Si el Parlamento es un escollo para concretar el Brexit, razonó Boris Johnson, lo mejor es cerrarlo, así los opositores no tienen dónde plantear recursos que impidan irse de la Unión Europea a lo bestia. Y así lo planteó a la reina Isabel II, que de inmediato aceptó la propuesta. La decisión, como era de esperar, fue considerada un «ultraje constitucional», entre otros, por el presidente de la Cámara de los Comunes, John Bercow, que tiene en su haber el bloqueo de varias propuestas de la antecesora de Johnson, Theresa May. Las sesiones en la asamblea británica quedan en suspenso desde mediados de setiembre hasta el 14 de octubre, 15 días antes de la fecha límite para que el Reino Unido abandone la comunidad continental.

En la práctica, y formalmente, el primer ministro conservador le pidió a Isabel Windsor que finalice la actual sesión «en la segunda semana hábil de setiembre» y demore el discurso de inauguración para un mes más tarde.  A esa altura el Brexit se supone que ya estará los suficientemente avanzado como para que ninguna chicana de europeístas bloquee la salida.  Sobre todo porque la posibilidad que se aventura es que se trate de un Brexit duro, sin acuerdo. Lo que puede terminar en una crisis de imprevisibles consecuencias.

Este martes, los partidos de la oposición se habían puesto de acuerdo en actuar juntos para prevenir precisamente un Brexit brutal. David Frost, el consejero de Johnson para estos asuntos, acusó a la oposición de «sabotear» su negociación con la UE.

El laborista Jeremy Corbyn propuso una moción de censura contra el primer ministro, que asumió el 24 de julio tras la ronda de consultas dentro del partido conservador tras la renuncia de May. Si bien esto es lo que establece la ley política británica, el polémico dirigente tiene de este modo una debilidad política de origen ya que no llegó por el sufragio de todos los ciudadanos.

Corbyn, lo más a la izquierda que pueda encontrarse dentro del laborismo, esperaba ganar la moción y luego liderar un gobierno temporal antes de llamar a nuevas elecciones para refrendar su cargo. Pero según lo que se sabe, dentro del arco opositor hay consenso en obligar al ejecutivo a negociar un nuevo aplazamiento de la salida para consensuar las mejores condiciones para dejar la UE.

Corbyn sostuvo la necesidad de impedir que el Reino Unido se vaya de la UE de modo abrupto. Logró coincidencias con el Partido Liberal Demócrata, que llegó a estar en el gobierno en coalición con el conservador David Cameron, el mismo que llamó a referéndum para saber si los británicos querían seguir en Europa y todo salió al revés de lo que pensaba. Pero también del SNP, el partido nacionalista escocés, y de los galeses de Plaid Cymru, los verdes y el Grupo Independendiente.

Pero Johnson se les adelantó. «Es una afrenta absolutamente escandalosa a nuestra democracia», afirmó el laborista, Tom Watson, según refleja la agencia AFP. «La madre de todos los parlamentos no le permitirá marginar a la asamblea de la mayor decisión que enfrenta nuestro país. Su declaración de guerra será recibida con un puño de hierro», se sumó el LibDem Tom Brake.

La suspensión serviría para que el discurso de la reina, en el que expondrá su programa y planes para el país, se celebre luego de unas cuatro semanas de receso y muy sobre la hora del Brexit. El cálculo es que la oposición no tendría entonces margen de maniobra para impedir una salida sin acuerdo, como está decidido a realizar el primer ministro a menos que consiga mejorar la posición británica ante la UE.