“¡Damas y caballeros! Al recibir el Premio Nobel de Literatura 2025, originalmente deseaba compartir con ustedes mis pensamientos sobre la esperanza, pero como mis reservas de esperanza se han agotado definitivamente, ahora hablaré sobre los ángeles”.
Así comenzó el discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura 2025 del escritor húngaro Lászlo Krasznahorkai, que absolutamente vestido de negro daba la impresión de ser un pastor que se sube al púlpito para hablarles a sus fieles. El tono de su discurso fue melancólico y dejó traslucir un cierto desencanto por algunos supuestos logros tecnológicos y por el futuro de la humanidad. No por casualidad Susan Sontag lo bautizó como “el maestro del apocalipsis”.
Tal como lo anunció, se refirió a los ángeles, tanto a los antiguos que fueron pintados por el Giotto como a las ángeles actuales que ya no tienen alas y “aparecen ante nosotros en los mismos tipos de situaciones en nuestras vidas como lo hacían los antiguos, y de hecho es fácil reconocerlos si ellos quieren que lo hagamos, si no ocultan lo que llevan dentro de sí, es fácil porque es como si entraran en nuestra existencia con un tempo diferente, un ritmo diferente, una melodía diferente a la que nosotros caminamos, nosotros que nos esforzamos y vagamos en el polvo aquí abajo”.
«Además, ni siquiera podemos estar tan seguros de que estos nuevos ángeles lleguen de algún lugar allá arriba, porque -junto con los ángeles de antaño- hubiera cedido su lugar al eterno algún lugar donde ahora solo las estructuras insanas de los Elon Musk de este mundo organizan el espacio y el tiempo”.
También hubo en el discurso una suerte de reproche al ser humano, artífice de tantos logros, desde la invención de la rueda al descubrimiento del fuego, desde las pinturas rupestres a la música de Bach. “Con el progreso histórico -lo increpa el escritor premiado- tú comenzaste a no creer ya en nada, y, gracias a los dispositivos que tú mismo inventaste, destruyendo la imaginación, solo te queda ahora la memoria a corto plazo, y así has abandonado la noble y común posesión del conocimiento y la belleza y el bien moral”.
Lászlo Krasznahorkai se refirió también a la injustica humana y a una inexorable “rebelión de los mendigos” y de todos los parias de este mundo. “¿Cuándo se rebelarán finalmente y cómo será esa revuelta?”, se preguntó retóricamente y especuló: “Quizás será sangrienta, quizás será despiadada, quizás terrible, como cuando un ser humano masacra a otro, entonces aparto el pensamiento, porque digo que no, la rebelión en la que pienso será diferente, porque esa rebelión será en relación con el todo”.
“Damas y caballeros, –enfatizó- toda rebelión es en relación con el todo”.
La ceremonia de entrega se inició con la pieza para piano “Játékok” (“Juego”), del compositor húngaro György Kurtág,
Sus palabras resonaron fuerte en la Academia Sueca, donde recibió el Nobel “por su obra convincente y visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte”.
Señas de identidad de Lászlo Krasznahorkai
Nació el 5 de enero de 1954 en Gyula, una ciudad pequeña ubicada al sur de Hungría. László Krasznahorkai es el segundo escritor húngaro en recibir el Premio Nobel. El primero fue Imre Kertesz quien lo obtuvo en 2002.
Varios de sus libros fueron traducidos al español: Tango satánico, Melancolía de la resistencia, Guerra y guerra, El último lobo, Ha llegado Isaías, Relaciones misericordiosas y Y Seiobo descendió a la tierra, El barón Wenckheim vuelve a casa.
Franz Kafka y Malcom Lowry encabezan la lista de sus escritores favoritos.
Entre los múltiples trabajos que realizó en su vida figura el de pianista en una banda de jazz, minero y vigilante de seguridad. Gran viajero, recorrió varias lejanas geografías del mundo, pero siempre volvió a su lugar de origen.