Hace unos días que venía pensando que el nombre del sucesor de Francisco iba a ser León XIV. Se lo dije a varios aunque lamentablemente no jugué en ningún prode.

¿Por qué León XIV? Sentía que más que nunca se necesitaba una voz para darle continuidad a eso que el primer Papa americano dijo en Fratelli Tutti: «El gran tema es el trabajo. Lo verdaderamente popular es asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas.» (FT 162.)

Un Papa para pensar y defender el futuro del trabajo en tiempos de inteligencia artificial y producción de robots a escala. Una referencia global para discutir con los señores tecno-feudales y su aceleracionismo post-humanista.

León XIV, entre Atila y Elon Musk
Foto: NA

Por eso fui a releer el mensaje de Francisco sobre la inteligencia artificial al G7. “Se registra una pérdida o al menos un oscurecimiento del sentido de lo humano y una aparente insignificancia del concepto de dignidad humana. Pareciera que se está perdiendo el valor y el profundo significado de una de las categorías fundamentales de Occidente: la categoría de persona humana”, dijo nuestro compatriota en la primera intervención en la historia de un Papa en una Cumbre del Grupo de los siete.

Vuelvo a leer ese discurso histórico y pienso que el filósofo y matemático Robert Prevost estuvo en la redacción de ese documento. No tengo pruebas, pero tampoco dudas. Un cardenal que entendía de algoritmos y del alma humana, dimensiones centrales del tablero en el que se juega a fondo el futuro de la humanidad en el siglo XXI.

Pero León no es solo un nombre que evoca al “fundador” de la doctrina social de la Iglesia a fines del siglo XIX. Antes de León XIII y la Rerum Novarum hubo otros. La historia de la Iglesia es larga, milenaria.

León el Grande, el primero que da origen a esta saga de catorce papas, es quien se reunión con Atila en el año 452 y detuvo el avance de los hunos en las puertas de Roma.

Cuando las tropas ya habían ocupado la mitad de lo que hoy es Italia, el papa León I marchó al campamento invasor para reunirse con el líder guerrero e intentar persuadirlo de que retirara su ejército. Eso es lo que pasó.

Según cuenta la tradición, durante las negociaciones, el rey de los hunos tuvo una visión de los santos Pedro y Pablo escoltando al Papa con espadas desenvainadas advirtiéndole que acataran el pedido del Papa León y abandonaran Roma. La escena está pintada en el Palacio Apostólico en frescos de Rafael.

Esta historia la conocí por primera vez en el Age of Impires, videojuego de cabecera de mi generación. Vuelvo a conectar hoy con ella y me resuenan las primeras palabras del nuevo Papa: “La paz esté con ustedes. Esta es la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada, desarmante y también perseverante”.

León XIV, entre Atila y Elon Musk

Se pronuncian desde el balcón del Vaticano mientras India y Pakistán entran en guerra, el Estado de Israel avanza criminalmente sobre Gaza y en la víspera del 80 aniversario de la liberación de Berlín. Putín, Xi Jiping, Lula Da Silva y muchos jefes de estado presenciando el desfile de las tropas rusas y, de reojo, mirando los movimientos del primer Papa norteamericano.

También lo están mirando Trump, Musk y Bannon. Todavía deben estar digiriendo que el Papa nacido en Chicago no habló en inglés sino en un castellano preciso aprendido en su querida Perú. Es la irrupción de una voz que traza un puente entre el norte y el sur, un potencial símbolo del panamericanismo y un emergente de la latinización de Estados Unidos.

Y más allá de nuestro continente, un mensaje a occidente en plena crisis de identidad y proyecto de futuro.

*El autor es sociólogo y co-director de Factor Francisco.