Escribir sobre Lenin en forma sintética es casi un acto irresponsable. Pero como hijo y nieto de trabajadores no quería dejar pasar la oportunidad del centenario de su muerte sin hacer algunas reflexiones sobre su legado y el entorno que dio origen a su figura, sobre todo en la dramática circunstancia que atravesamos los argentinos en estos tiempos.

Sólo tomaré dos aspectos de lo que fue la vida del hombre que condujo al pueblo ruso a cambiar la historia del mundo para siempre: nada más y nada menos que crear el primer estado obrero y campesino de la historia.

En primer lugar, Lenin surge de las luchas de un pueblo rebelde, de un pueblo que venía enfrentando las injusticias provocadas por el absolutismo zarista desde mediados del siglo XIX. El pueblo que había derrotado a Napoleón en 1812, el pueblo que con sus luchas y las primeras organizaciones de izquierda le arranca al poder opresor las reformas de 1861, el pueblo que había brindado al mundo personalidades de talla mundial como los escritores Nikolái Karamzín, Vasili Zhukoski, Aleksandr Pushkin, Nikolái Gogol, Lev Tolstói, Fiódor Dostoyevski y Máximo Gorki entre otros. Maestros del teatro como Vladimir Davidov, Konstantín Stalnislavski y Aleksandr Fedótov, las óperas de Modest Músorgski y en la música Ígor Stravinski y Piotr Chaivskoski. En ciencia se destacaron Dmitri Mendeléyev, Nikolái Zhukovski, Vladimir Vernadski y Aleksandr Popov, entre muchos más.

De ese pueblo revolucionado, que ya a mediados del siglo XIX debatía en asambleas campesinas –el germen de los futuros soviets–, que en 1905 hacía un primer ensayo de lo que sería luego la revolución de octubre, que años más tarde derrotaría al fascismo y hoy enfrenta a las fuerzas dislocadas del occidente anglosajón, surgió el genio político más grande de la historia.

Lenin no podía haber emergido de un pueblo derrotado, depresivo, amargado, sólo pudo nacer en un pueblo de pie, en lucha contra la adversidad, con coraje, audacia y confianza en sí mismo.

No es este el espacio, pero el pueblo argentino tiene muchos puntos de contacto con la historia del pueblo ruso. Ambos son pueblos nobles, pacíficos, trabajadores y llamados por la historia para protagonizar grandes hazañas.

Es oportuno destacar entonces algunas aristas del pensamiento y el aporte de Lenin:

Interpreta al marxismo en su esencia más profunda, como ciencia y no como dogma.

Fue el mayor talento en el manejo de las contradicciones y los tiempos políticos.

Plantea la necesidad de un nuevo tipo de organización popular para enfrentar al poder y tomarlo.

No se aferra a esquemas preestablecidos y desarrolla una política de alianzas teniendo absolutamente claras las instancias tácticas y estratégicas.

Define con claridad qué tipo de revolución se necesitaba sin aferrarse a modelos anteriores. Haciendo un «análisis concreto de la situación concreta», defiende su interpretación de los hechos con audacia y convicción y lanza la consigna «todo el poder a los soviets».

Lenin hace un aporte teórico excepcional, al cual hay que volver una y otra vez. Sus obras publicadas en nuestro país por la editorial Cartago son de lectura imprescindible, sobre todo en una época en que es necesario reflexionar sobre lo que nos ocurre, por qué ocurre y nos acosa la gran pregunta, título de una de sus obras: qué hacer.

En síntesis, Lenin fue y es una figura en la que cada trabajador, cada pobre, cada damnificado por este sistema capitalista excluyente de las grandes mayorías no debería dejar de saber algo sobre él y su obra.

Sin ninguna duda fue el abanderado de todas las causas de los más necesitados, de los olvidados y la pesadilla de la gran burguesía internacional, como la que acaba de aplaudir en primera fila a nuestro presidente en Davos.