La madrugada del 4 de julio de 2016, una patota ingresó a Amenábar 23, Colegiales, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El edificio lo compartían la redacción de Tiempo Argentino y los estudios de Radio América. El grupo de atacantes se repartió entre los tres pisos que ocupaba Tiempo. Desde la vereda, con la ropa empapada y los ojos húmedos de lluvia y lágrimas, quienes trabajábamos allí fuimos testigos de la saña con la que destruían todo lo que encontraban a su paso. El frente vidriado del inmueble exhibía la voracidad de una violencia irrefrenable. Fue un ataque cobarde y premeditado, ejecutado con el amparo de la fuerza policial que operó como facilitadora indiscutible para que el hecho se concretara. No buscaron asustar, querían directamente cerrar el proyecto que había nacido tres meses antes: Tiempo Argentino cooperativo, Dueños de nuestras palabras. El dominical papel y un incipiente portal web conformaban los productos del colectivo gestionado por sus trabajadores y trabajadoras tras el lockout empresarial de sus antiguos dueños, Sergio Szpolski y Matías Garfunkel.
El ataque y un mensaje. El objetivo fue claro: silenciar al nuevo medio. Uno de los actos más brutales contra la libertad de prensa de los que se tiene registro desde el regreso democrático. Así lo entendieron organizaciones, sindicatos y colegas que acompañaron y mostraron su solidaridad frente a las palabras de la gestión política del momento con Mauricio Macri como presidente y Patricia Bullrich como ministra de Seguridad. En sus declaraciones habían descrito lo sucedido como una contravención y pusieron en duda nuestra legitimidad como denunciantes considerando que éramos usurpadores.
Memoria y presente. Cada aniversario de ese día pone en valor la necesidad de la defensa de la libertad de prensa con periodistas que no se callen, con lectores que apoyen y con redacciones que, como comunidades de protección, amparen a sus integrantes. Este año más que nunca reafirmamos el valor de la libertad de expresión, pilar de cualquier sociedad democrática. Frente a las agresiones continuas del presidente Javier Milei, los integrantes de su gobierno y los agitadores en redes contratados para ese fin, hay que responder con más periodismo: más análisis y más investigación. Los insultos a medios pero también a periodistas de manera individual hablan de quien los emite. La solidaridad de Tiempo para cada profesional víctima de mensajes de odio y ataques físicos, así como del inicio de causas judiciales por el simple derecho a opinar.
El lento transitar de la justicia. En compañía de la referente de CORREPI, María del Carmen Verdú -gracias infinitas- el reclamo continúa, aunque el Poder Judicial permanezca incólume sosteniendo la impunidad. Mariano Martínez Rojas, quien se autoproclamó nuevo dueño en 2016 sin acreditación alguna, circula con libertad condicional por causas ajenas a la irrupción premeditada de la cooperativa. El comisario mayor Jorge Guillermo Azzolina, a cargo de la Comisaría 31º en ese año y señalado como un nexo clave en el ingreso y la permanencia de los agresores, fue sobreseído en la causa. La impunidad es otra forma de censura y el silencio judicial un nuevo ataque.
El desafío. No dejar de contar. Este 2025, Año Internacional de las Cooperativas declarado por la ONU, encuentra a la Argentina con un gobierno sin reconocimiento del sector. Para quienes formamos parte de medios recuperados, cooperativos y autogestivos, con los valores de una economía social, solidaria e inclusiva la subsistencia se hace cada vez más apremiante. El recuerdo de esa agresión y el contexto de amedrentamiento del presente exigen no cesar en la tarea periodística. En tiempos donde la violencia se multiplica, hay que recuperar la palabra. La nominación del querido compañero Ricardo Ragendorfer, “El Patán”, al premio Martín Fierro a portales Web en el rubro crónica periodística confirma que ese es el camino.
Hoy, a nueve años, Tiempo Argentino sigue de pie por decisión colectiva. Por convicción. Por trabajo. Y por una certeza firme: la información es un derecho y hay que defenderlo.
No pudieron, no pueden, no van a poder.