El acuerdo táctico que sellaron los 23 gobernadores y el jefe de Gobierno porteño para condicionar a Javier Milei rindió sus frutos en la última sesión del Senado. No fue a escondidas del gobierno, sino después de una serie de advertencias que los funcionarios de la Casa Rosada escucharon, transmitieron y no pudieron canalizar.

La síntesis se cristalizó este jueves. Fueron seis derrotas consecutivas compuestas por la sanción de tres leyes que serán vetadas por el presidente, una insistencia que superó los dos tercios necesarios contra el veto que buscó anular la emergencia ambiental para Bahía Blanca y dos medias sanciones impulsadas por las provincias. También superaron los dos tercios y serán giradas a Diputados, donde resta saber hasta dónde llegará la articulación de los mandatarios provinciales que desataron una guerra legislativa contra el gobierno, pero luego de haber intentado, por todos los medios posibles, llegar a una negociación que no cruce los conflictos presupuestarios con las vendettas electorales de La Libertad Avanza con el PRO y una parte del radicalismo, dos socios esquivos que controlan diez provincias.

No es una mayoría homogénea la que sellaron los gobernadores. El gobierno lo sabe tanto como los anticipos que recibieron de una tormenta perfecta en ciernes y con claros síntomas de aceleración. El problema es que la articulación que armaron los mandatarios de todos los pelajes políticos rindió mas frutos de los que buscaban, al menos, para un arco tan variopinto integrado por peronistas, kirchneristas, macristas y radicales con y sin peluca. El resultado quizás sobregiró semejante acuerdo, pero también demostró el cambio de época para el Gobierno, porque no sólo perdió el control de la agenda en ambas cámaras. También exhibió que sus principales funcionarios abrieron negociaciones paralelas y, a veces, contradictorias que fragilizaron aun más la relación con gobernadores que no sólo comenzaron a peder la credibilidad en esos negociadores, sino que empezaron a perderle el miedo a confrontar con la administración libertaria.

Así el Gobierno se quedó sin línea para reconducir la relación con el Congreso, en medio de una agudización de sus internas, especialmente entre la vicepresidenta Victoria Villarruel y el propio Milei. La acusó de traidora de nuevo, pero esta vez con un agravante: la consideró funcional al kirchnerismo por haber permitido la sesión. Ese eco llegó con mucha fuerza al Senado, donde advierten que el presidente esperaba que directamente su excompañera de fórmula desconociera a ese cuerpo. Se lo advirtieron en el recinto y el titular de la bancada panperonista, José Mayans, le recordó que era la representante del Poder Ejecutivo y no una senadora. El subtexto de la parada de carro fue claro: el panperonismo le alertó a Villarruel de que estaba a un paso de cometer un delito sin retorno. La vice aceptó mansamente el reto respetuoso de Mayans y cedió, ante un recinto que también la vio, en vivo y en directo, capitular entre la presión opositora y una Casa Rosada que no sólo le dio la espalda, sino que dañó todas las negociaciones que sus escuderos estaban llevando adelante para evitar el peor desenlace.

Un día antes de la sesión del jueves, los que formaron parte de Juntos por el Cambio buscaron desacelerar la escalada, pero ya era tarde. La idea fue tratar de evitar la sanción de los aumentos jubilatorios, la moratoria previsional y la emergencia nacional en discapacidad. Pero no funcionó la persuasión de los que pedían mesura ante un presidente que los había acusado de querer “destrozar al Gobierno”. Con la emergencia en discapacidad también quedó en evidencia una nueva trizadura en el bloque del PRO, con Luis Juez que llamó a los demás a bancar esa norma, en un mensaje directo a Milei. La insistencia por Bahía Blanca llegó a los dos tercios y si Diputados la ratifica por el mismo número, también se habrá roto el blindaje que hasta ahora consiguió Milei para mantener las anulaciones de las leyes que el gobierno no quiere ver.

La foto es parte del recuento que hacen los senadores que protagonizaron las victorias del jueves. Hablan de una particular coincidencia que puede durar poco, pero que obligó al gobierno a reabrir contactos con los mismos mandatarios que despreciaron hasta hace dos semanas.

La tarea que tienen los enviados del jefe de Gabinete, Guillermo Francos, será desgranar porotos para que no vuelva a repetirse la pesadilla. Creen que podrán arrastrar algo con algunas concesiones fiscales, pero con gobernadores que están más envalentonados que antes. Ese impulso quedará en estado expectante con el comienzo del receso invernal, pero no deja de ser interpretado como una advertencia en la Casa Rosada, donde todavía no contestaron las últimas acusaciones de Villarruel.

El Senado se hizo menos navegable que antes para el Gobierno y la oposición consiguió echar mano a las sesiones ordinarias, previstas en la sesión preparatoria de principios de año para los martes y jueves a las 14. Nada impedirá al mismo arco que marcó la agenda del último jueves volver a autoconvocar una sesión de ese tipo y arremeter con los demás proyectos que el gobierno amenaza con vetar. No sucederá a partir de esta semana. En cada bloque opositor prefieren ganar tiempo hasta que la advertencia surta efecto. Para entonces podrán prosperar las exploraciones que reanudó la Rosada con las provincias, pero cada vez más cerca del calendario electoral, donde cada interna, cada derrota y cada error le costará doble a Milei.  «