Cada día me planteo qué estamos haciendo. A veces tengo la sensación de que estamos demasiado quietos. Otros, en cambio, me regocijo con imágenes como las del 24. Hay distintos motivos que nos convocan, que nos llaman. Y salimos corriendo para la Plaza, salimos corriendo para el abrazo, detrás de la necesidad de decir aquí estoy. Uno mira el Obelisco cuando va llegando. Llega a la Plaza de Mayo y la reconoce, es su amiga porque estuvo todas las veces que fue necesario. Vamos corriendo, nos reconocemos: nuestro rostro es esa multitud que alguien fotografió con un dron en el que aparece una versión casi artística del pueblo en las calles. El rostro de una multitud: de este lado quedaron millones y la esperanza no es vana. 

Por eso escribí Casta de la Crueldad, miseria y entrega en la Argentina de Milei, que con la gente de Colihue fue presentado en la Feria del Libro. Por eso, en el último capítulo, «La moral del corazón», apelo a la moral de cada uno de nosotros. ¿Encontramos moral en el gobierno? ¿En los medios de comunicación? Muy difícilmente. Entonces debemos recurrir a la moral de nuestro corazón, a la que construimos en el colegio con el maestro que queríamos, o en nuestra casa con el padre que era nuestro orgullo y que no sufría por la posibilidad de quedarse sin trabajo. Esa moral del corazón que nos impulsa a cada uno.

Si ven que este libro se mueve es porque está muy vivo. Vivo por la indignación, vivo por la forma de entregar amor. Felizmente, Florencia Mazzadi, en su rol referido a la compilación de datos, corrección y revisión, me marcó muchísimas cosas para poder mejorarlo desde el punto de vista literario. Pero ardía en cada línea que estaba escribiendo como también cada uno de nosotros tiene una célula, tiene una posibilidad, un ámbito, una oficina, un trabajo, una calle para expresarse. Basta de callarnos la boca, basta de ser los que estamos en la frutería y viene un derechoso, dice cualquier disparate y nos callamos la boca. No debe ser así: debemos decir que somos la consecuencia de un país estafado en el 2015 y por los que ahora, exactamente como nunca, se lo están quedando. Ya se quedaron una parte cuando asumió Macri y ahora están redondeando la tarea de ese atraco brutal que hacen sobre nuestras vidas.

Así el libro va volando sobre cada uno de los temas que aparecen cada día. Podría abrirlo donde sea y nos encontramos con un capítulo que tiene que ver con qué hace, qué se votó, quién va a ser tu verdugo y no puede rescatarse de su propia disconformidad. Qué cosa llevó a tanta gente a acompañar la idea de Milei, que debe presentársela como una verdadera desgracia para la humanidad y aplicarle furiosas diatribas. Qué los hace honorables a estos individuos, a este verdugo. Cuál es el aspecto honorable de Milei pero, al mismo tiempo, cuál es el aspecto honorable de alguien que va con su sagrado voto, con su maravilloso voto, que es el momento más sublime para la condición de ciudadano y lo deja caer por la ranura. Sabiendo que recibirá luego, no sólo ataques furiosos a su propia vida, sino a sus hijos, sus hermanos, sus vecinos. Esa persona que ya no tendrá la cobija del Estado, que no volverá a entibiar sus vidas, en una cuestión que era nada menos que devolverle la dignidad.

Abramos este libro, y otros, y los diarios que podemos elegir. Veamos quiénes nos dicen la verdad. Es trabajo de ciudadano el de chequear las informaciones lo que se dice desde los medios, sus comportamientos. Y si alguien tiene que discutir por el 2015, recordemos que, en el 2002 en la Argentina había un 62% de pobres, que se lo al bajó 19%  y que se triplicó la clase media (según cálculos de la UCA que no tiene absolutamente nada de izquierdista) y que este gobierno, en cuatro o cinco meses retrocedió dos décadas. Es verdad que el gobierno anterior también aumentó la pobreza pero tuvo que lidiar con la rémora que le dejó el gobierno de Macri, con una pandemia que le llegó a los tres meses de gobierno y con los efectos colaterales de la guerra de Ucrania con Rusia. Aunque, claro, no supo luchar por todo aquello que muchos estábamos soñando: la lucha de un gobierno que se quedó en los buenos modales, transitando un camino de debilidad que hace insoportables los recuerdos. Pero no dejemos que nos vendan el 11% de inflación después de haberla llevado al 25%. No dejemos que nos trabajen con su caballito de batalla: estamos pagando con pérdida de empleo, con la desolación de los que no tienen para comprar alimentos, con nuestra cultura, nuestra educación y todos los valores que hacen a la calidad de vida que un argentino se merece.

Depende de cada uno de nosotros. No es sólo en una charla en la Feria del libro sino una toma de conciencia, una lucha cotidiana por ser mejores ciudadanos. Para ver si podemos mejorar lo que cada día parece que empeorará.

No dejemos que nos roben la dignidad.

Un ejemplo: el paro importantísimo del último jueves. Más allá de la mafia de Clarín y sus adláteres (entren, vean lo que hicieron y después huyan) y a pesar de los títeres de la Casa Rosada que jugaron una teatralidad sin arte: anunciaron extorsiones como si hiciesen falta en medio del hambre y la angustia por el futuro. A pesar de la idea de una genia del mal, otra vez patética, al subirse a un micro vacío. O Milei con una camiseta que decía «Yo no paro». No le salían chispas de la cabeza. El paro debería servir pero no creo: esta gente hace de la crueldad un divertimento. Juegan para el poder concentrado y saben que siempre tendrán esa protección. Por eso se animan. Mientras, la CGT se va reencontrando con su pueblo. Se los necesita y están jugando bien.

La ciudad sin tránsito. Ese silencio que se escuchaba era la voz susurrante de un pueblo que exige rectificar el rumbo. En este libro, que pretendo vivo, se intenta reflejar, con la moral del corazón, esa necesidad acuciante.