La política económica de Javier Milei tiene muchos puntos de contacto con la de la primera parte de la dictadura cívico-militar de 1976 encabezada por el trío Videla, Massera, Agosti.

Uno de los puntos que se destaca está en la propia base de sustentación de los instrumentos que luego se aplicaron y es la idea de que se trata de proyectos “fundacionales” que rompen con la situación que se arrastraba del pasado para imponer salidas antipopulares. “Es un claro paralelo entre la política económica de la dictadura y la actual que lleva adelante el gobierno de Javier Milei, salvando las distancias históricas”, observa el economista Juan Pablo Costa, integrante del Centro de Economía Política Argentina (CEPA).

Costa advierte una diferencia. La violencia de la dictadura estaba vinculada a que enfrente tenía un movimiento obrero muy organizado, activo y combativo, e integrado socialmente. “Era muy difícil para cualquier proyecto político antipopular meter una cuña para estabilizarse y enfrentar a esos sectores obreros”, detalla. La dictadura fracasó y terminó en la guerra de Malvinas, su salida del gobierno y los juicios por delitos de lesa humanidad.

Milei, en cambio, “ha logrado un éxito relativo porque existe una clase trabajadora mucho más fragmentada, con una proporción grande de trabajadores no registrados y otra creciente de trabajadores autónomos, vinculada a las nuevas formas de producción, que no se ven representados por las formas tradicionales de organización de la clase trabajadora en sindicatos”, señala. El devenir del proyecto de ley Ómnibus y del DNU 70/2023 forman parte de ese balance. Esto deja un signo de interrogación abierto de cara al futuro.

El carácter antipopular de la política económica de uno y otro régimen surge de la principal herramienta empleada para llevar a cabo esa ruptura con el pasado, que fue la liberalización de la economía, y del objetivo social: provocar una transferencia de ingresos hacia los sectores concentrados de la economía y del poder.

“La liberalización tiene varios sentidos”, subraya Costa. La dictadura eliminó los derechos aduaneros del comercio exterior con lo que provocó una fuerte desindustrialización, golpeó a las pymes y debilitó a la clase trabajadora. “El ciclo económico más recesivo, con un flujo de productos importados, hizo que decayera el poder relativo de los trabajadores argentinos”, agrega. En ese contexto, la dictadura intervino los sindicatos y avanzó con reformas laborales, aunque no tan intensas como las que plantea el DNU de Milei.

Si el ataque a los derechos de los trabajadores es una pieza principal de la liberalización económica (aunque muestre diferencias de grado entre 1976 y 2024), también lo es el abandono de cualquier perspectiva de desarrollo nacional autónomo, toda vez que ese derrotero implica una inserción de Argentina en el mercado mundial en base a sus ventajas comparativas (una vieja teoría de David Ricardo que indica que los países se deben especializar en la producción de aquello en lo que tendrá mejor desempeño en un contexto de libre mercado) que se corporizan en el libre flujo de capitales y la producción de bienes primarios con escasa o nula industrialización: granos, petróleo, gas, minerales y sus derivados.

En materia financiera, la desregulación de la dictadura fue más intensa que la que muestra Milei en esta primera etapa de su gobierno. Mientras que para los militares el objetivo de integrar a la Argentina al flujo internacional de capitales tenía que ver con una ascendente financierización de la economía global, en el caso de Milei, la desregulación apunta a facilitar la dolarización. Costa señala que la reciente eliminación de pisos obligatorios de la tasa de interés está vinculada a incrementar el efecto licuadora del stock de pesos, que son los ahorros. «Si Martínez de Hoz era liberalizador, Milei es un licuador», asegura.

La miseria planificada de la dictadura dejó una deuda que la democracia no ha podido ni querido saldar. Sobre esa base se asienta el nuevo intento liquidador de Milei. Pero para llegar a su objetivo deberá antes quebrar la resistencia de los sectores populares que ataca. «