y la reconversión forzada hacia rubros que requieren una menor cantidad de mano de obra y empleos cada vez menos calificados.

La historia de Doña Clara, una fábrica de 80 años del oeste del conurbano bonaerense que produce artículos para repostería, representa el espinoso recorrido de muchas pequeñas empresas que apuestan por la industria nacional. En 2001, los dueños habían vendido parte de la maquinaria para pagar indemnizaciones y la producción estaba tercerizada. “La fábrica estaba de capa caída cuando allá por 2004 la compramos con mi familia. Solo había máquinas viejas, pero confiamos en la marca”, admite María del Mar Pinos Guevara, quien estudió Biología, pero terminó por hacerse cargo del emprendimiento junto a su hermano Juan.

“Nos fue muy bien. Tomamos decisiones correctas y ahora somos líderes en el mercado. Somos una metalúrgica que hace algo muy particular, de buena calidad. Industria Argentina”, cuenta María con orgullo sobre su pyme que le vende a cadenas de supermercados, pero también a pequeños cotillones de barrio. Llegó a tener casi 40 empleados y hoy son poco más de 20, aunque María admite que no echaron a nadie, sino que se trata de trabajadores que se jubilaron o renunciaron. De todas maneras, no están en condiciones de sumar personal, sino de resistir: “Estamos bien plantados en el mercado, pero hoy es muy difícil competir con lo que viene de afuera. La relación es diez a uno. Producir acá te sale diez veces más de lo que lo comprás en China”.

La fábrica estuvo en diferentes galpones de El Palomar y Caseros, y desde hace cuatro años se instalaron en La Cantábrica, uno de los parques industriales del partido de Morón, donde adquirieron un predio a través de diferentes créditos y ahora están en plena construcción. “Tenemos muchos planes, pero la coyuntura es muy difícil. Intercambiamos información con otras pymes y sabemos que la industria no es parte de este tipo de proyectos nacionales”, se lamenta.

David Langtry tiene dos emprendimientos: Filial 1 Arquitectura Publicitaria, que hace stands y góndolas para comercios e industrias que venden sus productos en el país y en el extranjero; y, junto con José Claudio Ventrici, maneja Tecnoindustrias SA, dedicada a energía fotovoltaica. Considera a ambas como “empresas familiares” que le dan empleo a cinco personas cada una, aunque cada trabajo que hacen implica entre 15 y 25 puestos indirectos.

“Hace dos semanas participé del Congreso Productivo Bonaerense, en Mar del Plata, donde hubo más de 3000 empresas involucradas. El común denominador fue la merma de la actividad industrial, que se nota en todos los rubros”, precisa David, quien integra la Confederación Empresaria de la República Argentina (CGERA), y resume: “Estamos viendo cómo se desperdicia la capacidad instalada para producir, que costó tantos millones y millones de dólares al conjunto de empresas pymes, invertidos a través de créditos, con el apoyo de fondos de garantía, tanto del sector privado como público”.

María y David destacan la formación del personal, a quienes sienten parte de su propia familia. “Evidentemente, este proyecto económico le da prioridad al trabajo extranjero y no al trabajo nacional”, analiza el empresario. A la “importación indiscriminada”, David suma la “motosierra” que baja el “poder adquisitivo tanto de los clientes nacionales como de los internacionales, porque todo el proceso productivo y los productos que todavía se siguen haciendo en nuestro país quedan muy caros”.

“Para sostener la industria es clave no apagar las máquinas y seguir trabajando bajando los márgenes, optimizando costos”, advierte María, al tiempo que subraya que tendrá que “traer de afuera algunos componentes y, llegado el caso que no pueda fabricar más, habrá que mantener la marca, para que cuando pase todo este tsunami, porque esto no se sostiene, habrá que estar preparado para volver a fabricar. Tengo muchos empleados que vienen todos los días a trabajar y no me puedo desentender”.

“Lo único que el gobierno ofrece a cambio de la pérdida de capacidad operativa, es poder ahorrarnos unos pesos en la indemnización, una reforma laboral que no comprende cómo funciona el universo pyme. Porque no hay monto que reemplace la fortuna que cuesta formar a una persona dentro de una empresa”, puntualiza David, quien concluye: “Ya hemos pasado por este proceso. El daño va a ser grave, pero confío profundamente en mis colegas, en la capacidad, en la idoneidad y en la pasión por hacer del sector pyme argentino. «

La crisis en las textiles

Además de ser el punto turístico por excelencia de Argentina, Mar del Plata es conocida por ser la “capital nacional del pulóver”. Tras una primera expansión, en la década del ’70 apareció una segunda tanda de fábricas como Textilana (Mauro Sergio) que rápidamente abrieron locales comerciales en todo el país.

María de Mateis trabaja hace 17 años en la planta ubicada en Ruta 88 y Calle 45, donde es delegada gremial. Fue testigo de cómo la fábrica pasó de tener más de mil trabajadores a unos 250. El grueso de la planta laboral se redujo por la inversión a lo largo de los años en tecnología, pero en los últimos días se registró un brutal ajuste de más de 150 trabajadores que fueron echados en el marco de una “reestructuración interna”.

“Hacemos una amplia gama de modelos de suéter y se estaban produciendo remeras, chombas de pique, pero hace casi un año que no se produce más. Se dice que la van a empezar a importar desde China y a revender”, sostiene María y describe: “La empresa hoy está sobrestockeada porque es real que se han reducido las ventas. Este invierno se vendió mucho menos”.