Más de 600 estudiantes fueron detenidos ya en manifestaciones que se realizan en 60 universidades de Estados Unidos contra la ofensiva militar de Israel en Gaza, y que corten relaciones con instituciones ligadas al Estado israelí. El caso más paradigmático es el de Columbia, donde se inició la protesta, y terminó complicando a la presidenta de la institución, que recibió una fuerte reprimenda de un panel de revisión por haber llamado a la policía para que reprimiera a los alumnos que habían armado un campamento frente al edificio central. Hubo, además, dos profesoras detenidas en la universidad de Emory, Atlanta, y una carta firmada por 200 docentes contra el titular de Texas, en Austin, por “haber puesto en peligro” a los manifestantes al convocar a una brigada antidisturbios que fue a dispersarlos con caballos.

La movida en Columbia comenzó hace unos diez días en reclamo de un cese el fuego y ayuda humanitaria a los pobladores de Gaza, que padecen una ofensiva feroz de las fuerzas armadas israelíes en represalia por los ataques de Hamás del 7 de octubre pasado en que perdieron la vida 1200 personas. Desde entonces se registran más de 34.000 muertos en Gaza, más de la mitad mujeres y niños, y el desplazamiento forzoso de 1,5 millones de habitantes en una operación que el Tribunal Penal Internacional de La Haya analiza como genocidio. De hecho, el primer ministro Benjamin Netanyahu declaró que desconoce la autoridad del TPI.

La presidenta de Columbia, Nemat “Minouche” Shafik, nacida en Egipto en el seno de una familia adinerada hace 61 años, es toda una eminencia en los centros del poder financiero internacional. Doctorada en Economía en Oxford, se ocupó de la oficina de Europa oriental del Banco Mundial tras la caída del Muro de Berlín, fue subdirectora del FMI para Medio Oriente entre 2011 y 2014 -cuando arreciaban las protestas de la Primavera Árabe-, y vicedirectora del Banco de Inglaterra durante el proceso del Brexit.

En la muy prestigiosa casa de estudios de Nueva York, esta mujer de nacionalidad británica y estadounidense, vuelve a estar en el centro de los acontecimientos, lo que quizás revele la profundidad de estas protestas, a las que los más veteranos comparan con las manifestaciones en contra de la Guerra de Vietnam en los ’60.

Cuando Shafik vio las primeras tiendas de campaña en el campus de la universidad, llamó a la policía. Tenía razones ideológicas –para los medios hegemónicos y la dirigencia política eran jóvenes antisemitas- pero también económicas. Uno de los principales donantes de Columbia es Robert Kraft, un multimillonario propietario del equipo de futbol americano New England Patriots, quien ya avisó que dejará de poner dinero debido a las manifestaciones. «Tengo la esperanza de que Columbia y sus dirigentes hagan frente a este odio poniendo fin a estas protestas de inmediato y trabajen para recuperar el respeto y la confianza de muchos de nosotros que hemos perdido fe en la institución».

Lejos de calmar los ánimos, la represión incentivó a estudiantes y docentes de otras universidades, que salieron en apoyo de Palestina en todo el país, desde Berkeley hasta Princeton –donde dio clases Albert Einstein-Harvard y Yale. Luego adhirieron las universidades australianas de Sídney y Melbourne y la francesa Scienses Po. En Boston, este sábado fueron detenidos un centenar de jóvenes. «Lo que comenzó hace dos días como una protesta estudiantil ha sido infiltrada por organizadores profesionales sin conexión con la Universidad Northeastern», denunciaron autoridades de la Universidad de Boston. En Emory, Georgia, una profesora de 57 años, Caroline Fohlin, fue arrestada por haber recriminado a un policía que se llevaba preso a un estudiante. La directora del Departamento de Filosofía de esa institución, Noëlle McAfee también terminó esposada por sumarse al reclamo.

El New York Post, un diario fundado en 1801 que compró el magnate australiano Rupert Murdoch en 1976, publicó un informe en el que acusa a otro magnate, el húngaro George Soros, de estar financiando las protestas “para alimentar el odio a Israel” a través de una organización, Estudiantes por la Justicia en Palestina (SJP en inglés) mediante su ONG Open Society Foundations.

“Un grupo financiado por Soros llamado Campaña Estadounidense por los Derechos de los Palestinos (USCPR) proporciona hasta 7800 dólares a sus becarios comunitarios y entre 2880 y 3660 dólares a sus ‘becarios’ universitarios a cambio de dedicar ocho horas a la semana a organizar ‘campañas dirigidas por organizaciones palestinas”, dice el artículo que firma Isabel Vincent. “Están entrenados para levantarse y hacer la revolución”, agrega.

El presidente Biden condenó las protestas, a las que calificó de antisemitas. “Este antisemitismo es reprensible y peligroso, y no tiene absolutamente ningún lugar en los campus universitarios ni en ningún lugar de nuestro país”, insistió. En este aspecto, aún en medio de la campaña electoral, hay coincidencia bipartidista, ya que Donald Trump en su red social Truth escribió que “las protestas contra Israel que están sucediendo en todo el país” no son nada comparadas con las de Charlottesville, en agosto de 2017. Esa vez se lo acusó de fomentar a los grupos supremacistas blancos que desataron una batalla campal en una manifestación para sacar la estatua del general Robert Lee, héroe de los esclavistas del sur en la guerra de Secesión. 

Otro que no quería quedar al margen de estos incidentes fue el secretario de Estado, Antony Blinken, de gira por Beijing, quien tras asegurar que las protestas muestran la «fuerza de la democracia» estadounidense, acusó a los estudiantes de guardar «silencio» sobre las acciones de Hamás.