Parece que las llamadas “Fuerzas del Cielo” han elegido para la Argentina un destino que no corresponde. Como es presentado como un designo divino, no hay lugar para el debate: es una cuestión de fe, quienes ejerzan disensos son herejes. Esta modalidad es propia del campo religioso, y cuando invade la política las consecuencias son graves.

Es así como asistimos al desmantelamiento del Estado, tanto en sus potestades como en sus acciones, que serán ejercidas por empresas del sector privado, local o internacional. Una de esas funciones es la representación exterior de la Argentina, que es característica de los países soberanos, ya que defiende nuestros intereses nacionales y proyecta al mundo las políticas que hacen a nuestra identidad, como por ejemplo la cuestión Malvinas. Pero la opción elegida para la política exterior, bajo forma de otro mandamiento divino, es adherir a las posiciones de Estados Unidos e Israel, como marca de pertenencia a Occidente. Sin entrar en las cuestiones de autopercepción en cuanto a “occidente” –un concepto más propio de la guerra fría- no parece existir ningún análisis en términos de costo y beneficio que nos trae esa nueva configuración internacional. Es más, para el actual gobierno parece necesario que no exista ninguna reflexión sobre el tema.

De este modo asistimos a la ampliación de los BRICS, la expresión político-económica del Sur Global, mientras eran mandadas sendas cartas de expresa renuncia a la participación Argentina. Desde el 1 de enero Egipto, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Etiopía son miembros plenos de la organización. Las excusas para rechazar esa inserción internacional provechosa van desde la posibilidad de distracción de esfuerzos en un contexto de austeridad, el alejamiento de occidente si entramos en los BRICS y la presencia de Irán. Nadie ignora que tenemos cuestiones jurídicas pendientes, pero ignorar a Irán no resolverá nada, al menos de encontrar cierto placer en ejercer la “ley del hielo” propia de los recreos de la escuela primaria. De hecho, también tenemos cuestiones jurídicas pendientes con el Reino Unido, pero parece que de los territorios nacionales ocupados por una potencia extranjera es mejor no hablar.

Así podemos entender la soltura con la que Milei abraza a Zelenski y presta ayuda a Ucrania; el apoyo total a Israel en la guerra de Gaza, un caso que por iniciativa de Sudáfrica ya está en el Corte Internacional de Justicia por genocidio; y la cuestión china. Es que la actual Canciller Mondino tiene a su haber el alardeo de las relaciones económicas de Argentina con Taiwán frente a representantes del gobierno chino, lo que ha significado el congelamiento práctico de nuestras relaciones con uno de nuestros principales clientes. Es que para China, Taiwán son las Malvinas que están dispuestos a defender, como lo dice la propia Constitución China cuando habla de la reunificación del país. Cuesta imaginar tanto daño producido en tan poco tiempo, pero parece que habrá que acostumbrarnos.

Al mismo tiempo que Colombia regresa a la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), el gobierno mileísta planea abandonar la organización. Es innecesario dejar de lado una instancia regional que ya mostró la capacidad para resolver conflictos regionales y la utilidad como foro político, pero además es un desaire al gobierno brasileño, uno más. También está en danza el abandono de la zona económica exclusiva del Mar Argentino. Frente a las protestas del gremio de marítimos y pesca, la Canciller afirmó que “la pesca es de tarados”. No parece un análisis muy avanzado, y nos queda por saber qué entiende la Canciller por una diplomacia inteligente. ¿La misma inteligencia que la llevó a firmar un decreto que favorece a un banco de su propiedad?

Es posible que el fervor místico no se detenga allí. Del mismo modo que la reciente purga en las fuerzas armadas establece un modelo norteamericanizado de “guardia nacional”, con bastantes armas para la represión interna pero no con tantas como sostener una diplomacia argentina, pronto le venga el turno al cuerpo diplomático. Deberán amoldarse a los nuevos mandamientos, so pena de no ser “argentinos de bien”. Es que las “fuerzas del cielo” nos lo dicen: donde vamos no necesitamos diplomacia, porque no habrá interés nacional o soberanía que defender.   «