La aceleración de la inflación está golpeando de lleno los planes del gobierno respecto de su frente externo. La suba de los precios condiciona el plan del ministro de Economía, Luis Caputo, quien ratifica la decisión de que el Banco Central no adquiera dólares porque la emisión calentaría más aún la inflación. Por lo tanto, las alternativas para que haya una reserva de dólares sea en el Banco Central o en el Tesoro se reducen a la emisión de deuda o a un acuerdo financiero y político con bancos o con Estados Unidos.

La suba de los precios general de noviembre arrojó un 2,5%, un nivel que sorprendió a al gobierno y a los analistas, aunque venía amasándose al compás de las subas de los alimentos, el gran protagonista del nuevo ritmo de precios.

En los últimos meses los analistas que participan del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central venían vaticinando que la inflación de fin de año estaría por debajo de los dos puntos porcentuales. La base del análisis era que mientras el precio del dólar siguiera administrado, la emisión monetaria controlada y el mercado interno hundido, no habría presiones inflacionarias y la tendencia continuaría a la baja.

Sin embargo, el esquema económico no resistió. La presión sobre el dólar aumentó desde julio, cuando los bancos avisaron a sus clientes que abandonaran la bicicleta financiera (el carry trade en la jerga financiera) y esperar a ver qué pasaba en las elecciones. Tras dos meses de pulseada, Caputo se quedó sin conejos ni galeras para resistir -su último intento fue la liquidación de exportaciones de soja sin retenciones. El salvataje de EE UU le permitió al gobierno llegar a las elecciones sin un estallido financiero, cambiario y bancario.

La volatilidad del dólar (subió un 20% entre julio y noviembre) impulsó los precios de artículos cuyos valores estaban planchados por la falta de consumo, especialmente los alimentos, y dentro de este universo, los de la carne.

Este movimiento se solapó con la inercia inflacionaria que venía de las subas permanentes de los servicios, tanto de los regulados como de los no regulados. Es decir, antes de que el Palacio de Hacienda pudiera “sincerar” esos precios (o sea, llevarlos al máximo posible) se sumó una nueva ola de aumentos.

Ahora es una “doble ola” que se exacerbará a partir de enero, con el cambio de la canasta de consumo de los hogares, que dejará de ser la de 2004 y pasará a ser la de 2018. Esta canasta es la base de medición de la inflación. Y también con la quita masiva de los subsidios a los consumos de gas y electricidad, además de las subas de tarifas prometidas a las privatizadas.

Fracaso con los bonos

En este escenario, el ministro Caputo enfrenta un escenario complejo porque no consigue los dólares para pagar fuertes vencimientos el próximo 9 de enero, de unos U$S 4250 millones.

La emisión de un bono en dólares esta semana puso de relieve esas dificultades. En su peregrinaje por los bancos y las compañías de seguros, Caputo llegó a la conclusión de que el mercado internacional no estaba dispuesto a prestarle por debajo del 11% anual, un nivel que podría llevarlo a los Tribunales por su parecido con la usura. Debió conformarse con los bancos y las compañías de seguros locales, a las que tuvo que ofrecerles algunos trucos financieros para que una parte de los dólares a prestar provinieran del mercado y no de sus propios fondos administrados. Además, acordó que aceptaría que le paguen U$S 91 por cada U$S 100 emitidos, lo que equivalía a una tasa del 9,5% anual. El número, calculó, Caputo, igual sería bueno en términos marketineros porque se trataba de una tasa “de un dígito”. Al final, recibió U$S 1000 millones.

En el mercado parece que la operación no terminó de caer bien, lo demuestra que la tasa del riesgo país sigue en torno de los 650 puntos básicos, un piso que no pudo perforar a lo largo del año.

Respecto de los vencimientos de enero próximo, la preocupación de los analistas es cada vez mayor. Ayer, Fausto Spotorno, que supo ser asesor económico del presidente Milei, advirtió que el gobierno se encuentra ante un problema. Para que Argentina pueda volver realmente a los mercados, según Spotorno, “tiene que poder colocar deuda en los mercados internacionales a una tasa que esté por debajo del 10% seguro, idealmente por lo menos empezar con una tasa del 8%, 8 y medio”, aseguró, con lo que le bajó el pulgar a la tasa de emisión del bono en dólares de esta semana. “La única forma (de pagar la deuda externa), y como hacen todos los países del mundo, es renovar la deuda. O sea, cuando vence una deuda, colocar una deuda y así no tener que estar pagando la deuda. Y eso es, para mí, la clave del sector externo durante el 2026”, explicó Spotorno.

Inflación y deuda serán las dos claves que marcarán el derrotero del Ministerio de Economía. Si bien a lo largo de estos dos años Caputo demostró que puede decir una cosa y hacer lo contrario, ese palabrerío ya no confunde a nadie.  «