El 31 de diciembre de 2020 no fue un día más para la radio argentina. Fue el final de un ciclo, un punto y aparte que marcó el cierre de 60 años de carrera de Héctor Larrea, una de las voces y figuras más icónicas del éter nacional. A los 82 años, el conductor decidió que era el momento de quedarse en casa y poner fin a una vida entregada a los micrófonos.
Larrea anunció su retiro en su propio programa, El carromato de la farsa, que conducía por Radio Nacional de lunes a viernes. “Quiero decirles que ayer, luego de un encuentro interesante con mis médicos, con mi psicóloga y mis familiares y amigos más cercanos, resolví ponerle fin a esta carrera de 60 años el 31 de diciembre”, dijo en vivo, con esa voz inconfundible que acompañó a generaciones.
Ese día también marcó el final del ciclo: “Ese día termina El carromato de la farsa y termina mi carrera de 60 años, sin vacaciones, salvo breves recesos”, explicó Larrea, agradeciendo a sus oyentes y colegas por haber acompañado su vida durante tanto tiempo.

Origen de una leyenda
Héctor Larrea nació en Bragado, provincia de Buenos Aires, y desde joven sintió una atracción casi natural por la radio. Según relatos sobre su vida y su carrera recogidos en el libro Héctor Larrea, una vida en la radio, su vínculo con el medio fue inmediato: desde pequeño la radio funcionaba en su casa como un puente a la alegría y la compañía, especialmente en momentos difíciles para su familia.
En esas primeras experiencias emergió lo que sería su sello más distintivo: la capacidad de hablar en público con un tono profundo y cercano, pensado para llegar a talleres, taxis, fábricas y hogares por igual. Su carrera despegó profesionalmente en la década del ’60, y desde entonces su voz se volvió familiar en cada rincón del país.
Larrea fue conductor en emisoras históricas como Radio Antártida, El Mundo, Continental y Rivadavia, ámbitos donde construyó una relación privilegiada con el público. Su estilo no fue limitado a una sola fórmula, sino que exploró diferentes formatos y ritmos, siempre con una marca personal que combinaba cercanía, ironía y cultura general.

Durante décadas, Héctor Larrea fue mucho más que una voz reconocible: fue el creador de un modo de hacer radio. Ese lugar lo consolidó especialmente con Rapidísimo, el ciclo que condujo en Radio El Mundo y luego en Radio Continental, y que se convirtió en un punto de referencia ineludible de la radiofonía argentina. Lejos del formato rígido, Larrea armó una mañana viva, hecha de información, música, humor y conversación directa con el oyente. Rapidísimo acompañó rutinas laborales, viajes y despertares, y terminó de definir un modelo de radio cercana, popular y atenta al pulso cotidiano, en la que el conductor no hablaba desde un pedestal sino desde la complicidad.
Su amistad con los músicos
Uno de los aspectos menos visibles pero más reveladores de la trayectoria de Héctor Larrea fue su relación con músicos y figuras centrales de la cultura argentina. Según reconstruye Martín Giménez, el vínculo personal se volvió más estrecho a partir de 2008, cuando comenzó a acompañarlo a distintos actos y eventos públicos. En esos trayectos compartidos surgían anécdotas que daban cuenta de su lugar singular en la vida política y cultural del país: desde el saludo a Juan Domingo Perón en 1974 hasta una llamada de Raúl Alfonsín a Rapidísimo en 1984, motivada por una curiosidad tan cotidiana como su delgadez, o las invitaciones de Néstor Kirchner al Salón Blanco durante actos musicales organizados por Alberto Fernández. Ese respeto también se expresó en el mundo artístico. Larrea fue un difusor temprano y constante de la música popular argentina, guiado por el interés cultural antes que por compromisos comerciales. Artistas como Alfredo Zitarrosa valoraron públicamente ese respaldo, mientras que voces como las de Teresa Parodi y Víctor Heredia sonaron por primera vez en Buenos Aires en su programa, en una práctica sostenida que dejó huella en varias generaciones de músicos.
Aunque la radio fue siempre su territorio natural, Héctor Larrea también tuvo incursiones en la televisión, especialmente en las décadas de mayor exposición mediática. Participó en programas y ciclos culturales y musicales, donde trasladó su estilo conversacional y su conocimiento de la música popular a la pantalla. Sin embargo, nunca buscó construir una carrera televisiva sostenida: la TV fue para él un espacio complementario, mientras que el micrófono siguió siendo el lugar desde el cual desarrolló su identidad y su vínculo más profundo con el público.

Larrea, un estilo que hizo historia
Hablar de Larrea es hablar de una época dorada de la radio argentina, en la que el micrófono era una ventana hacia el país profundo y también hacia el mundo. Más allá de la información, lo suyo fue transmitir emociones, sensaciones, historias cotidianas y memorables. Esta impronta se refleja también en su relación con la música popular: un rasgo constante fue su cariño por el tango, un género que no solo integró en sus ciclos sino que también pronunció con afecto y memoria cultural.
En su último programa, pidió que sonara un tango para cerrar: “¿Saben qué es lo único que falta y lo mejor que podría suceder ahora? ¡Que cante Gardel!”, exclamó con humor y emoción, antes de poner a sonar ‘Golondrinas’. Fue un gesto que sintetizó su fusión entre complicidad con el oyente y respeto por la tradición musical argentina.
Además de El carromato de la farsa, Larrea también conducía otro ciclo emblemático en la misma emisora, Gardel por Larrea, transmitido los domingos, una expresión más de su pasión por el tango y sus raíces culturales.

La memoria colectiva
El impacto de Larrea en la radio no se mide solo en cifras o años, sino en los recuerdos de quienes lo escucharon. En el libro que revive su recorrido profesional, Una vida en la radio, Martín Giménez describe cómo su voz integró rutinas familiares, viajes en auto y momentos cotidianos, transformando la radio en un espacio compartido de emociones y compañía. “La radio es muy argentina… Larrea es un personaje de la cultura popular y alguien irrepetible”, sostiene el autor. Esa resonancia popular no fue casual. Su forma de abordar el medio, con honestidad, entrega y una comprensión profunda de su audiencia, lo convirtió en un referente que trascendió generaciones y transformó cada programa en una conversación íntima con el oyente.
Aunque su retiro marcó una pausa en la presencia diaria, la huella de Larrea sigue viva. Además de la radio, su carrera incluyó pasos por la televisión y una constante presencia en eventos culturales que reforzaron su estatus de figura emblemática. Su vida y obra fueron también objeto de análisis y homenaje, como lo atestigua el libro biográfico que repasa su trayectoria y, de paso, la historia misma de la radio argentina.
A cinco años de su adiós al micrófono, la figura de Héctor Larrea sigue siendo evocada por colegas, oyentes y nuevos comunicadores que encontraron en su estilo una fuente de inspiración. Su legado no se limita a los programas que condujo, sino a la forma en que transformó la radio en un lugar de encuentro y afecto, un medio popular que acompañó la vida de millones.