En su tercera visita al país, la generala Laura Jane Richardson pudo conocer Ushuaia, algo que sólo había hecho su antecesor, el almirante Craig Faller. Ambos estuvieron unidos por la misma preocupación del Pentágono: evitar un posible financiamiento chino para la construcción de un puerto logístico con acceso a la Antártida y al Estrecho de Magallanes. La actual jefa del Comando Sur volverá a la sede de Miami, Florida, con una definición que no habría tenido en sus anteriores visitas. El presidente, Javier Milei, viajó intempestivamente a Ushuaia, provincia de Tierra del Fuego, para recibirla y anunciar durante la medianoche del jueves la instalación de una base naval integrada con Estados Unidos en la ciudad más austral de la Argentina.

El proyecto militar requerirá la aprobación del Congreso, pero el gesto inusual cierra un ciclo y abre otro en la relación con los Estados Unidos, a siete meses de las próximas elecciones presidenciales en ese país.

La Ley 25.880, sancionada en marzo de 2004, establece que tanto las tropas o los elementos que provengan de una nación extranjera con fines militares deberán ser aprobados por el Congreso, a partir de un proyecto de ley que envíe el ejecutivo. En el Gobierno dicen que podrían sortear la cuestión castrense con la idea de un Polo Logístico que cuente con financiamiento norteamericano, pero luego del anuncio y la foto con la representante militar del gobierno estadounidense, todo indica que será una base militar conjunta, en una zona que, además del acceso a la Antártida, está a 670 kilómetros de las Islas Malvinas, ocupadas ilegalmente por Inglaterra.

La cifra para construir la base en Ushuaia podría superar los 400 millones de dólares. Buscaría aprovechar las instalaciones que ya posee la Armada Argentina en el puerto que ya existe. El proyecto requeriría obras de gran escala en los alrededores. «Se quiere tener un puerto donde se puede entrar y salir de forma segura con sus barcos y sus buques. (…) Hay que comprender los retos a los que se enfrenta la Marina en este momento y, posiblemente, la colaboración con la que podemos ayudar a la Marina», dijo este sábado la generala al portal Infobae, en un sugestivo anticipo de los planes que evalúa el Pentágono para colaborar con las fuerzas armadas argentinas.

Si el gobierno confirma la construcción de una base naval militar, el debate se trasladará indefectiblemente al Parlamento. Si el proyecto incluye un acuerdo de cooperación entre ambos países que sólo sea civil también deberá pasar por el cedazo legislativo, como sucedió con la estación espacial china instalada en Bajada del Agrio, Neuquén. La instalación siempre estuvo en la mira del Comando Sur, al igual que la potencial presencia china en Ushuaia. Antes del último arribo de la generala, fuentes cercanas al jefe de Gabinete, Nicolás Posse, hablaron del envío de una inspección a la estación de observación espacial. El ministro coordinador juega un rol clave con Washington: ha estado en todas las reuniones con funcionarios norteamericanos. Desde el canciller, Anthony Blinken, que estuvo hace un mes en la Casa Rosada, hasta el jefe de la CIA, William Burns, que pasó por el mismo despacho hace dos semanas.

Luego de esos encuentros surgió la versión de revisar la estación china, aunque ha recibido visitas continuas que incluyeron delegaciones diplomáticas europeas y también de Estados Unidos. Las instalaciones que se construyeron en Neuquén anticipan que la idea que lanzó Milei este jueves le demandarán tiempo y negociaciones políticas con la oposición. El acuerdo que permitió la base china fue autorizado por el Senado en diciembre de 2015 y por Diputados tres meses después. La actual debilidad legislativa del oficialismo en las dos cámaras, aún con el respaldo del PRO, revela que no será fácil que pueda cumplir en poco tiempo con el proyecto que anunció delante de Richardson.

El tema no pasa inadvertido para la vicepresidenta Victorial Villarruel, que invitó a la generala al Senado. Richardson estuvo en Ushuaia con distintas actividades castrenses, luego escuchó a Milei y después regresó a Buenos Aires para donar un avión Hércules C-130 a la Fuerza Aérea Argentina, por un valor de 30 millones de dólares.

Después se trasladó al primer piso del Senado, a la misma oficina donde fue recibida el año pasado por la entonces vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Richardson y Villarruel hablaron durante una hora y una fuente cercana a la conversación confió que trataron de «alimentos, litio y de cuestiones de política hemisférica». El tercer tema parece un eufemismo, pero revela que conversaron de la base naval en Ushuaia y de la gravitación que tendría sobre Malvinas, una de las obsesiones de la titular del Senado.

Una eventual base conjunta con Washington a 670 kilómetros de las Islas tiene un impacto directo en el tablero geopolítico y también sobre el reclamo de soberanía argentino. Estados Unidos e Inglaterra son socios fundadores de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la colaboración norteamericana fue determinante para la victoria inglesa en la guerra de Malvinas. El vínculo de cooperación no ha perdido vigencia. La última prueba data del 18 de febrero de 2021, cuando el submarino nuclear USS Greneville, de la Marina de los Estados Unidos, recibió asistencia de un helicóptero de sus pares británicos frente a las costas de Malvinas, proveniente de la base militar de Mount Pleasant, ubicada a 80 kilómetros de Puerto Argentino.

La Argentina es aliada extra OTAN, pero la vinculación de la base que anunció Milei con el reclamo de Malvinas abre interrogantes políticos. El gesto confirma que el presidente está empeñado en entregar la relación con China, construida durante 20 años por gobiernos peronistas y de Cambiemos, pero la gran pregunta es: ¿a cambio de qué?

«Creo que la seguridad económica es seguridad nacional», le dijo Richardson en la entrevista que concedió cuando utilizó la sigla «DIME» para explicar los cuatro instrumentos de poder de los Estados Unidos: Diplomacia, Información, Militar y Economía. La definición dispara hipótesis dentro del Gobierno. Las fuentes consultadas sostienen que la respuesta de Washington surge a partir de las propuestas de Milei, que habría resuelto satisfacer los reiterados reclamos que el Comando Sur viene haciendo desde hace una década. En su paso anterior por el Cono Sur, Richardson también sobrevoló y visitó la localidad chilena de Punta Arenas. Si Argentina no aceptaba la propuesta para Ushuaia lo harían del otro lado del comienzo de los Antartándes.

Las concesiones argentinas reforzarán el vínculo bilateral, pero no hay certezas de que las compensaciones norteamericanas sean económicas, aunque las aspiraciones del gobierno pasan por ahí. También podrían tener un impacto con la cuestión Malvinas, a partir de un antecedente que registró en marzo de 2010 la entonces canciller norteamericana Hillary Clinton, durante la visita que realizó a Montevideo para participar de la asunción presidencial de José «Pepe» Mujica. «Nuestra posición es que se trata de un asunto que ha de resolverse entre Reino Unido y Argentina. Si podemos ser de alguna ayuda a la hora de facilitar estos esfuerzos, estamos listos para hacerlo», dijo la entonces jefa del State Dept. El gesto cayó muy mal en Londres y también fue parte de los pedidos de CFK cuando la recibió. Ahora también hay una administración demócrata, en manos de Joe Biden, que pelea por su reelección frente al republicano Donald Trump y se medirán el 5 de noviembre. Si gana el republicano quizás se cumplan los deseos de Milei, que le auguró la victoria, pero el mandatario argentino está decidido a que su vínculo con Estados Unidos sea una coincidencia bipartidista, como sucedió durante el gobierno de Mauricio Macri, que comenzó su mandato con Barack Obama en la Casa Blanca y lo terminó con Trump en el mismo puesto.

Richardson también habló sobre la inminente compra argentina de 24 aviones F-16 usados, de fabricación norteamericana, a Dinamarca. Se espera un próximo viaje del ministro de Defensa, Luis Petri, a Copenaghe para agilizar la operación que ya pactó con su par danés, durante la reciente visita que realizó a Buenos Aires. La decisión clausuró la posibilidad de comprar aviones chinos JF-17 y es acompañada por otras dos decisiones determinantes: la suspensión del financiamiento a la Comisión Nacional de Energía Atómica para la construcción del rector nuclear CAREM, íntegramente argentino, y también de las obras de la central nuclear Atucha III, que iba a contar con un reactor chino Hualong.

Al mismo tiempo, la Casa Rosada acelera los acercamientos con Estados Unidos en materia de Seguridad y Defensa. Antes de la visita de Richardson la Administración General de Puertos (AGP) acordó la colaboración nortamericana para el control de la Hidrovía, reactivó el entendimiento de formación militar con la Guardia Nacional del Estado de Giorgia, que se implementó durante la era Macri y para los próximos meses aguardan dos nuevos gestos. Es posible que el buque USGC Stone, un cortador (cutter) de la Guardia Costera, recorra el mar argentino y amarre en Mar del Plata de manera protocolar, algo que no pudo hacer en 2021 porque la Cancillería no lo autorizó para hacer ejercicios de persecución de buques de pesca chinos. El año pasado sólo pudo cargar combustible en Puerto Madryn y no operó, pero ahora sería recibido con todos los honores. Si se concreta, será la previa del arribo del portaaviones nuclear USS George Washington, que navegará frente a las costas argentinas en mayo. Para los amarres ya hay funcionarios argentinos invitados, como Villarruel, que aceptó el convite que le propuso Richardson, acompañada por el embajador norteamericano Marc Stanley.