“En la Argentina de hoy hay sólo dos cosas seguras: que mañana será otro día y que Lijo va a ser juez de la Corte”. La humorada corresponde a una de las fuentes consultadas para este artículo. Proviene de la política, pero despertó sonrisas en el Palacio de Tribunales, donde tienen sus despachos los jueces del máximo tribunal.

Lijo (“Ariel”, para todos en Comodoro Py) acumula un enorme poder dentro de lo que el presidente, Javier Milei, bien podría llamar “la casta judicial”. Incluso hay quienes comparan ese poder con el que supieron tener el exespía Antonio Stiuso y el auditor general de la Nación Javier Fernández.  “Piensa como un político, no como un judicial”, lo definen. Se está moviendo fuerte para conseguir apoyos. ¿Se reunió en los últimos días con un empresario muy cercano al kirchnerismo que hace rato mantiene un deliberado perfil bajo?

La candidatura de Lijo a la Corte Suprema cosecha apoyos y rechazos sorprendentes. Entre los primeros se destaca claramente la opinión favorable de Abuelas de Plaza de Mayo. No fue, por cierto, un apoyo explícito y concreto a su candidatura sino un reconocimiento a su desempeño en tres causas sensibles para la organización: la denominada “contraofensiva” (la masacre de militantes de Montoneros que ingresaron a la Argentina en 1979 desde el exilio para combatir a la dictadura) y dos casos de restitución de identidad a nietos apropiados por el régimen.

¿Eso alcanza para que Abuelas ponga su prestigio y su historia en sintonía con la propuesta para la Corte del juez más carismático de Comodoro Py, a pesar de las críticas y descalificaciones que le llueven desde otros sectores, incluso antagónicos entre sí, sobre su pasado y sus relaciones?

Allegados a Abuelas deslizaron que fue el propio Lijo quien le dio volumen a la opinión de la organización que lidera Estela de Carlotto. Y además recordaron otros dos casos similares en que la organización bancó a jueces que “jugaron bien” en causas por lesa humanidad pero recibieron cuestionamientos por sus desempeños en otros expedientes. Existió un sostenimiento al exjuez federal de San Isidro Roberto “Tito” Marquevich, destituido en 2004 después de ordenar la detención de Ernestina Herrera de Noble en el marco de la investigación por el origen de sus dos hijos adoptivos. Y también hubo un apoyo a María Servini (incluso cuando era “la jueza barubudubudía”) por su actuación en causas por robo de bebés.

El otro apoyo sorpresivo fue el de la DAIA. Sobre todo por los términos que utilizó su titular, Jorge Knoblovits: «Lijo ha demostrado en todos los ámbitos un desempeño destacado, compromiso y seriedad, a los que se suman sus cualidades personales y morales».

Lijo estuvo un tiempo al frente de la investigación por el atentado contra la AMIA pero en 2016 fue apartado por gambetear las imputaciones que apuntaban al exministro del Interior del menemismo, Carlos Corach, entre otros sospechados de encubrimiento. Un detalle: el apartamiento fue resuelto por una integración especial de la Cámara Federal: Carlos González, Jorge Rimondi y Rodolfo Argerich.  Ninguno de ellos pertenece a Comodoro Py. Difícilmente los propios hubieran tomado una decisión de ese tipo.

En la cosecha de rechazos, Lijo consiguió que coincidieran el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires (el ala más conservadora del derecho en la Capital Federal), y sus antagónicas Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), dos organizaciones prestigiosas, más abiertas y plurales.

El principal ariete mediático contra la candidatura de Lijo es el diario La Nación, de lectura obligatoria para el establishment judicial. Y buena parte de la oposición colaboracionista resiste su postulación, con  Elisa Carrió en primera fila y también diputados radicales y de Margarita Stolbizer. La diputada Marcela Capagnoli incluso impulsa una recolección de firmas a través del sitio Change.org.

Todos hacen un esfuerzo dialéctico para objetar la “idoneidad” de Lijo sin exponerse a una demanda. Con sus más y sus menos, a Lijo se lo cuestiona por el cajoneo de causas y por la influencia de su hermano Alfredo, “Fredy”, un personaje clave en el acercamiento con el entorno de Javier Milei.

Las fuentes consultadas aseguran que el abogado Santiago Viola, el apoderado de la lista de La Libertad Avanza en el proceso electoral que llevó a Milei a la presidencia, fue quien le presentó a Fredy Lijo a Karina Milei. Como resultado de ese vínculo, la hermana secretaria general de la Presidencia rápidamente quedó cautivada por la personalidad, el carisma y, también, los conocimientos del juez Lijo. La funcionaria de mayor poder en las cercanías del Presidente decidió hacer oídos sordos a las advertencias sobre el candidato.

Javier Milei, quien desconoce los entresijos de Comodoro Py (y del Poder Judicial en general) aprobó rápidamente su nombre y lo lanzó al ruedo.

A Santiago Viola, quien sigue siendo un abogado de referencia y consulta del mileísmo, le ofrecieron varios cargos públicos, a los que –hasta ahora- nunca llegó. Desde la Auditoría General de la Nación (AGN) hasta la Procuración del Tesoro, antes que fuera designado Rodolfo Barra. “Él quiere agarrar, pero lo están cuidando”.

Lijo tendrá un anfitrión en el cuarto piso del Palacio de Tribunales. Cuando Milei afirma: “en la Corte hay tres que no me quieren” se refiere a Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Juan Carlos Maqueda. Muy distinta es la situación con Ricardo Lorenzetti. El expresidente de la Corte también empujó la candidatura de Lijo, con quien mantiene una antigua y fluida relación.

El gobierno se ilusiona a largo plazo con tener una Corte que acompañe sus medidas impopulares. El gesto de la Corte actual al permitir que el Decreto de Necesidad y Urgencia 70/23 se mantenga casi íntegramente vigente no parece suficiente.

¿El kirchnerismo también apoya la designación de Lijo? Senadores de ese sector aseguran que no hay una postura definida. “Cuando el pliego llegue al Senado, hablaremos”.  Sin embargo, flota en el aire la sensación de que finalmente avalará su postulación.

Los maledicentes insinúan que Lijo garantiza un segundo voto (el primero sería -valga más que nunca el potencial- el de Lorenzetti) a favor de Cristina cuando sus causas por supuesta corrupción lleguen al máximo tribunal. Para obtener mayoría en la Corte hace falta un voto más. ¿De dónde lo van a sacar?

La especulación indica que “Lijo entra, pero Manuel García Mansilla, no”. García Mansilla es el otro candidato propuesto para completar el quinteto cuando a fin de año se jubile Maqueda. El gobierno pudo haber pedido una reválida de su mandato pero no lo hizo y anunció tempranamente su salida al cumplir el límite de los 75 años de edad.

Siempre según esa conjetura, el quinto juez de la Corte será una mujer (lo que justificaría la postergación de García Mansilla por una cuestión de género) y la pondrá el peronismo.  «